Doceañistas memorables
Algunos protagonistas de aquellos febriles días
16 marzo, 2012 01:00Agustín de Argüelles, Miguel Antonio Zumalacárregui, Dionisio Inca Yupanqui, Ramón Power, Diego de Alvear y José Canga Argüelles.
O como el muy erudito sacerdote, y enemigo de la Inquisición, el extremeño Diego Muñoz Torrero (1761 - 1829). El mismo día de inicio de las Cortes, el 24 de septiembre de 1810, juró el cargo como diputado y pronunció tal vez el discurso más importante del periodo constituyente gaditano, el que sentó las bases de la futura Pepa, modelada en torno a la siguiente afirmación irrevocable: "los diputados aquí presentes encarnamos a los únicos y legítimos representantes de la Nación, cuyo soberano es Fernando VII".
No menos brillaron moderados como el guipuzcoano Miguel Antonio Zumalacárregui (1773 - 1867), hermano de quien luego sería famoso general carlista, e hiperactivo diputado: secretario de las Cortes, presidente de turno de las mismas y miembro activo de numerosas comisiones, con un papel relevante en la redacción de la Constitución. Fue además defensor ante la bancada del general José Imaz, rendidor de Badajoz.
Pero además de los diputados, por Cádiz se paseaban toda clase de personajes apasionados y excéntricos aquellos días de política y asedio. Como la periodista servil María Manuela López de Ulloa, llamada también Madame Leticia o La Española, beligerante defensora de la tradición desde sus colaboraciones en el periódico El Procurador General y muy atacada por la prensa liberal que la reprochaba, según ella, que fuera absolutista pero, sobre todo, mujer.
Uno de los forasteros que más impresión causó en aquella Cádiz asediada fue el único diputado de ascendencia indígena de las Cortes, el peruano Dionisio Inca Yupanqui. Y es que aún resonaban los ecos de su celebradísimo discurso el 16 de diciembre de 1810 en el que, "como inca, indio y americano", defendió la igualdad entre españoles y nativos del nuevo mundo porque "un pueblo que oprime a otro no puede ser libre".
Pero no todo era política, o no casi todo. Frasquita Larrea, nacida en la misma Cádiz en 1775, lectora de Shakespeare y Mary Wollstonecraft, de Kant y Descartes, abrió en pleno 1811 la más famosa tertulia literaria romántica de las Cortes, la cual, según testimonio de Alcalá Galiano, representaba al círculo de reunión realista de la ciudad, frente a la jerezana Margarita de Morla y Virués que acogería el activismo liberal en su propia tertulia. A finales de diciembre de ese año sale finalmente del país para reunirse con su marido y su familia en Alemania.
Entre los parlamentarios llegados de Indias destacó así mismo el teniente de navío Ramón Power, representante de la Capitanía General de Puerto Rico, enemigo de la tiranía monárquica y del sistema colonial y único diputado americano propietario en la apertura de las Cortes Extraordinarias en 1810.
La Pepa no habría hallado un feliz alumbramiento sin los militares heroicos que defendieron la ciudad del acecho de las tropas napoleónicas. Tal vez Diego de Alvear y Ponce de León fuera el más importante de todos ellos. Al mando de la artillería, se hizo cargo de la defensa de la localidad contando entre sus logros conseguir que la flota francesa de Rosilly, internada en la bahía de Cádiz hasta entonces (apenas mes y medio antes Francia era aliada) se rindiese en Junio de 1808. Amén de reorganizar las milicias de Cádiz con un cuerpo de dos mil voluntarios popularmente conocidos como los "Voluntarios distiguidos de Cádiz".
En el día a día de aquellos tres años en los que, como tantas veces se ha contado, los sitiados, asistidos por mar por los ingleses, vivían mejor que los sitiadores, los gaditanos de a pie defendieron con sus propias pertenencias la villa, tal y como recoge un dietario de la época: "En la secretaría de gobierno de Cádiz, se ha recibido por parte del señor D. Antonio Sánchez, panadero de esta ciudad, un donativo de treinta pares de zapatos y catorce camisas de lienzo para las tropas del general Ballesteros".
Desde Valencia, donde le sorprendió el levantamiento contra Napoleón, José Canga Argüelles (1770-1842), marchó a Cádiz y allí, avalado por su prestigio como jurista, reorganizó las finanzas de un Estado al límite de la quiebra, fue nombrado secretario de Estado y del Despacho de Hacienda, se responsabilizó del primer presupuesto público de las Cortes y redactó catorce memorias económicas en apenas dos años.