Desorden moral
Margaret Atwood
13 septiembre, 2007 02:00Margaret Atwood
Al reseñar Alias Grace, hace ya diez años y en estas mismas páginas, calificaba a Margaret Atwood como "la gran escritora de las letras canadienses" y cada nuevo título, cada nuevo volumen publicado, no supone sino la ratificación de mi opinión previa.El que acaba de editarse recientemente en español, Desorden moral, es al mismo tiempo una colección de relatos y una novela. La estrategia narrativa de Atwood es similar a la de Sherwood Anderson en Winesburg, Ohio, o Steinbeck en Las praderas del cielo: cada uno de los cuentos narrados tiene sentido en sí mismo, pero la historia en todos ellos tienen vocación de continuidad y un fuerte nexo de unión gracias al papel de la narradora-protagonista.
El volumen lo componen 11 cuentos que narran la vida de Nell, en cierta forma alter ego de la propia autora, desde la década de 1930 hasta nuestros días. Siete de ellos están escritos en primera persona y el resto en tercera, aunque siempre se refleja el punto de vista de Nell. La linealidad temporal también nos sorprende con una sutil variación. La primera de las historias, "Malas noticias", presenta a una anciana Nell y su esposo Tig en el momento actual, es decir, de acuerdo al orden cronológico debiera ser la última en ser contada; en la segunda de ellas, "El arte de guisar y servir", volvemos a encontrar a Nell a la edad de 11 años y a partir de entonces iremos conociendo de forma tan lógica como ordenada su infancia, adolescencia, madurez… y todos aquellos aspectos relacionados con su trabajo, amores, ilusiones, miedos y fracasos hasta llegar finalmente a "Los chicos del laboratorio", en el que encontramos a la protagonista con su madre, padeciendo demencia senil, contándole historias al oído y repasando, como el lector ha hecho con la propia Nell a lo largo de la obra, un viejo álbum de fotos.
Las implicaciones de la referida alteración cronológica resultan ciertamente jugosas, pues el interés del conjunto de la obra radica en el desarrollo y no en la conclusión. Es desde esta perspectiva cuando alcanza pleno sentido la reflexión expuesta en el primer cuento, "Eso es lo que dice la gente al referirse a cosas que ocurrieron antes de que ellos nacieran, o cuando todavía se chupaban el pulgar. Me gusta esa frase: ‘Nosotros las superamos’." (11); para concluir, "Lo que ahora nos define son los tiempos imperfectos: el pretérito imperfecto, ‘como entonces’; el futuro imperfecto, ‘aún’". (12).
Y esas "cosas que ocurrieron" comienzan en la segunda historia, Nell tiene 11 años, pasa el día tejiendo y esperando que nazca su hermanita Lizzie. En esta historia encontramos también a su hermano mayor, llamativamente ignorado en el resto de la obra. Será Lizzie, con graves problemas mentales y posterior intento de suicidio, quien ocupará el tiempo de Nell y le haga plantearse interrogantes sobre su propia existencia. Todo ello lo iremos conociendo en cuentos como "El jinete sin cabeza", con algún eco del propio W. Irving; "El otro lugar", un intento de recrear la idea de la imposibilidad de viajar al pasado y aliviarnos con nuestros recuerdos; "Monopoly", donde ya encontramos a Nell unida definitivamente a Tig, quien fuera esposo de su amiga Oona, singular personaje secundario; aunque Lillie, otro personaje secundario y protagonista de "Las entidades", una superviviente de los campos de concentración, sea una soberbia creación literaria; o "Desorden moral", no tan interesante como los anteriores aunque preste su título al volumen e indudablemente menos atractivo que la pequeña joya que descubrirá el lector en "Mi última duquesa", rememorando sus años de colegio cuando descubrió el amor y la soledad. El personaje principal de este cuento es Miss Bessie, a quien rinde un emotivo homenaje, pues tal vez sea la propia Miss Bessie esa última duquesa del poema de Browning y, como aquella y la autora, también su antigua maestra "estaba situada en el pretérito, perdida, dejada atrás." (68).