Image: Defensa de lo privado

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Letras

Defensa de lo privado

Wolgang Sofsky

12 marzo, 2010 01:00

Trad. Marciano Villanueva. Pre-Textos. Valencia, 2010. 220 páginas, 14 euros

El sociólogo Wolfgang Sofsky denuncia la incapacidad del Estado para garantizar la intimidad del ciudadano en Defensa de lo privado. Fernando Aramburu ironiza sobre las medidas de seguridad en los aviones.

La relación entre lo público y lo privado es hoy más difícil que nunca. Defensa de lo privado es ante todo un manifiesto contra el gigantesco desarrollo que la esfera pública está teniendo en los comienzos del siglo XXI. Construida la modernidad sobre un espacio público de grandes dimensiones sociales, culturales, políticas y territoriales, el advenimiento de las nuevas tecnologías de la información ha contribuido de manera decisiva a la hipertrofia del escenario público. La distinción entre lo público y lo privado conforma para Norberto Bobbio, autor de Estado, gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política (Fondo de Cultura Económica, 1989), uno de los ejes cruciales de la ciencia política. En su opinión lo privado es aquello que se identifica con lo individual y lo público con lo colectivo. Bobbio subraya que más que entender lo privado como secreto y lo público como no secreto, de lo que se trata es de hacer notar que la distinción entre lo público y lo privado ha tenido en Occidente una presencia constante a lo largo de la historia de la filosofía y de las ciencias sociales. Buena parte de la obra de autores como Norbert Elias, Jürgen Habermas, Anthony Giddens, Glaser y Strauss, García Canclini o Rom Harré, por no hacer más larga la lista, coincide con la perspectiva de Bobbio.

Un problema que atañe a todas las democracias
El concepto de privacidad, traducción directa del inglés privacy, ha estado asociado tradicionalmente a la cultura británica y norteamericana. Desde hace años es una cuestión que atañe a todas las democracias desarrolladas. Buena prueba de ello es la atención que Jacques Attali le presta en su Diccionario del siglo XXI (Paidós, 1999). En esas páginas muestra su preocupación ante la huella detectable, en cualquier red electrónica o informática, de todo aquél que haya accedido a ella para divertirse, consumir o trabajar. Garantizar el derecho a la privacidad es, en su opinión, una necesidad creciente para el funcionamiento de la democracia.

En este marco de relación entre lo público y lo privado se inscribe Defensa de lo privado. Wolfgang Sofsky, nacido en 1952 en Kaiserslautern (Alemania) y sociólogo de formación, plantea una indignada defensa de la privacidad. Su texto comienza trazando un vívido retrato de las huellas que cualquier persona va imprimendo a lo largo de un día cualquiera de actividad. Constantemente se atraviesan controles. Cámaras y pantallas de todo tipo van dejando constancia de nuestro paso y de nuestras actividades en lo que él denomina una "vigilancia sin fisuras". Tras conseguir preocupar, incluso angustiar, al lector, Sofsky recuerda que el poder siempre pretende ser más poderoso y que "el crecimiento del Estado moderno discurre en paralelo con la erosión de lo privado". De este modo, el ciudadano de cristal, el súbdito transparente es el objetivo último de todo poder público.

Mantener el anonimato
Para la protección de lo privado el anonimato es esencial, y el espacio propio de su perviviencia es la gran ciudad. En ella la cortesía, la etiqueta, el autocontrol, el pudor y la reserva florecen con mayor facilidad. En este elogio de la gran ciudad, Sofsky no deja de recordar que la privacidad tiene límites. La libertad propia colinda con la ajena. El manto de lo privado, afirma, no puede encubrir actos innobles. La violencia, los malos tratos, el olvido del deber o el abuso sexual no deben quedar amparados.

Ya en las páginas centrales de este volumen, Sofsky se detiene en las limitaciones adoptadas por un buen número de países sobre substancias como el tabaco, el alcohol o la utilización del automóvil. Asimismo entra en el detalle de ciertos mecanismos de control como el de la vigilancia acústica, sus mínimos aparatos de escucha, sus micrófonos direccionales y las nuevas técnicas que utilizan rayos laser para espiar, desde grandes distancias, lo que se habla en el interior de los hogares.

