Paolo-Giordano

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Letras

La soledad de los números primos

15 mayo, 2009 02:00

Paolo Giordiano

Traducción de J. M. Salmerón Arjona. Salamandra. 288 páginas. 16 euros

La literatura siempre ha ofrecido cobijo a enfermos y marginados. La soledad de los números primos es la primera novela de Paolo Giordano (Turín, 1982). Licenciado en Física Teórica, Giordano ha recurrido al lenguaje matemático para expresar el dolor, la impotencia y la soledad de las vidas lastradas por un trauma físico o psíquico. Divisibles por 1 y por sí mismos, los números primos cada vez aparecen más aislados en la infinita serie de los números naturales, hasta quedarse relativamente solos, pero la peculiaridad que los sitúa entre una multitud de números naturales también determina que antes o después se forme una pareja de gemelos.

Giordano aplica esta fórmula a dos personajes con una infancia rota. De niña, Alice sufrirá un accidente de esquí que le provocará una cojera permanente. Humillada en su adolescencia, el deseo de agradar convivirá con el resentimiento, malogrando amistades y escarceos sentimentales. Las cosas no serán más fáciles para Mattia, que crecerá abrumado por el sentimiento de culpabilidad. Con un retraso mental severo, Michela -su hermana gemela- siempre le mantuvo alejado de los chicos de su edad, que no soportaban la cercanía de una niña incapaz de hablar. Forzado por sus padres, uno de sus compañeros de escuela le invita a su cumpleaños. Mattia acude solo, tras dejar a su hermana en el banco de un parque, con la ingenua esperanza de reencontrase con ella más tarde. Michela desaparecerá y la policía abandonará la búsqueda tras varios meses de trabajo infructuoso.

Con una prosa sencilla y funcional, Giordano sostiene una trama que conserva la tensión hasta el último momento. Sería prematuro hablar de una obra perfecta, pero es innegable que se trata de un comienzo brillante. Con una cita de Nerval, que manifiesta los problemas del ser humano para no perder su dignidad, Giordano se interna la frustración de dos existencias golpeadas por el infortunio. Alice sucumbirá al principio de Arquímedes, una ley física que la convertirá por azar en una tullida. La naturaleza no repara en el sufrimiento. Para el universo, las emociones son intangibles e irrelevantes; para el hombre, representan lo esencial. Mattia contempla a su hermana gemela y experimenta la sensación de una existencia duplicada.

Al igual que los dioscuros (Cástor y Pólux), son idénticos y divergentes. La muerte les aleja y la eternidad les une con un lazo indisoluble. Mattia prolongará la existencia de Michela en una memoria que palpita como una herida abierta. Ensimismado, taciturno, pero con una mente privilegiada para las matemáticas, la culpabilidad le impedirá entregar y recibir afecto. Alice, más creadora e intuitiva, soportará el mismo problema. Sus encuentros con Mattia no prosperarán. Escindidos del resto de los seres humanos, Alice y Mattia transitarán por el mundo como dos seres incompletos.

Alice y Mattia no son Gregorio Samsa. Más bien se aproximan a las desgraciadas criaturas de Tod Browning en Freaks (1932). El talento matemático de Mattia no es humano. Según su propia madre, es monstruoso. El infinito rencor de Alice evoca la tortuosa mente de El enano (1944) del Nobel sueco Par Lagerkvist, pero en ambos casos el odio hacia los demás no es más que fragilidad encubierta. Mattia y Alice se odian a sí mismos, no soportan el contacto físico y se autolesionan. Giordano no abandona a sus personajes en la desesperanza absoluta. Tampoco les promete una dicha inverosímil. Sólo les exige un esfuerzo para continuar con sus vidas, insinuando que el futuro puede ser mejor, aunque nunca óptimo.

La soledad de los números primos es una fábula moral. Desgarrada, con aristas, sin falsas promesas, nos enseña que -incluso en la enemistad- el hombre anhela la reconciliación con el otro. Pólux no aceptó la inmortalidad hasta que pudo compartirla con Cástor, su hermano y rival.