Esclavas del poder / Tráfico sexual
Lydia Cacho / Siddharth Kara
19 noviembre, 2010 01:00De México a Birmania,de Cuba a Japón, el turismo sexual es un negocio floreciente en el mundo. Foto: Tony Karumba
La escritora mexicana, consultora en temas de derechos humanos y salud de las mujeres para la Agencia de las Naciones Unidas (UNIFEM), que recibió recientemente el premio Internacional de Periodismo Manu Leguineche, vuelve a arriesgar su vida al investigar a fondo la trata sexual de mujeres, un negocio criminal abominable ante el que los gobiernos de muchos países cierran los ojos. En pleno siglo XXI, cada año, 1,39 millones de personas en todo el mundo, en su gran mayoría mujeres y niñas, son obligadas a la esclavitud sexual. El trabajo de Cacho ha consistido en rastrear las operaciones de las pequeñas y grandes mafias internacionales a través de los testimonios de supervivientes de la explotación sexual comercial. La periodista afirma que la sofisticación de la industria sexual ha creado un mercado que pronto superará al número de personas vendidas en la época de la esclavitud africana extendida desde el siglo XVI hasta el XIX.
El texto estremece por la seriedad de las cifras manejadas y la credibilidad de las fuentes, al tiempo que ninguna novela o película sobre el tema podría sumergirnos con tal veracidad emocional en el infierno de crueldad humana que aquí se nos relata con testimonios vivos. Un recorrido por la esclavitud sexual en Turquía (desde 1999 hasta la fecha, 250.000 mujeres de Azerbaiyán, Georgia, Armenia, Rusia, Ucrania etc, han sido traficadas a través de dicho país), la trata solapada en Israel y Palestina, el tráfico en Japón, Camboya, la antigua Birmania, Tailandia, Argentina y México, y todas sus ramificaciones globales, pone ante nosotros la diversidad de redes mafiosas, algunas cómplices de la corrupción política local. Myanmar, la antigua Birmania, se ha convertido, según Cacho, en un paraíso del crimen organizado especializado en drogas y esclavitud humana. Informes del Banco Asiático de Desarrollo indican que el 25% de las adolescentes forzadas a la prostitución en Myanmar son portadoras del VIH y muchas han desarrollado el sida; con deficientes servicios sanitarios, la muerte es el destino probable de estas jóvenes.
En Turquía, las mafias albanesas y rusas cooperan con las mafias nacionales para el transporte de mujeres, la mayoría de las veces engañadas o compradas a sus familias. Para uno de los informantes de Cacho, la llegada de los mercaderes de la guerra de Irak y Afganistán ha incrementado el negocio; es un asunto tabú, pero tanto terroristas como mercenarios norteamericanos se han enriquecido con la trata de mujeres en zonas de conflicto armado.
En todo momento, Cacho nos hace partícipes de su estado emocional y de las dificultades reales al buscar a las víctimas en este camino por la ignominia. Su planteamiento subjetivo, sin caer en el personalismo, añade humanidad a un texto de extrema dureza. En la estela de Günter Wallraff, el autor de Cabeza de turco, Lydia Cacho, desde México hasta Asia Central, asumió diversas personalidades con documentación falsa. De ese modo, pudo entrar en los prostíbulos de Tokio, introducirse en los salones de masaje de Chiang Mai, al norte de Tailandia y moverse vestida de novicia por La Merced, uno de los barrios más peligrosos de México.
La periodista, amenazada en su país desde que desatara un escándalo político en México, en 2005, con su libro-denuncia Los Demonios del Edén. El poder que protege a la pornografía infantil, al inculpar de corrupción y pederastia a personalidades con importante responsabilidad pública, se ha enfrentado de nuevo a situaciones de peligro, como cuando tuvo que escapar de un casino camboyano operado por una tríada china en el que se efectuaba la compraventa de niñas menores de 10 años.
Para Lydia Cacho, creadora de un centro para mujeres víctimas de violencia en Cancún, no tendría sentido un recuento exhaustivo de la infamia de la esclavitud sexual en el mundo, si no se llegase a las preguntas claves: ¿De qué modo se produce el blanqueo de dinero de la trata sexual?, ¿cómo se manejan las mafias en la globalización?, ¿quiénes son los proxenetas, padrotes, chulos o tratantes?, ¿cuáles son los planteamientos de los turistas sexuales que a menudo saben que están tratando con niñas vendidas o raptadas? Después de leer Esclavas del poder es difícil cerrar los ojos ante la esclavitud sexual contemporánea.
El mismo tema es abordado en Tráfico Sexual, el negocio de la esclavitud moderna (Alianza), del norteamericano de origen indio Siddhart Kara, consejero de Free the Slaves, organización para promover la abolición de la esclavitud en el mundo. La rigurosa aportación de Kara, más cargada de estadísticas, tablas y datos sociológicos que el libro de Cacho, entre una ingente cantidad de testimonios y cifras relativas a la venta de seres humanos en todo el mundo, recorre las rutas de la trata femenina mundial , rutas que van desde los países pobres a los países más ricos. Con mayor incidencia este trabajo aborda el tránsito del tráfico sexual desde las zonas pobres del sur de Asia hacia Bombay, Madrás o Calcuta, y asimismo ofrece una visión inédita de la esclavitud sexual en los campos de refugiados de todo el mundo. Siddhart Kara decidió dedicar sus investigaciones al tráfico de mujeres, tras realizar trabajos solidarios en los campos de refugiados de Eslovenia. Fue allí donde escuchó testimonios sobre soldados serbios que violaban a jóvenes musulmanas bosnias y luego las enviaban en camiones a burdeles de toda Europa.
Kara nos recuerda que a finales de 2006 había 28,4 millones de esclavos en el mundo, de los cuales 1,2 millones eran mujeres y niñas secuestradas, seducidas con engaño o vendidas para ser prostituidas. Una de las paradojas planteadas es el hecho de que, incluso existiendo en los países democráticos leyes para la protección de las víctimas de la trata sexual, no siempre es fácil demostrar el uso de fuerza o coerción por parte de los traficantes, ya que algunas de las víctimas aceptaron inicialmente el trabajo sexual y acabaron convertidas en esclavas de hecho. Por otra parte, las leyes de protección suelen excluir a las inmigrantes sin papeles; las mujeres explotadas, una vez cruzadas las fronteras, sufren el terror y las amenazas de quienes que las han introducido ilegalmente en países en los que viven como reclusas, sin posibilidad de denunciar su situación.
En muy poco difieren los datos numéricos de los ofrecidos por Lydia Cacho. El planteamiento global de este estudio es la misma y vigorosa denuncia de un ignominioso negocio que crece en las cloacas de todo el mundo mediante la aniquilación y explotación de las mujeres y niñas víctimas de esta lacra.
Canción humana, por Fernando Aramburu
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