Image: La esposa del rey de las curvas

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Letras

La esposa del rey de las curvas

Alfredo Bryce Echenique

30 julio, 2010 02:00

Alfredo Bryce Echenique. Foto: Andreu Dalmau

Anagrama. Barcelona, 2010. 176 pp., 15 e.

El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, (1939), ha regresado en su último libro al cuento de varia extensión. Diez son los que ha reunido en este volumen, y todos rezuman nostalgia y detalles que revelan experiencias personales. No se ha alejado, pues, del objetivo del conjunto de su obra, incluidas las memorias: la autobiografía ficcionalizada. En el último de la serie, que da título al libro y que posiblemente resulte el más sugestivo, podemos advertir el propósito que justifica, en parte, su producción. Se define el protagonista/autor del relato en su infancia a través de sus amigos (o lectores): "me piden, me ruegan, que les hable de mi infancia de storyteller, allá en los cuarenta, en el Inmaculada Concepción". El niño que miente a través de la fabulación se convertirá en el narrador que deforma la realidad, la altera, aunque siempre a petición de otros, que serán amigos de la infancia o sus lectores de hoy.

Pero la mayor parte de los cuentos aquí reunidos (Bryce intuye con acierto que el género parece cobrar recientemente mayor audiencia, incluso entre los escritores jóvenes) narra, desde la nostalgia, el desencuentro de hombres y mujeres en sus matrimonios o líos sentimentales, ya sean esposas, amantes o amigas desde una concepción, derivada de Cortázar, del "roman comique" y "exagerada". El mundo de Bryce rebosa de nuevo, desde un yo fortalecido, sentimentalidad, así como alcohol y personajes que están al filo de la histeria o de la neurosis. En "La funcionaria lingüista", el primero de la colección, pretende algo más: una justificada sátira de la universidad española, aunque resulte confuso en los tiempos de ciertos pasajes, pero en el que descubriremos también páginas espléndidas y algunos descuidos de estilo en el conjunto que revelan cierta precipitación, hasta el punto de que la trabazón del relato puede llegar a perderse.

Se sirve del lenguaje oral incluso en las descripciones, siempre desde un pasado: "Pero, bueno, como decía mi abuelita materna, que era sobrina carnal de la pobre tía Herminia, desde aquel atroz desengaño la tía no sólo intentó encerrarse en vida sino que además se cachivacheó todita, hasta terminar pareciendo una verdadera bruja de dibujos animados" ("Las manías del primo Rodolfo"). "El profesor Iriarte" y "Peruvian Apollo" se desarrollan en el mismo ambiente, el del internado británico Saint Augustus, "de mucha paga", que habrá de recordarnos alguno de los valiosos textos primerizos de Vargas Llosa. En el primero, la hazaña del "profe" se convierte en ridículo, en tanto que el segundo narra el desastre sentimental y humano de un compañero, cuya bondad, inteligencia y religiosidad se truncan con la muerte de Sandra Parodi, otra figura neurótica, que alcanza a convertirse en su esposa y le torna un ser ajeno a las reglas de la convivencia. Pero los seres de Bryce viajan con mucha frecuencia, cambian su residencia y permanecen largo tiempo en Madrid o en Barcelona. Se produce una interconexión transatlántica poco frecuente en los textos, aunque auténtica en su propia vida. "Un viaje corto y final" puede entenderse como un relato crítico sobre Cuba, aunque la mezcla de tiempos entre dos viajes, el primero durante la revuelta en la antigua Checoeslovaquia y el segundo en 1988, cuando alude a "los hombres y mujeres que sufren medio siglo ya de revolución cubana, o castrista, como seres humanos cansinos, amansados y aplastados, al mismo tiempo, ya sin mira ni norte alguno, pero siempre con ese encanto que da el vivir casi al margen de la realidad y ya prácticamente en calidad de niños eternos" aleje ambas situaciones (en el primero, una violación) en otra perspectiva de presente.

Con "La chica Pazos" -el relato más extenso- vuelve a evocar el mundo perdido de la adolescencia, aunque con un pesimismo hondo que advertimos en la evolución del autor. Por inverosímiles que parezcan estos relatos, Bryce sabe resolver las situaciones, con su personal toque de humor y el uso del lenguaje coloquial que siempre le ha caracterizado. Una simple frase "¡Y se me larga usted en el acto!" le resulta suficiente para trazar un mundo breve: el protagonista narra su historia, si quien está en la barra de un bar le invita a una copa. El relato final, al que aludimos al comienzo, justificaría el conjunto y le otorga un significado. Bryce Echenique no es exactamente un "cuentacuentos", sino el autor que se narra a sí mismo permanentemente en distintas situaciones y voces.