Obama. La audacia de la esperanza
Barack Obama
10 enero, 2008 01:00Hillary Clinton y Barak Obama, durante un acto electoral de los demócratas
El caucus de Iowa, en el que Barack Obama ha dado su primer gran paso para convertirse en el candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, es algo tan típicamente norteamericano como los sombreros tejanos, las road movies y las canastas de la NBA. También lo es el propio Obama y sin embargo su mensaje político, tal como lo expone en La audacia de la esperanza. Cómo restaurar el sueño americano, tiene un alcance universal.Ambas afirmaciones pueden parecer a primera vista algo extrañas. Nacido en Hawai, hijo de un padre negro llegado de Kenya y de una madre blanca del Medio Oeste, Barak Obama vivió algunos años de su infancia en Indonesia, a donde su madre se trasladó tras haberse casado en segundas nupcias con un indonesio, así es que las reuniones con sus parientes, blancos, negros y asiáticos, se asemejan a una sesión de las Naciones Unidas. Incluso dentro de la minoría negra tiene un origen insólito y un rival electoral en Illinois, el estado que le eligió senador en 2004, llegó a decirle que no era un auténtico afroamericano, porque sus antepasados no fueron esclavos. ¿Es pues un americano típico? Y su libro, que dedica menos de la sexta parte de sus páginas a lo que él llama "el mundo más allá de nuestras fronteras", ¿puede decirse que se ocupa de los problemas globales? Las respuestas a ambas preguntas, insisto, han de ser afirmativas.
El joven senador, de cuarenta y seis años, encarna a la vez el tradicional sueño americano y el futuro de los Estados Unidos. La promesa de que el éxito estaba abierto a todo aquel que tuviera talento y trabajara duro, de que los inmigrantes se podrían integrar plenamente en la vida nacional, cuyos valores deberían por supuesto asimilar, están en la base del optimismo y el dinamismo que han caracterizado a los Estados Unidos desde sus orígenes. Cierto es que, durante mucho tiempo, los negros quedaron excluidos de ese sueño, pero la emergencia de una clase media afroamericana, integrada por profesionales competentes y con éxito, es uno de los grandes avances de la democracia americana en las últimas décadas. Por otra parte, las minorías, es decir negros, latinos y asiáticos, son ya mayoría en estados como California y Texas, y algunos prevén que lo serán en el conjunto del país a mediados de este siglo. Si Obama se convirtiera en presidente, sería pues el mejor símbolo de que el sueño americano sigue abierto para todos y el mejor estímulo para continuar en el camino de la integración de todas las minorías en una empresa común. Y en un mundo en que la interacción entre gentes de todos los colores, etnias y credos es cada vez más intensa, pero que se ve amenazado por el auge de los exclusivismos religiosos y nacionales, un presidente afroamericano en la nación más poderosa del mundo tendría también efectos benéficos. Para una Europa a la que le resulta difícil gestionar la integración de sus inmigrantes, sería toda una lección. ¿Alguien puede imaginarse al hijo de un inmigrante africano compitiendo por la más alta magistratura de un país europeo?
Si los ciudadanos americanos terminan eligiendo presidente a Obama, no lo harán sin embargo porque sea un negro, sino por su capacidad para afrontar los grandes desafíos que tiene planteado su país. Tras leer La audacia de la esperanza, mi impresión es que la tiene. Se trata de un libro muy bien escrito en el que los recuerdos personales, los análisis políticos, las referencias a la historia de su país y los llamamientos al compromiso moral se combinan para trasmitir un mensaje de confianza en que el sueño americano puede renacer. En el clima de desánimo que parece haberse instalado al final de la presidencia de George W. Bush, la gran baza de Obama ha sido esa capacidad suya de trasmitir esperanza. Y en el ambiente de descalificaciones mutuas en que parece haber caído la política americana (lo mismo que la española) su énfasis en el análisis racional de los problemas y en la posibilidad de llegar a acuerdos entre gentes de ideas distintas resulta como una bocanada de aire fresco en un ambiente viciado por el humo del tabaco. El discurso político no tiene por qué consistir en reafirmar los prejuicios ideológicos del propio electorado, como piensan muchas personas que creen tener las ideas claras cuando lo que está claro es que carecen de ideas.
