Image: Los fragmentarios, ¿a muerte con los clásicos?

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Letras

Los fragmentarios, ¿a muerte con los clásicos?

Los jóvenes nocilleros se enfrentan a las críticas generales de autores consagrados

12 marzo, 2010 01:00

Kirmen Uribe, Vicente Luis Mora, Agustín Fernández Mallo, Javier Calvo, Menéndez Salmón, Álvaro Pombo, Rafael Chirbes, Isaac Rosa, Vicente Molina Foix y José María Guelbenzu

Desde hace tres años no hay reunión de escritores célebres que no acabe con un lamento: esto de los nocilleros, de los fragmentarios, está haciendo mucho daño a nuestra narrativa. ¿Por qué? Porque, dicen, está todo inventado. Porque son un remedo de la verdadera literatura. Un invento mediático sin nada dentro. Críticas que no suelen trascender al lector pero que demuestran que las aguas literarias bajan más revueltas que nunca. Porque ellos, los fragmentarios, los mutantes, no están dispuestos a callar.

El debate está más encendido que nunca, pero no es exclusivo de nuestras letras, sino un fenómeno global que, como apunta el último premio Nacional de Narrativa, Kirmen Uribe, existe ya en muchas tradiciones literarias. Es más, la “alterficción” se halla en pleno apogeo, en Francia, Estados Unidos e Hispanoamérica. “Sin ir mas lejos, Diario de un mal año de J.M. Coetzee, es un ejemplo de innovación literaria muy acorde con este debate sobre qué es la ficción, y de qué manera hay que contar en estos tiempos”, destaca Uribe. En ningún otro lugar, sin embargo, ha provocado unos enfrentamientos tan cerrados como en España. Hay quien afirma (Vicente Luis Mora, antes de desmarcarse definitivamente del movimiento nocillero) que el fragmentarismo es el nuevo realismo, y que hoy, ahora mismo, la narrativa mutante es la más precisa. La respuesta es inmediata. A Rafael Chirbes, por ejemplo, le parece una tontería, pues “en narrativa creo que se ha hecho de todo. Sterne ponía páginas en negro para contar que era de noche, se saltaba la paginación como elemento narrativo, y manejaba el tiempo como chicle. Eso ocurría hace más de doscientos años. Cada uno que haga la literatura que pueda, si sirve para contar su tiempo. Pero conviene no olvidar que obras son amores y no buenas razones. La novela no necesita de pontífices, sino de novelistas.” Los peligros del payaso Por eso, Chirbes no entiende que se hagan llamar “mutantes”. Porque “en literatura es muy difícil dar saltos. Se puede saltar para llamar la atención, pero eso lo hacen los autores, no los libros. Dos Passos escribió sabiendo que existían el cine, los periódicos, laradio, los rascacielos, los ascensores, el paro y la guerra... En cada tiempo se escribe desde los materiales que se tiene a mano. Nada nuevo bajo el sol. Lo único verdaderamente peligroso cuando se escriben libros es no saber que existen las bibliotecas (aunque sean virtuales). Se corre el peligro de repetir (como payaso) lo que alguien ya ha contado como escritor”. Ferlosio, mangas y jerseys Menos radical, pero también contundente se muestra Álvaro Pombo, que comparte el interés por el fragmento, “que, en mi caso particular, ha ido aumentando con los años. En este contexto, sin embargo, me gusta recordar siempre aquello que dijo Rafael Sánchez Ferlosio de que no siempre quien sabe hacer punto y sacar una manga, sabe además realmente sacar un jersey. A veces sí y a veces no. Por otro lado, el fragmentarismo -horrible palabra- se inventó ya en los años 20 y en especial con T. S. Eliot en The Waste Land, cuando escribió: “These fragments I have stored against my ruins” y “I can connect nothing with nothing”. ¿Son injustas las críticas a los jóvenes autores fragmentarios? ¿Son realmente innovadores? Pombo, bienhumorado, cree que “antes de sentar plaza de innovador hay que comer mucha nocilla. Cuando seas padre comerás huevos y nocilla. Una gran parte del trabajo de la gente joven es mimético por naturaleza. No quiero decir que no haya nada nuevo bajo el sol. Hay tanto nuevo que lo flipo. Pero expresarlo es difícil, hay que regatear y regatear y pasar bien el balón antes de meter gol”. La cuestión, viene a decir José María Guelbenzu, es que lo que está en juego es el futuro de la novela pero lo que ve, lo que lee ahora mismo, no le gusta demasiado: “Estoy convencido de que la era de la informática va a incidir muy seriamente en todos los aspectos del arte, no sólo de la escritura. El cómo vaya a hacerlo es algo que sólo se descubrirá sobre la marcha y lo que hay que hacer es estar atentos y carecer de prejuicios, que no de gusto ni de criterio. Hasta ahora, de lo poco que he visto no hallo nada que me convenza de que el cambio está empezando a apuntar. La ansiedad por el cambio parece ir por delante del cambio. Ya Claude Simon planteó que, como nuestra percepción de la realidad es fragmentaria, la novela, en la medida que trata de representarla, ha de serlo también. Pero lo que hay responde más bien a un juego de corta, pega y mezcla que a la verdadera búsqueda