Image: El economista camuflado. La economía de las pequeñas cosas

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Letras

El economista camuflado. La economía de las pequeñas cosas

Tim Harford

22 marzo, 2007 01:00

El libro comienza por preguntarle al lector por qué paga por un café en Starbucks más que en cualquier otro bar

Trad. de Redactores en Red. Temas de Hoy. Madrid, 2007. 344 páginas, 19’50 euros

El éxito de este libro ha sido fulminante. El año pasado apareció la edición inglesa en tapa dura y ya se puede conseguir la versión barata en tapa blanda. Se ha traducido, por ahora, a veintiún idiomas y está en las listas de libros más vendidos del Reino Unido (Sunday Times) y de Estados Unidos (Business Week, Boston Globe). En las ventas on line de Amazon.co.uk se ha situado como líder durante muchas semanas. En España, incluidas grandes superficies, su difusión está subiendo de un modo increíble.

No deja de ser sorprendente que un libro de economía escrito por un economista esté ganando lectores como si se tratase de una novela histórica. Sin embargo, Tim Harford ha sabido iluminar y resolver muchas de las preocupaciones económicas cotidianas de todos nosotros con un estilo sencillo, agudo e irreverente. Ha sido capaz de enlazar la economía de las personas con la de las grandes corporaciones. El economista camuflado tiene por subtítulo en la edición inglesa, "dejando al descubierto por qué los ricos son ricos, los pobres son pobres y por qué usted no podrá nunca comprar un coche usado decente". El editor del presente volumen ha preferido subtitular con "la economia de las pequeñas cosas". En realidad, tanto en un caso como en el otro, se describe bien el contenido de un libro que comienza por preguntarle al lector por qué paga por un café con leche de la conocida cadena norteamericana Starbucks -en España ha comenzado a instalarse con éxito- mucho más dinero que en cualquier otra cafetería o bar (aparte de que en Starbucks el café con leche lo sirven en vaso de plástico, con tapa hermética, eso sí).

Nacido en 1973, Tim Harford se formó académicamente en Oxford. Para graduarse en 1998, se sometió al programa que han seguido tantos hombres y mujeres de renombre: los exigentes estudios en filosofía, política y economía. Posteriormente, con un pie en Londres y otro en Washington, ha trabajado en el Banco Mundial y ha sido profesor en la Universidad de Oxford. En la actualidad escribe dos columnas en el Financial Times. En la más antigua de ellas, "The Dear Economist", responde a los problemas personales de los lectores aplicando la teoría económica. En la nueva, utiliza el mismo título que el libro que le ha llevado a la fama, "The Undercover economist", y sus objetivos son los mismos: una reflexión sobre cómo las necesidades económicas modelan nuestras vidas sin que la mayoría de los mortales nos demos cuenta. Por si esto fuera poco, es autor y presentador de la serie de la BBC 2 TV: Trust me, I´m an economist ("Confía en mi, soy un economista"). Por supuesto, tiene su página web y escribe en un blog. Como se ve, al alcance de todos.

En parte guía para entender la economía, en parte descripción de los principios económicos que subyacen al acontecer diario, El economista camuflado pretende explicarlo todo, desde los atascos de tráfico hasta la asistencia sanitaria, pasando, como ya hemos señalado, por el precio del café con leche en el desayuno. Tim Harford responde a casi todo en las páginas de este volumen. Su objetivo es mostrar (y desmitificar), la parte oculta tanto de la economía a escala individual como global. Puestos a seguir el hilo de este volumen, lo primero que advierte su autor es que "las grandes ganancias no siempre se obtienen tan limpiamente". Hecha la advertencia repasa las teorías sobre la escasez de David Ricardo. Con ellas en la cabeza, repasa el precio del petróleo, los negocios de la mafia y las tácticas de los supermercados. El lector descubre con Tim Harford que no siempre es mejor para el cliente un supermercado barato que otro caro. Dependerá, afirma, de la evolución de los precios de determinados artículos y siempre será necesario estar atento a los trucos de la mercadotecnia. "Si quieres una buena oferta, no busques un negocio barato; trata de comprar barato".

Con El economista camuflado, ya mediado, emerge la desconfianza de Tim Harford ante los impuestos. En las páginas dedicadas a la salud pública y a la educación, brillantes y provocadoras, escribe: "los impuestos son como las mentiras: interfieren en el mundo de la verdad". Regular los impuestos le sirve para viajar a través de la contaminación, los embotellamientos y los conflictos con los vecinos. A medida que el lector va entrando en el último tercio del texto, aparece con nitidez una de las tesis centrales del volumen: el buen funcionamiento de la economía requiere que ésta sea mínimamente invasiva. El caso concreto para ejemplificar esta tesis lo toma Tim Harford de lo que él denomina el excelente funcionamiento de la sanidad en Singapur, una mezcla en la que se entrevera el pago individual con las aportaciones públicas.

