Letras

La biblioteca de los genios insomnes

23 noviembre, 2010 01:00

Hay noches en que pasear por la Biblioteca Nacional le puede deparar a uno curiosos encuentros. A algunos de los grandes genios de nuestra cultura les da por aparecerse en sus estancias: Goya, desvelado y a caballo entre cordura y razón, lamenta los achaques de la edad; Cervantes, encendido por la melancolía, recuerda sus tiempos felices en Nápoles; Felipe V, ilustre e ilustrado, se vanagloria de ser quien tuvo la idea de fundar una institución que custodiara todos los libros editados en nuestro país; y el compositor Barbieri, castizo y galante, repasa las grandes zarzuelas que nacieron de su don natural para la música.

Una noche mágica, en que desde el siglo XXI se puede otear algunos de los fragmentos más brillantes de nuestra historia artística y literaria. Pero la magia no es magia en realidad. Las misteriosas apariciones tienen una explicación nada esotérica. Telefónica viene organizando un ciclo que ha titulado Viaje al interior de la cultura y que permite, a unos cuantos afortunados, no más de un centenar seleccionado por sorteo, recorrer de noche algunos de los edificios culturales más emblemáticos, como el Palacio de Linares, sede la Casa de América, la Real Academia Española, la Biblioteca Nacional...

En esta última, receptáculo de piedra que alberga más de 13 millones de volúmenes (alrededor de otros 13 millones se encuentran en la sede de Alcalá de Henares), los elegidos tuvieron la oportunidad observar directamente, sin vidrio de por medio, alguna de las joyas librescas más preciadas de su fondo bibliográfico: como el Beato de Liébana, o manuscritos de Borges y Lorca, ediciones originales de El Quijote de la época en que Cervantes era un atormentado escritor y no una leyenda, cartografías de cuando las fronteras del mundo y sus continentes no estaban milimétricamente precisadas, grabados y dibujos de Rembrandt, Durero, del propio Goya...

Un lujo para cualquier amante de la letra impresa. Lástima que no puedan ser más noches las que esta magia, tan poco esotérica, se manifieste en los templos culturales de la ciudad. Iniciativas así sí parecen eficaces para impulsar la curiosidad y el deseo de saber.