Image: El rombo de Michaelis

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Letras

El rombo de Michaelis

Fernando Royuela

22 noviembre, 2007 01:00

Fernando Royuela

Alfaguara. Madrid, 2007. 240 páginas, 19’95 euros

Que la ironía forma parte de los mecanismos de representación del mundo lo suscriben muchos, aunque es Ricardo Piglia quien así lo formula. Que la elección de ese procedimiento expresivo ofrece un ángulo desde el que proyectar la realidad distorsionando su forma lo dejó de manifiesto la estética del absurdo valleinclanesco y, desde entonces, cuantos se adscribieron al magisterio del esperpento como fórmula narrativa. Que esa posición le permite a un narrador situarse por encima de los motivos de sus burlas y sus burlados, para carcajearse de su mundo mostrándose crítico y críptico, no significa que no se le intuya perplejo, y por eso mismo aferrado a esa ironía bien tildada por Vila Matas de "compasiva" en alusión a la ejercitada por el mejor Cervantes.

Pues bien, nada de lo dicho es ajeno a lo que encontrarán los lectores de Royuela en este hilarante y desconcertante título: El rombo de Michaelis, en el fondo una provocación que juega al misterio, otorga unidad constructiva al volumen y le sirve de imagen para burlar con humor procaz el comportamiento humano; en realidad una colección de veinte cuentos a los que hay que sumar una "Advertencia preliminar" un "Aviso del editor" y un "Epílogo" que coronan el sentido lúdico y transgresor del ejercicio de buena literatura que el conjunto ofrece. No hay que obviar que cada entrega narrativa de Royuela (La mala muerte, La pasión según las fieras, y la última, Violeta en el cielo con diamantes, más que recomendable) ha supuesto un episodio digno de encomio por su originalidad y lo que es más singular y menos frecuente, el carácter arriesgado de cada libro, sobre todo teniendo en cuenta que logra ir confirmando su credibilidad narrativa en la simbiosis de dos valores que escasean: una copiosa formación lectora y el libre ejercicio de la creación.

Tanto es así que lo que ahora leemos puede resultar desconcertante y hasta controvertido, pues de entre todos los asuntos que trata (-"falsos modales, idiosincrasias papanatas", según el autor del "Epílogo") algunos son tópicos manidos (los empresarios de pasado hippy, la imposibilidad de imponer la razón entre tanta "memez" colectiva, la hospitalidad transformada en mercantilismo), otros resultan truculentos (como los que relatan hasta dónde llegan los habitantes de una localidad para promocionarse), otros son verdadera ciencia-ficción (sobre el grado de penetración que la televisión española tenía en la sociedad de los 50) o parodian el afán especulador llevado al absurdo en asuntos literarios ("www.delgoloso.com"). Si bien es cierto que la elaboración mejora el contenido en algunos casos, el ingenio apuntala cada uno y la admiración asiste al lector cuando se presenta el "pescadero sofista", capaz de vender con su labia toda clase de mercancía, o el excéntrico personaje de "El desierto de Barriola", obsesionado por desertizar su valle natal. Cuando asiste a cambios de registro, a la mezcla de rigor histórico y leyenda o al desatino de una toponimia que evidencia el tono paródico del conjunto sugiriendo que "estos tiempos inacabados nuestros" (que diría Javier Marías) serían trágicos si no fuera porque resultan cómicos.

Lo dicho, ironía compasiva, la mejor herramienta para un "fingidor" que apuesta por experimentar desde todos los ángulos de la literatura.