Ya en el último tercio, el lector se encuentra ante una aguda reflexión en torno a Camerún como ejemplo concreto de una mala política pública. El caso de un colegio de élite le sirve a Harford para ilustrar el problema de los países en desarrollo que permeados por la corrupción conducen a que "la mayoría de sus habitantes esté interesada en hacer algo que directa o indirectamente daña a los demás". Cierran estas páginas las grandes cuestiones de la globalización, del libre comercio y de la emergencia de China como potencia mundial. El crecimiento chino levanta en el autor un curioso aroma de admiración. Si bien señala Hardford que el bienestar y el dinero no se han distribuido con total equidad, no duda en afirmar que poco a poco la riqueza se va filtrando desde la Costa Dorada de Shangai y Shenzhen hasta el interior más remoto. A la vez, la iniciativa privada va tomando cuerpo y extendiéndose a lo largo y ancho del país.

Para entender el atrevido éxito de El economista camuflado conviene saber desde dónde escribe Tim Harford. Como él mismo ha señalado en varias de sus entrevistas y artículos, una de sus referencias básicas es Thomas Schelling. Nacido en 1921, recibió el Nobel de Economía 2005, compartido con Robert Aumann, por sus trabajos sobre Teoría de Juegos aplicada a un mejor conocimiento de la cooperación y el conflicto entre individuos y grupos. El elogio que Harford dedica en este volumen a Von Neumann y a Morgenstern, los padres de la moderna Teoría de Juegos, va por ahí. La economía, los problemas económicos que afectan al ser humano de nuestros días, encuentra la mejor solución desde el modelo de juegos de estrategias diseñado por von Neumann.

Por otro lado, a Tim Hardford hay que entenderlo formando parte de una nueva generación de economistas que ya no tiene los complejos de la vieja izquierda. En ese sentido tiene mucho que ver con Steven D. Levit cuyo libro Freakonomics, aquí reseñado, despertó un interés inusitado por la originalidad de sus planteamientos.

Economistas como Avinash Dixit, Michael Kremer o Steven Landsburg están levantando con su trabajo intelectual una forma de ver el mundo en la que los comportamientos humanos adquieren nuevas dimensiones y perfiles que pueden tener aplicación tanto en las negociaciones políticas como en las económicas o militares. Habrá que prestar atención a unos pensadores que acercan la ciencia económica al resto de las ciencias sociales.

Harford, la economía y el romanticismo

Hace unos meses, Harford explicaba al diario argentino "La Nación" las claves del libro:

-¿Cómo nació esta obsesión por ver el razonamiento económico detrás de las decisiones en apariencia más triviales?

-Como estudiante, jamás logré apasionarme por la inflación y ese tipo de cosas que se supone que es la economía de verdad. Incluso en Oxford, siempre estaba fijándome en las pequeñas decisiones, maravillándome cuánto de económico había en ellas. Hoy voy resolviendo pequeños misterios de la calle usando las herramientas de la ciencia, pero con ingenio más que con lenguaje académico.

-¿A todos nos estafan en la vida cotidiana?

-No a todos, a muchos. Lo que quiero explicar es cuán buenas son las compañías en diferenciar a qué consumidores pueden cobrarles más y a cuáles no. Por ejemplo, si una compañía ofrece dos productos similares, la tentación será comprar el más barato. En los supermercados que tienen dos líneas de productos propios, es común encontrar que la más económica tiene un packaging que parece de la URSS pre1989. Es a propósito, para asegurarse de que sólo los que están comparando precios llevarán ese producto, y que no se perderán a ningún comprador dispuesto a pagar más por un contenido similar.

-¿Y cuál sería el consejo para la gente que no es rica?

-Primero, mirar el precio. Si uno no se fijó, lo más probable es que haya sido más de lo que debería. Segundo, si uno compra en un mismo lugar, conviene variar y probar las marcas más baratas. Si la prueba es satisfactoria, a lo largo del año estará ahorrando bastante. Es un principio que los economistas llaman "de experimentación óptima", que dice que cuantas veces uno vaya a consumir lo mismo, más se justifica probar distintas versiones. El mismo principio se aplica a las citas románticas.

-¿Cómo es eso?

-A los 16 años, vale la pena probar distintos tipos de personas. Pero si uno tiene 40 y alguien que realmente le gusta aparece, debería cerrar con él o ella. Que es lo que la gente hace en la vida real. Todos somos economistas en nuestras relaciones personales.