Image: El asedio

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Letras

El asedio

26 marzo, 2010 01:00

Arturo Pérez Reverte. Foto: Sergio Enríquez

Arturo Pérez-Reverte

Alfaguara. Madrid, 2010. 879 páginas, 22,50 euros

En esta descomunal novela, más extensa de lo que sus más de 700 páginas parecen indicar, confluyen las más importantes de Arturo Pérez-Reverte. En El asedio hay mucho de novela histórica, como en Cabo Trafalgar y Un día de cólera; el mar y sus tesoros, los barcos, el combate naval, el contrabando y los peligros de la navegación tienen una gran importancia, como en La carta esférica, La Reina del Sur y Cabo Trafalgar; los libros esconden secretos que sirven de acicate a la suspensión de la intriga, como en El Club Dumas; el ajedrez ofrece un tablero en el que se proyecta la investigación policíaca, como en La tabla de Flandes; y la introspección psicológica más el enfoque analítico y reflexivo dan mayor espesor conceptual a la narración, como en La piel del tambor y, sobre todo, El pintor de batallas. De todo ello hay en El asedio, que no es sólo novela histórica, policíaca, negra, criminal, psicológica, teniendo una buena dosis de todas estas modalidades, por lo cual viene a ser algo así como la gran plaza central en la que desembocan las calles y avenidas exploradas en novelas anteriores.

El asedio es el de la ciudad de Cádiz por el ejército napoleónico en los años de 1811-1812, con las Cortes reunidas en San Felipe Neri, cuando España defendía su libertad frente al invasor francés y las naciones de Hispanoamérica luchaban por su independencia de la corona española. En tal encru-
cijada, sobre una geografía urbana de Cádiz y su bahía, con muchos personajes reales, el autor ha tejido una impresionante novela regida por las leyes de la ficción. La documentación histórica y social es muy completa. Incluye todo lo referido a posiciones bélicas, armas, proyectiles, barcos, instituciones militares y políticas, edificios importantes, negocios antes florecientes en el comercio levantado por familias gaditanas, fiestas y otras costumbres de la época. Todo ello marca el territorio sobre el que se desarrolla una ficción compleja en sus múltiples vertientes. Sobre el marco real del asedio francés, la trama está construida en torno a la misteriosa aparición de muchachas cruelmente asesinadas en los mismos lugares donde caen las bombas de la artillería gala. A investigar el enig-
ma de dichas muertes dedica sus esfuerzos el cruel comisario de policía Rogelio Tizón, que comparte sus obsesiones y conjeturas con el profesor Barrull, su rival en el ajedrez, quien aporta el enfoque analítico propio del científico. Y al mismo tiempo que este eje vertebrador del relato se desarrolla la evolución de distinguidas familias de comerciantes en apuros ante los tiempos que corren y el acercamiento sentimental entre la última representante de los Palma y el capitán corsario que trabaja para ella. En el medio, como en otras novelas del autor, generosas en aventuras y lances de intriga, se narran episodios bien entrelazados con la trama principal, cuyo suspense no desfallece hasta el final.

Podría decirse que tan extensa novela ganaría con menos páginas, empleando más el recurso stendhaliano del “etc” (elipsis), que aquí se aplica una vez (pág. 369) en el resumen de los debates en las Cortes. Más acertado me parece pensar que el autor ha escrito la novela que quería, tomándose todas las libertades, sabedor de su dominio del oficio, dueño de un arte narrativo tantas veces demostrado y muchas reconocido. Por eso no ha renunciado a nada que pueda enriquecer su novela y dar vida a sus personajes. Así se entiende su interés balzaquiano (o galdosiano) por lo concreto, dando a sus criaturas nombre y apellidos, caracterizándolos en rápidas pinceladas, buceando en sus pensamientos y sentimientos por medio del estilo indirecto libre y guardándoles una fidelidad artística que les permite hacerse valer en diálogos cargados de tensión y eficacia expresiva. Estos personajes cuya complejidad se intensifica en los diálogos son el maquiavélico comisario Tizón, la mujer empresaria llena de pliegues y matices Lolita Palma, el desengañado capitán José Lobo y el físico francés metido a artillero Desfosseux. Pero también hay descripciones memorables, como las dedicadas a los anocheceres de Cádiz. Y la narración está siempre asegurada en las novelas del autor, que no se ha ahorrado lances en la captura de una lancha cañonera a los franceses o en el rescate de un bergantín de la familia Palma en la ensenada de Rota ni tampoco conjeturas en la interpretación psico-científica de los asesinatos de muchachas. El final es pesimista, como suele ocurrir en las novelas de Pérez-Reverte, teñido de melancolía, en callado lamento por una España nueva que pudo ser y no fue (como tampoco fue posible el amor entre Lolita y su capitán), por unos soldados franceses en retirada tras haber perdido dos años y por un pueblo estafado, una vez más, que tiene su mejor exponente en la figura del salinero Felipe Mojarra, que nunca cobró lo prometido en la captura de la cañonera ni podrá reponerse del trágico final de su hija.