Image: Generosos inconvenientes

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Letras

Generosos inconvenientes

Luisa Valenzuela

4 diciembre, 2008 01:00

Luisa Valenzuela

Menoscuarto. Zamora, 2008. 266 pp., 16 e.

A veces los críticos literarios tienen que presentar al público español autores que disfrutan en sus países de una merecida y antigua fama. Así ocurre con la argentina Luisa Valenzuela (Buenos Aires, 1938), de larguísima trayectoria, admirada desde su juventud por Susan Sontag, Cortázar o Carlos Fuentes. Por fortuna, una doble casualidad favorece ahora su difusión española: Menoscuarto Ediciones publica estos Generosos inconvenientes -selección de relatos escritos entre 1967 y 1993-- y Páginas de Espuma su trabajo más reciente: Tres por cinco. Como en Cortázar, en Valenzuela hay mucho de juegos de ingenio e ironía y gran descreimiento de las versiones oficiales. Ingenio puro, pero algunos textos alcanzan la hondura existencial de otro gran maestro argentino del relato: Haroldo Conti. La fina guasa y el humor negro rebosan en títulos como: "Novela negra con argentinos" o el logrado y terrible "Aquí pasan cosas raras" de esta colección, escrito en plena Argentina de 1976, que comparte con "Cambio de armas" el trasfondo de la violencia asumida de las desapariciones y torturas. La utilidad de la literatura como denuncia y también como consuelo aparece ya en la prosa inicial de "Los Menestreles" (1967): la vida de una madre y un hijo en una granja francesa, aferrados a los relatos diarios que mantienen el recuerdo de nueve ausentes. Un mundo repleto de simbolismos y alegorías recorre toda la obra, especialmente "Donde viven las águilas", "El don de la palabra (caricatura de los poderosos y sus discursos)" o "Generosos inconvenientes bajan por el río (con esa red cruzada en el río por si aparece el Mesías)". En "Verbo matar", la acción verbal y la acción pura se entremezclan, señalando indirectamente (pero justo entre los ojos) a los monstruos de la dictadura y su amenaza aleatoria contra la inocencia y los proyectos. Como en Ingeborg Bachmann, las relaciones enfermizas de poder en lo político y en la esfera privada: la familia de Cuchillo y madre. El mundo desencantado y la soledad contemporáneas quedan retratados en "Tango". Aburre "El café quieto", pero deslumbra, en cambio, "Si esto es la vida, yo soy Caperucita Roja": magistral inversión del machismo latente en los cuentos infantiles, ingeniosa rebelión de Valenzuela contra el sumiso papel asignado a las mujeres. También La densidad de las palabras grita no a la dominación burda de los hombres. Valenzuela cuestiona lo establecido, las preciosas fábulas con hadas, los cuentos chinos. De ahí que "Avatares" -alegoría de la impunidad de los poderosos- discurra hacia una burla de Cenicienta y los príncipes azules, reivindicando relaciones entre iguales en el mundo real. Ese mismo deje cínico, desenmascarador, no dejará títere con cabeza en "La llave". Valenzuela declara que pretende "darle vuelta a la taba", "invertir el punto de vista". Y vaya si lo consigue.