En el último tercio de Defensa de lo privado, Sofsky acomete su tesis más polémica. En su opinión, la propiedad privada es el elemento de regulación de las relaciones humanas. Convierte la propiedad privada en una realidad social esencial para la interacción social. Lejos de introducir alienación y división entre las personas, "la separación entre lo mío y lo tuyo crea orden social" Influenciado, sin duda, por David Hume y Robert Nozick, Sofsky entiende que al proporcionar la propiedad privada los medios para disponer de ciertos bienes, lo que está concediendo es libertad política y, en definitiva, fundamentando la ciudadanía.

El peligro del cruce de datos
Frente a la propiedad privada, Sofsky ve alzarse al Estado moderno como un monstruo que sólo gobierna con la cabeza ocupada en gastar cada vez más. Los impuestos, forma central de recaudación, son contemplados como el medio a través del cual el Estado se adueña de funciones sociales que, en realidad, no le corresponderían y, con ello, se acaban convirtiendo en "un acto de arbitrariedad". Al Estado, concluye Sofsky, no le compete tanto la distribución de bienes como la garantía de su libre intercambio.

Se cierra este volumen con una advertencia ante la enorme capacidad de información que genera la sociedad del siglo XXI. Sofsky advierte al lector del peligro que supone el cruce de datos dispersos entre las distintas administraciones. El Estado de bienestar se alimenta de los datos que almacena sobre sus ciudadanos y que cada vez evalúa con mayor precisión. Por si esto fuera poco, Leviatán no se alimenta únicamente de la información administrativa. El mercado es también culpable de ir vigilando y almacenando información útil para propiciar el consumo. Comerciantes, banqueros, aseguradoras, cadenas de alimentación o agencias de publicidad acumulan información sobre clientes para elaborar perfiles personales y abrir nuevos nichos de mercado.

Dado que ni el Estado ni el mercado pueden garantizar la libertad de la vida privada, el ciudadano es situado por Sofsky en una posición en la que únicamente puede confiar en sus propias fuerzas de modo que su privacidad sea el fundamento de su libertad y que ésta le proteja frente a todo poder. Postura extrema en un ensayo de indudable oportunidad, que puede pecar, en ocasiones, de un excesivo atrevimiento. El lector interesado en Sofsky tiene a su disposición Tiempos de horror: amor, violencia y guerra (Siglo, XXI, 2004).

Otros dos libros, editados recientemente que aportan intervenciones fundamentales a la discusión entre lo privado y lo privado son La negociación de la intimidad (FCE), de María Julia De Ruschi y La privación de lo íntimo (Península), de Jordi Terré.

Otras defensas de lo privado
Des Ruschi es profesora de sociología en la Universidad de Princeton, especializada en Sociología Económica. Analiza en su ensayo cómo en la vida cotidiana tendemos a utilizar las actividades económicas para crear, sustentar y renegociar lazos importantes, en especial uniones íntimas con otras personas. Señala la autora cómo las personas se desvelan e invierten en el día a día una gran cantidad de esfuerzo para encontrar el lazo apropiado entre las relaciones económicas y los vínculos de su vida privada. Vínculos que obligan a compartir la responsabilidad del mantenimiento del hogar o el cuidado de los niños y los ancianos, amén de otras variopintas cuestiones.

Por su parte, Michaël Foessel (1974), filósofo y profesor en la Universidad de Borgoña, desvela en su libro la articulación de lo íntimo y lo político. Parte para ello del supuesto que distingue, en el seno de la esfera privada, lo íntimo y lo social. Esta distinción es un producto de la modernidad que se alza tanto contra la absorción de lo político en lo social como contra su transformación en algo íntimo. Foessel advierte que, con frecuencia, el recurso a "lo público"es un instrumento destinado a deslegitimar reivindicaciones individuales y sociales.

A través de los hombres

Por Fernando Aramburu

Llegan en fila india. Ya han empezado para entonces a perder opacidad. Estamos al corriente de sus nombres, su profesión, sus señas postales. No ignoramos adónde van ni en qué asiento. ¿Darles explicaciones? ¿Para qué? A sus años deberían saber que la libertad personal es un factor de inseguridad para el conjunto. Por su propio bien han de despojarse del abrigo, del sombrero, de las gafas oscuras. Hurgamos en sus bolsas. Los cacheamos, sin olvidar el recoveco genital, en busca de un alma metálica. Les mandamos descalzarse. Los escaneamos de cuerpo entero. Les decomisamos el agua, el perfume, las tijeras de manicura, a veces la sonrisa. Cuando ya son de vidrio transparente, dejamos que se acomoden en el avión con el cinturón de seguridad abrochado.