La audacia de la esperanza es un libro que puede ser leído como una introducción a la vida política americana, a los graves problemas que tiene planteados aquel gran país y a las posibles vías de solución de los mismos. Pero resulta que tales problemas son en buena medida comunes a todos los países desarrollados, a pesar de las innegables diferencias que existen entre la estructura social y la cultura política de todos ellos y en particular entre los Estados Unidos y Europa. ¿Cómo evitar que los efectos dañinos de la globalización conduzcan a un contraproducente intento de combatirla? ¿Cómo combinar el dinamismo que ofrece la iniciativa individual con la protección que garantizan las políticas sociales? ¿Cómo promover la investigación científica y el desarrollo tecnológico sin los cuales el país no podrá mantener su actual competitividad en el ámbito global? ¿Cómo aumentar la calidad de la enseñanza? ¿Cómo lograr que la fe religiosa sea un estímulo para trabajar por el bien común y no un factor de discordia? ¿Cómo sacar del círculo vicioso de la pobreza y el crimen a los barrios degradados? ¿Cómo afrontar el problema de la inmigración irregular? ¿Cómo mantener los valores familiares sin pretender el retorno a un caduco modelo patriarcal? No creo que nadie piense que se trate de problemas específicamente americanos y las sensatas reflexiones de Obama sobre todos ellos son tan pertinentes en Illinois como en España o en Alemania.
El núcleo central del mensaje de Obama es que los Estados Unidos pueden afrontar todos los retos que tienen planteados, que para ello es necesario contar con todos los ciudadanos y que el Estado tiene un papel que jugar, en contra de lo que piensan los republicanos más conservadores, pero que la solución no está siempre en el gasto público, como parecen creer algunos demócratas.
Tomemos el caso de la minoría negra, que sin duda ha progresado mucho desde que en los años sesenta triunfó el movimiento de los derechos civiles, pero que sigue estando en una situación difícil de acuerdo con todos los indicadores, desde el nivel salarial y la esperanza de vida hasta la quiebra de la familia, el fracaso escolar y la tasa de delincuencia. Ello exige algunas medidas específicas, como el efectivo cumplimiento de las leyes contra la discriminación, pero requiere sobre todo medidas universales en ámbitos como el empleo, la educación y la sanidad, que ayuden a prosperar a todas las familias, negras, blancas o latinas. Son planteamientos como éste los que hacen que Barack Obama no sea un líder afroamericano sino un posible presidente. La cuidada traducción española de su libro ofrece ahora muchos temas de reflexión para quienes se preocupan por el futuro de nuestro propio país.
El discurso de 2004
"Creer en un futuro mejor"
En plena crisis demócrata tras la derrota de Kerry ante Bush en 2004, un joven senador negro recibió el encargo de abrir con su discurso la Convención Nacional Demócrata. El éxito fue tal, gracias a su destreza en la oratoria, a su fuerza y a la apelación a algo de lo que los ‘burros’ estaban muy necesitados, la esperanza, que ha quedado fijado como un momento histórico en la política estadounidense del nuevo siglo y como el inicio de una fulgurante carrera política: "Esperanza. Esperanza frente a la dificultad. Esperanza frente a la incertidumbre. ¡La audacia de la esperanza! En definitiva, ese es el mayor regalo que Dios puede darnos, el cimiento de esta nación. Creer en aquello que no se ve. Creer que nos espera un futuro mejor. (...) No existe una América liberal y una conservadora, una negra y una blanca, una latina y una asiática, sólo los Estados Unidos de América".