Dubravka-Ugresic

Dubravka-Ugresic

Letras

El ministerio del dolor

Novela testimonio de alta calidad. al leerla entendemos mejor la sensación de pesadilla experimentada por sus desafortunados personajes

18 enero, 2007 01:00

Dubravka Ugresic

Traducción de L. F. Garrido y T. Pistolek. Anagrama. Barcelona, 2006. 302 páginas. 18 €

Escribir sobre sucesos desgarradores de la propia biografía sin caer en el victimismo exige talento: Dubravka Ugresic (Zagreb, Croacia, 1949) lo muestra al relatar las historias de unos cuantos personajes, testigos y víctimas como ella, de la rotura de la antigua Yugoslavia. Su trayectoria narrativa se inicia a comienzos de los 70, cuando publicó libros para niños y de relatos, y se consolidaría en los ochenta con la publicación de varias novelas caracterizadas por un humor irónico y por sus trazos posmodernistas.

Los lectores españoles la conocimos a través de sus estupendos ensayos, Gracias por no leer (La Fábrica, 2004), donde se revela como una comentarista llena de gracejo. Otra novela suya traducida, que inicia la serie de ficciones sobre la tragedia acaecida a su país, es El museo de la rendición incondicional (1996; Alfaguara, 2003). Narra aquí los esfuerzos de una exiliada por preservar su identidad personal.

El ministerio del dolor continúa en la misma línea temática. Esta vez la mujer croata vive refugiada en Holanda, allí consigue un trabajo como profesora de servio-croata en el departamento de lenguas eslavas de la Universidad de Ámsterdam, gracias a unas amistades. La ciudad a orillas del río Amstel y el mundillo académico holandés conforman el lugar de la trama. Los alumnos inscritos en su curso, según era de esperar, son jóvenes exiliados como ella; las clases servirán para hacer terapia de grupo. La pérdida del país, del idioma, de las familias, los horrores vividos durante la guerra, salen a flote a retazos.

La protagonista aprovecha asimismo la clase para revisar sus experiencias, la vida rota, de una mujer que dejó en el camino su país, el marido, la madre, la vida profesional y los amigos. El dolor de las difíciles decisiones, como la tomada por el marido, con el que vivía feliz en Yugoslavia, él ejerciendo de profesor de matemáticas y ella de escritora, de separarse para labrarse un futuro en Japón, donde le ofrecen un puesto de docente de matemáticas. Ella se queda sola en los Países Bajos, donde le brindan la oportunidad de seguir con su lengua, dando clases y escribiendo.

Esta rotura del destino personal es una de las muchas contadas, y trasmite el dolor de unas vidas hechas trizas. Leyendo el libro uno aprende sobre el drama personal de las gentes que perdieron un país, la antigua Yugoslavia, escindido tras el conflicto en varios, Serbia, Croacia, Bosnia, una cultura, con las lenguas que se alejan cada vez más, el croata, el serbio y el bosníaco, y que, a pesar de la compasión universal, nadie en Europa estaba esperando con los brazos abiertos a los refugiados de los Balcanes.

Novela testimonio, en fin, de alta calidad. Al leerla entendemos mejor la sensación de pesadilla experimentada por sus desafortunados personajes. Si la novela sirve para algo es para permitirnos tener completa conciencia de una experiencia, y Ugresic lo consigue con creces.