Letras

Los toros furtivos

Javier Villán

4 marzo, 2011 01:00

Calambur. Madrid, 2011. 128 páginas, 18 euros


Quienes sigan la imparable actividad de Javier Villán como crítico taurino y teatral sabrán que extiende sus intereses a otras formas de expresión creativa -Villán es sobre todo poeta- demostrativas de un estilo que no por prolífico pierde pulcritud, ni por diverso en sus manifestaciones desvía el sentido obligado en una prosa culta que bebe de diferentes fuentes y arriesga con distintos registros expresivos. Antología de la crítica taurina, Aquelarre de sombras, o estos seis "relatos de la clandestinidad taurina" (como subtitula el volumen Los toros furtivos) son buena prueba de esa diversidad creativa.

Son, para entendernos, su embestida y su estoque contra las prohibiciones que rondan la fiesta de los toros. Y son, frente a ella, la posición de quien decide dar respuesta al "abolicionismo antitaurino" sirviéndose de la exageración crítica de Rabelais y el magisterio de la ironía cervantina. En palabras de Gimferrer , que abre esta preciosa edición (ilustrada con mimo por Gonzalo Torné), en nombre de quienes no disimulan su descontento: ya que "debemos quedarnos en el callejón, el mejor burladero es el sentido del humor".

Y humor disparatado, agudo y mordaz es lo que impulsa la intención de simular una ficción que, de manera irregular y entrecortada, compone este argumento apocalíptico: en un tiempo inconcreto, de una realidad geográfica reconocible, dos incidentes sin aparente relación (con un torero y con un crítico) dan pie a una sucesión de episodios en los que diversos personajes rastrean lo que en un pasado difuso fue la fiesta taurina.

El narrador, buscando dotar de coherencia al contenido de fuentes vinculadas a un personaje (que coincide con el autor real del libro) logra verificar la existencia de un "Movimiento Ibérico de Liberación Taurina" articulado para actuar en la clandestinidad. A él se suma un supuesto equipo de investigación para la Memoria Histórica de la Fiesta que no ceja en su empeño de corroborar que esa fiesta existió en la Península y se perdió en aras de una discutible modernidad. Y en virtud de ese fin burlesco se justifica el volumen, que entretiene y divierte.