El final de la Dictadura. La conquista de la democracia en España, noviembre de 1975-junio de 1977
Nicolás Sartorius y Alberto Sabio
14 junio, 2007 02:00Adolfo Suárez jura su cargo como presidente del gobierno (5-VII- 1976)
En la convulsa trayectoria española del siglo XX hay dos breves etapas que han merecido una especial atención de los historiadores, la guerra civil y la transformación del régimen franquista, a la muerte del dictador, en una democracia homologable con el entorno europeo, eso que todo el mundo conoce con un término que hizo fortuna, la "transición". Como sabe cualquier mediano conocedor de estos temas, la bibliografía sobre el primero de estos acontecimientos es ya inabarcable, y no deja de crecer con la excusa de efemérides diversas, pero los análisis, ensayos y memorias sobre el lapso más cercano no dejan tampoco de incrementarse día a día, amenazando en un futuro quizás no lejano la preeminencia en este aspecto del conflicto bélico.Desde hace ya tiempo es por tanto difícil aportar elementos novedosos por lo que respecta a los hechos mismos: casi todo lo fundamental es bien conocido, e incluso muchas cuestiones adyacentes, secundarias o anecdóticas han sido desgranadas y repetidas en múltiples crónicas periodísticas, estudios clásicos de historia o testimonios más o menos sesgados de los mismos protagonistas. Aun así, adoptando otros puntos de vista -iluminando de modo distinto asuntos ya conocidos-, se han logrado introducir ingredientes para el debate. Podría citar, casi a vuelapluma, los diversos trabajos de Paloma Aguilar sobre la memoria y olvido de la guerra civil, el minucioso examen comparativo que efectuaba álvarez Tardío de las dos transiciones (la de 1931 y 1978) o el reciente volumen de Cristina Palomares sobre aperturistas y reformistas en el seno del propio régimen mucho antes de la muerte del General.
Eso no quiere decir, ni mucho menos, que se sepa todo, ni que todo se sepa igual de bien. Como en cualquier otra etapa crucial, faltan algunas piezas importantes del puzzle, y en algunos casos -pienso por ejemplo en las tantas veces soñadas memorias de Adolfo Suárez- parece que se tratará de lagunas casi irreparables. Siguen faltando también biografías definitivas sobre algunos elementos clave del proceso, empezando por el aludido primer presidente de la democracia, estudios que no sean ajustes de cuenta ni lo contrario, meras hagiografías. Y, en fin, en otros episodios trascendentales -me refiero ahora por ejemplo al 23 F- la intuición o los sobreentendidos han tenido que compensar la falta de documentos o certidumbres. Aun así, repito, nos movemos en terreno trillado, hasta el punto de que lo difícil es ser original o aportar algo inédito.
Con estas premisas se comprenderá fácilmente que cualquier autor que se adentra en este campo asume un reto y, al tiempo, el crítico o el lector algo versado mantendrá unas determinadas exigencias. Aquel y éstas convergen en definitiva en el mismo terreno de juego, el de la contribución relevante que, en este caso concreto, justifique además un volumen de casi novecientas páginas. Precisamente lo primero que llama la atención es el contraste entre la extensión mencionada y el reducido ámbito cronológico, los veinte meses escasos que median entre la muerte de Franco y las primeras elecciones democráticas. En efecto, a diferencia de otros analistas que datan el comienzo de la transición con el asesinato de Carrero Blanco (diciembre de 1973) o incluso antes, y llegan hasta el triunfo del PSOE en 1982 o hasta el fin de la primera legislatura socialista (1986), Sartorius y Sabio -una curiosa combinación, digamos de paso, de experiencia y juventud- han optado por lo que podríamos denominar el cogollo mismo de la transición, la fase menos discutible por su carácter de núcleo duro de todo el proceso.
Hasta ahí una opción legítima y que, en el fondo, podría parecer incluso "conservadora" -en el sentido de descartar cualquier pirueta interpretativa-... si no fuera porque los autores se niegan a hablar de "transición", como ponen de relieve en la elección del mismo título: el final de la dictadura, sí, y no la transición democrática. No es una casualidad ni una cuestión anecdótica, sino algo que afecta al contenido, enfoque, metodología y conclusiones de la obra que nos ocupa. Entre noviembre de 1975 y junio de 1977, enfatizan en diversas ocasiones Sartorius y Sabio, no existe aún la democracia y sí, en cambio, múltiples residuos -y a menudo, bastante más que residuos- del régimen anterior, que es caracterizado como una dictadura brutal con sus grises, su tortura sistemática, su TOP, sus cárceles, sus depuraciones, su censura, su control asfixiante en una palabra. No un régimen paternalista y de cierto pluralismo, como diría Linz, sino un sistema corrupto y mendaz, despótico y cruel (se recuerdan en este sentido las últimas condenas a muerte y las múltiples bajas por los "excesos represivos").
Y no es sólo un asunto de respeto a los hechos -o sea, que no había democracia ni libertades en el período que se estudia- sino de algo más profundo, una trampa saducea, diríamos en lenguaje torcuatesco, que se deriva del uso inadecuado de los conceptos: la transición no era una fase que tuviera necesariamente que surgir -cual crisálida- del seno de la dictadura; en ninguna parte estaba escrito que tras la muerte de Franco viniera el derrumbe del sistema por sí sólo. La prueba está en que distintos sectores económicos, políticos y sociales intentaron perpetuar un franquismo sin Franco. Si les salió mal fue porque encontraron una tenaz resistencia en aquella sociedad que despertaba y perdía el miedo, una negativa radical que se tradujo en una presión incontenible desde abajo. La democracia, por tanto, no fue un regalo, ni siquiera una especie de carta otorgada, sino una conquista de la calle y desde la calle, con huelgas obreras, manifestaciones estudiantiles, acciones sindicales, protestas en el campo, lucha en los barrios y, en general, una movilización constante de los sectores progresistas y dinámicos de la nación española.
ésos son, con el esquematismo inevitable de un apretado resumen, los presupuestos y planteamientos que informan el libro. Estamos por tanto ante una "relectura" de la transición -no me atrevo a usar el término revisión porque tiene unas connotaciones que están en las antípodas de este trabajo- desde una óptica que se reclama de izquierda crítica, pero no radical. Contra el maximalismo de esta última --más que transición, transacción vergonzante y vergonzosa- se defienden aquí el pacto y el consenso como las soluciones menos malas dadas las circunstancias. Pero precisamente por ello se rechaza también la mitificación acrítica que se ha hecho de esta fase desde la atalaya conservadora. Para Sartorius y Sabio aquella etapa distó mucho de ser un tránsito sosegado y ejemplar; fue un momento convulso, a menudo caótico, a veces sangriento, siempre incierto (frente a la concepción de diseño de laboratorio).
La obra, que empieza situando a la España de los 70 como una "anomalía" en el contexto de la Europa comunitaria, dedica en la parte final un interesante capítulo a la dimensión internacional, destacando la "unidad de criterio" de las potencias más implicadas en propiciar unas reformas controladas que alejaran a nuestro país del contagio portugués. Pese a tantas cortapisas y gravámenes, al final se impuso la voluntad popular y así, por la senda reformista, se desembocó en una auténtica ruptura con el régimen anterior. Por ello, en definitiva, concluyen los autores, si bien el dictador logró morir en la cama, la dictadura "feneció en la calle".