de un sentido que justifique nuevas formas. A mí me parece que esta especie de inquietud sobre el futuro de la novela responde antes a un asunto clásico (la necesidad de matar al padre) y a una estrategia comercial (la búsqueda de un hueco de poder y un trozo de mercado) que a una verdadera aventura del estilo y de la expresión”. "Todo está inventado" Vicente Molina Foix, insiste en la misma idea: “Todo está inventado. Lo que pasa es que la gente hace sus experimentos, con más o menos interés y profundidad, aunque resulte evidente que lo fragmentario, el collage, la literatura prismática , si quiere llamarla así, existe desde hace décadas. Por eso no creo que podamos hablar ni de inventos ni de revoluciones literarias. Sólo son inventos publicitarios, propagandísticos incluso, promovidos por los autores y sus círculos medíaticos. No hay nada más”. De la misma edad que muchos de los fragmentarios más célebres, Isaac Rosa ha apostado por una escritura diferente. Más comprometida también. Y más inquieta. Sí cree que la narrativa mutante pueda ser “más realista” que el realismo formal habitual en la literatura española. “No sería difícil, dado que este último suele ser un realismo sin realidad, o que al menos ignora mucho de la realidad, lo más conflictivo. Sin embargo, me temo que la insistencia en ver la realidad como algo fragmentario, discontinuo, líquido, no permite comprender bien un mundo que bajo esa apariencia sigue siendo duro, material, continuo”. -Pero, ¿de verdad cree que están haciendo daño a nuestra narrativa? -No creo que el debate mutante o nocillero haga ningún daño, más bien lo veo inofensivo. Creo que en él conviven planteamientos teóricos interesantes (los del propio Vicente Luis Mora, por ejemplo), con resultados narrativos de interés desigual. En el fondo es un tributo al que parece obligada cada nueva generación, que suele buscar su sitio empujando a sus mayores y cuestionando la tradición, hasta que conquista un terreno propio del que será empujada por la siguiente generación. -Lo que hace daño -apunta Chirbes- a la literatura es la mala literatura. Lo que sí que es muy malo cuando se escribe es escuchar mucho ruido, o hacerlo: el ruido, en novela, se escribe en silencio. -El mundo literario está lleno de celos y competitividad -subraya Javier Calvo. No hay nadie que esté haciendo daño a la narrativa española, ni siquiera los malos escritores, porque sigue habiendo muchas propuestas interesantes que son independientes de la mala literatura. En el panorama literario cabemos todos, y cuanta más diversidad haya, mejor. Y tercia Ricardo Menéndez Salmón: “No le doy mucha importancia a ese posible daño, porque el tiempo pone a cada cual en su sitio, y dentro de unos años de todo este polvo levantado quedará lo esencial, un nombre, a lo sumo dos, nada más. Creo que hay que distinguir la paja del grano. La trilogía de Fernández Mallo me interesa mucho, sobre todo Nocilla Lab, un texto en mi opinión importante, como me interesa, por ejemplo, la obra de Javier Pastor o Providence, de Juan Francisco Ferré, una novela que, de modo paradójico, desmiente el andamiaje teórico que la sustenta, pues me parece un texto absolutamente clásico en su forma, una especie de Fausto contemporáneo. Cosa distinta son los epígonos que van surgiendo y las formas en que a veces se han presentado los autores del grupo, que en mi opinión confunden la literatura con la paraliteratura. Me sorprende que tengan un discurso teórico sobre su propia obra infinitamente más complejo que la obra en sí. Uno espera encontrarse algo del calibre de Thomas Pynchon y resulta que acaba leyendo una mala copia de David Foster Wallace. También me sorprende el afán de pertenencia. Será porque a mí siempre me ha aterrado que me junten con alguien que no sea una mujer guapa. Tengo poco espíritu gregario.” El contraataque de K. Uribe Kirmen Uribe inicia el contraataque con contundencia. Recuerda, por ejemplo, cómo “Cezanne tildó de ‘burla al arte moderno' el cuadro Las Demoisellesd'Avignon de Picasso. Está claro que el lienzo del malagueño no cabía dentro de la concepción que tenía Cezanne sobre el arte moderno. Se trataba de un lenguaje totalmente distinto. Así es que no le gustó”. Y va más lejos. Asegura que si uno lee “las novelas fragmentarias que ahora mismo se escriben en el mundo teniendo en cuenta las coordenadas que tenía la novela ‘moderna' de la primera mitad del siglo XX no puede más que pensar que la nueva novela es fallida, que no respeta las leyes del género. Pero ahora mismo estamos hablando de nuevas formas de narrar, que tratan de introducir los cambios que se están dando en este principio de siglo: cambios que se están dandoa la hora de leer y, por consiguiente, de escribir. El periodismo o el cine tuvieron en su tiempo mucha repercusión en la novela, le abrieron muchísimas posibilidades. Lo mismo ocurrirá con las nuevas tecnologías. ¿Por qué cerrarnos a incorporar esos cambios, a buscar nuevas maneras de contar que enriquezcan el género?”