Todos los relatos
Italo Svevo
19 abril, 2007 02:00Italo Svevo
Aquel comerciante judío italoalemán de Trieste llamado Aron Hector Schmitz se convirtió en el Italo Svevo que seguimos leyendo no sólo por decisión propia, sino en cierto modo también por su amistad con James Joyce y la influencia que éste tenía en Valéry Larbaud. La tercera novela de Svevo, La conciencia de Zeno (1919), abandonó así el limbo provincial en que estaban sumidas sus obras anteriores hasta ser encumbrada como un texto insoslayable para acreditar la influencia de Freud en la representación de la intimidad psíquica de los personajes novelescos. El tándem Joyce-Larbaud repetiría la jugada en el caso de Eduard Dujardin: en cuanto el irlandés convenció a su amigo crítico de que el monólogo interior de Molly Bloom se había inspirado en la novelita Les lauriers sont coupés (1887), su autor, Dujardin, pasó a ocupar un lugar visible en la historia del Modernismo. Cierto que en el caso de Svevo influyó también el interés que provocó La conciencia de Zeno en Montale, quien tras reseñarla laudatoriamente no se olvidó de su autor, muerto por atropello en 1928 , hasta el extremo de ser el primero en editar póstumamente varios de sus manuscritos en el volumen La novella del buon vecchio e della bella fanciulla ed altri scritti (1929).Desde entonces no dejaron de ir aflorando las páginas narrativas que Svevo no tuvo tiempo de rematar, pulir y publicar. Otro gran escritor triestino, Claudio Magris, prologaba en 1985 el volumen titulado I racconti donde están recopilados, con una ordenación distinta, casi todos los títulos de la presente edición española; el resto, procede de los tres tomos de Obras Completas publicados en 2004 por Mondadori, y Carlos Manzano traduce impecablemente también Nosotros, los del tranvía de Servola, aparecida en 1994. El resultado es una colección imprescindible para conocer a Svevo que incluye tanto sus relatos completos como una docena de textos inconclusos, y varias entregas de lo que hubiese sido la continuación de La conciencia de Zeno, donde se nos presenta al protagonista ya septuagenario en el trance de escribir Las confesiones de un anciano.
Ante el encomiable esfuerzo realizado es de lamentar la ausencia de un mínimo arropamiento crítico que nos ayudase a descifrar este dédalo de piezas dispersas. Un breve prólogo sin firma, que define hiperbólicamente a Svevo como "uno de los más grandes escritores del siglo XX", resulta insuficiente. De pasada, se menciona que el orden de las narraciones en cada una de las partes es cronológico, pero las fechas brillan por su ausencia. Y así se cierra el volumen con el fragmento titulado "El anciano", el primero que debería abrir la continuación de La conciencia de Zeno pues reitera que su escritura formaba parte de una "práctica higiénica" previa a un "tratamiento psicoanalítico".
La filiación freudiana de Svevo es palmaria; de hecho, tradujo La interpretación de los sueños junto al doctor Finzi. En varios de estos relatos asoma el universo onírico: así en "Vino generoso", que tanto recuerda "Los muertos" de Dublineses, y sobre todo en la pieza más brillante del conjunto, Corto viaje sentimental, donde se viene a afirmar que interpretar los sueños no es otra cosa que "hacer una carta con un telegrama" (p. 429). Svevo es un narrador de estirpe naturalista (o verista, para decirlo a la italiana) que describe una y otra vez un concreto escenario humano: el de las familias de comerciantes radicadas en el golfo de Venecia que, como él mismo, lo supieron todo del dinero pero no ignoraron la riqueza intangible del arte. A diferencia de Joyce o de los surrealistas, el psicoanálisis está incorporado a su obra como un método para trascender la unidimensionalidad del personaje naturalista pero no como una revolución formal de la escritura novelística. Bien apreciará el lector esta circunstancia en Todos los relatos, fieles a una narrativa convencional en primera o en tercera persona apenas sobresaltada por ciertas licencias como la de dar cervatinamente voz a un perro en "Argo y su amo".
Diario para la prometida
Tres días después de comprometerse con Livia Veneziani en diciembre de 1895, su prometida regaló a Italo Svevo este Kalenderbuch, un Diario para la prometida (Funambulista, 2007) en el que vertió confidencias -"soy un incorregible egoísta" (1-I, 1896)-; inseguridades -"no sabría qué derecho tengo a tu amor"- (18-I-96), esperanzas, anécdotas... y que termina al mes de casarse, confesándose "idéntico con todos mis vicios".