En jardines ajenos
Peter Stamm
26 octubre, 2006 02:00Peter Stamm. Foto: Archivo
El cuento es uno de los géneros más exigentes. Peter Stamm (Winterthur, 1963) posee un extraordinario talento para la pieza breve. Es preciso, no divaga y consigue un raro equilibrio entre lo inacabado y la forma perfecta. Su prosa, con frases escuetas y un lirismo contenido, recrea la peripecia del hombre contemporáneo, igualmente perdido y confuso en París, Londres o Nueva York. El jardín ajeno es el espacio en el que discurre la vida de los otros, aparentemente a la vista, pero en realidad secreta e inaccesible. Desde el interior, las cosas no son menos herméticas. El ser humano se percibe a sí mismo como un extraño, aceptando su declive como una etapa tan incomprensible como el resto. "La visita" recrea la experiencia de una pérdida. Una viuda reencuentra la vida al hundir su cara en una toalla utilizada por un joven. El olor de un cuerpo no puede detener el avance de la muerte, pero al menos recuerda la persistencia del instinto."La pared en llamas" se interna en esas vidas marginales, que conservan el anhelo de felicidad, a pesar del infortunio. Un circo ambulante en la antigua RDA actúa como refugio de inadaptados, pero el peligro de cada número sólo corrobora la precariedad de unos personajes sin futuro. La muerte no es lo excepcional, sino una probabilidad nada infrecuente. "En jardines ajenos", la proximidad no disipa el misterio que nos separa de los demás. Las ciudades son escenarios cambiantes, con su propia identidad; la naturaleza está habitada y colonizada por el hombre. Ya no es una maraña, sino un lugar perfectamente ordenado: un jardín, pero las simetrías artificiales, las flores cuidadosamente cultivadas, no pueden ocultar el fracaso y la soledad. "Toda la noche" transforma la espera de dos amantes en un paseo irreal por Nueva York, donde la necesidad de huir de la nieve propicia el encuentro entre los desconocidos. "Como una niña, como un ángel" especula sobre la amistad ocasional. El cáncer revela que no podemos prescindir de los otros, que la condición humana sólo puede concebirse como existencia en comunidad.
"Fado" se ambienta en Lisboa, una ciudad que aún mira hacia el pasado. Las ciudades son un laberinto perverso, que reúne y separa. "Todo lo que falta" se traslada a Londres, pero en lo esencial nada cambia. En el filo del siglo XXI, no hay más consuelo que comprobar la fecha de caducidad de los cartones
de leche. Los personajes de "La parada" comprenden que todo es más fácil si estás muerto o enfermo. En la católica Irlanda ("Deep furrows"), la felicidad no es una búsqueda menos infructuosa. Las familias alternativas ("Un experimento") no son menos desgraciadas que las convencionales. En "El beso", una hija contempla a su padre, sin apreciar el vínculo que le une. La ternura sólo aparece ante la expectativa de la muerte, que es un límite insuperable, pero su antesala a veces permite la reconciliación.
Los cuentos de Stamm recuerdan el minimalismo de Carver. Son cuadros inacabados, estudios inspirados por una poética de lo fragmentario. Su exactitud encubre cierto nihilismo moderado por el placer estético. El hombre tal vez no sea un animal sagrado, pero la literatura le redime de sus imperfecciones.