. Agustín Fernández Mallo también se rebela contra las críticas: “Hay personas -señala- que se creen los garantes o elegidos para salvaguardar un templo sagrado, tarea que, en realidad, nadie, salvo una perversa maquinita que hay en cerebro llamada Super Yo, les ha pedido. Y trasladan esa confusión al terreno moral, de sacerdote. La literatura para ellos es una moral que está siendo violentada. Un puritanismo como otro cualquiera. Nada nuevo bajo el sol. Lo triste es comprobar que hay gente que piensa que aquí no hay sitio para todos. Personalmente, me encanta que se edite literatura que nada tenga que ver con la mía, y cuanta más, mejor. Me parece un signo de buena salud.” Una narrativa más precisa Vicente Luis Mora dejó hace varios meses de formar parte del grupo “mutante”, pero como crítico literario (ya no como autor) intenta aclarar su opinión: “Cuando digo que es una narrativa más precisa no significa que sea ‘mejor'. Hay muchísimos autores no mutantes, desde Tizón a Fresán pasando por Marías, González Sainz, Menéndez Salmón o Gopegui, que cuento entre los mejores (aunque no todos sus libros me gusten, según casos). Pero más precisa significa que los autores mutantes han conseguido observar su tiempo y asumir su epistemología, sus medios, su ciencia, su sociología, y aplicarla en las novelas. Miran compleja y ambiciosamente el mundo y crean mecanismos (cada autor uno distinto) para reproducirla. Y sí, precisamente porque nuestra realidad es inaprensible y no puede verse de un vistazo, la narrativa fragmentaria es la única que puede reproducir nuestra percepción, con lo cual es la más realista, la más exacta.” ¿Y qué opinan de sus críticos? Hay quien cree que su problema es que no conocen internet, ni siquiera la televisión. Algo sin importancia para Molina Foix, que no cree que “la red sea indispensable: me parece que mucho más necesario, por ejemplo, leer bien a Shakespeare, porque hay valores y categorías estéticas por encima de polémica alguna. Siento molestar, pero no son lo mismo las Elegías a Duino de Rilke que un cómic o un anuncio de publicidad... no tienen la misma categoría intelectual. Existe un gran arte y artes menores; existen Shakespeare, y Rilke, y los inventos de cada estación”. Algo que, por su parte, matiza Uribe, al precisar que Ernesto Sábato ironizaba sobre la excesiva rigidez de algunos críticos y escritores: “‘El Quijote -prosigue- no sería para algunos una novela, pero tampoco es una catedral o un toro' decía Sábato. Creo que debería haber más flexibilidad. Estar abierto a los cambios que proponen los escritores. Es el escritor el que va siempre por delante. Aunque haga planteamientos que no calen, que se queden en el camino. El género novelesco ha evolucionado mucho desde que surgió. Ha ido incorporando a la novela las transformaciones que se han dado en la sociedad .Ya lo dijo Bajtin, no es lo mismo Apuleyo que Flaubert que Dotstoievski, aunque todos convergen en una misma línea. En las redes sociales se narran los hechos en primera persona, en Twitter hay que contarlo todo en 140 caracteres. ¿Se habría imaginado Barthes todo esto cuando reivindicó, por ejemplo, la muerte del autor? ¿Pensaría hoy lo mismo?” A vueltas con la insurgencia Tampoco se ponen de acuerdo en definir en qué consiste hoy la insurgencia literaria. En palabras de Menéndez Salmón, “la única posible consiste en derrotar al olvido y ser lo contrario de una moda”. Isaac Rosa confiesa no creer “que pase por lo que no dejan de ser meros ajustes formales. Echo de menos una literatura que explore lo que de conflictivo hay en nuestro tiempo, las formas de violencia y dominación que perduran y se renuevan. Y me incluyo entre los destinatarios del reproche”. En cambio, para Pombo, la insurgencia literaria estaría “en la lectura de la guía espiritual de Miguel Molinos y la reducción de todos los teorizadores de la literatura al silencio y la oración. Ora et labora: menos teorías histórico literarias y más creación de primera mano. También es interesante leer los periódicos y a algunos críticos literarios jóvenes, fuertes y modestos”. ¿Y el futuro del género? No está nada claro. Fernández Mallo, por ejemplo, cree que pasará por un soporte “que albergue texto, música, fotografía y vídeo, y conexión on-line a la Red, y que la novela será una composición de ese tipo, mucho más completa y compleja que el cine incluso. Si algún día vuelvo a escribir una novela, me gustaría que existiera ese soporte de manera efectiva y práctica para poder hacer algo de ese tipo”. Quizá porque, como apunta Chirbes, “la novela está siempre muerta y resucita con cada buena novela. El futuro de la novela nos lo revelará la próxima novela extraordinaria que leamos. Nos enseñará a ver lo que ahora no vemos. O sea, lo que hay que hacer es escribirla. Sería estupendo que la trajera alguno de los nocilla. Termino como empecé: menos ruido y más nueces. Menos teoría, menos normativa y disciplina inglesa para los demás, y más novela”.