Image: Julio Llamazares

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Letras

Julio Llamazares

"El problema de España no es la corrupción, es el cinismo"

11 abril, 2013 02:00

Julio Llamazares.


El autor leonés, tras 'El cielo de Madrid', regresa a los dilemas de la paternidad en 'Las lágrimas de San Lorenzo', novela narrada a partir del flujo de la memoria, como ya hizo en la emblemática 'La lluvia amarilla', de la que se cumplen 25 años.


Un escritor no escoge sus temas, los temas le escogen a él. Es un mantra que Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) repite una y otra vez. El paso del tiempo y los efectos que provoca, en la personas, en los lugares, es la especialidad de su cocina literaria. Pero en las dos últimas novelas, El cielo de Madrid (2005), en la que el narrador se dirige a su hijo recién nacido, y en la que acaba de publicar ahora, Las lágrimas de San Lorenzo (Alfaguara), son los dilemas de la paternidad los que han cobrado mayor relieve. En esta es un padre que ya ha superado la cincuentena, profesor de universidad errante, el que siente la necesidad volver al lado de su hijo de 12 años.

"Es cierto que la paternidad es una cuestión central en el libro. Pero el tiempo sigue siendo un asunto esencial. De hecho, es que cuando eres padre comienzas a percibir la velocidad con la que pasa. Basta mirar a los niños lo rápido que crecen", explica el autor leonés, que recibe a El Cultural en su casa. "No me gusta hacer entrevistas en la cafetería de un hotel, recibiendo a los periodistas como si fuera un dentista, uno detrás de otro. 'Que pase el siguiente'. No, no... Me parece un falta de respeto". Se agradece: una conversación es más sencillo que se adense y conjure los caminos trillados en un espacio con poso, no de puro tránsito.

Acomodado en el sofá del salón, con un ventanal amplio a la espalda por el que se vislumbra la grisura del frío arranque de primavera y el trajín circulatorio de la ciudad, Llamazares intenta identificar el detonante de la novela: "Seguramente el impulso de escribir esta historia se encuentra en alguna noche mirando las estrellas con mi hijo. Una de las cosas bonitas de la paternidad es que vuelves a disfrutar de rituales que tenías olvidados. Para vigilarles, por ejemplo, me he bañado después de muchos años en el río de mi pueblo, que hasta en verano tiene el agua helada. Y también he vuelto a mirar la lluvia de estrellas en la noche de San Lorenzo en las montañas de León".

Es lo mismo que hacen el profesor y su hijo Pedro en el libro. Sólo que estos observan el firmamento tumbados sobre la hierba seca de Ibiza. "He elegido Ibiza porque para mí es el territorio de la felicidad. Siempre me he sentido a gusto allí, imagino también que por las circunstancias en que he viajado". Casiopea, la Osa Mayor, la Osa Menor, la Estrella Polar... Todas esas constelaciones siguen allí. Ellas siguen haciendo acto de presencia cada noche desde el origen de los tiempos. El adulto ha cambiado mucho en contraste con el niño que se asomaba a esa bóveda oscura salpicada de pequeñas luces y lo sabe. El joven también sufrirá bruscos bandazos y frustraciones pero todavía no es consciente. Dos vidas con la misma sangre que se suceden la una a la otra, mientras ahí arriba parece que todo sigue igual. Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. / Esparce el viento las hojas por el suelo.... Llamazares cita la Ilíada de Homero en el arranque de uno de los capítulos.

El autor leonés, instalado en Madrid desde hace 31 años ("Hay gente que todavía piensa que vivo en León, como no voy a los saraos literarios"), equipara esa tensión entre cambio y permanencia con su propia trayectoria literaria. Las tramas y los ambientes aparentan una disparidad de intereses pero el trasfondo conceptual y emocional de todas ellas, el avance inexorable del tiempo en su caso, se mantiene como una constante identitaria. Este 2013 se cumple el 25° aniversario de su novela más emblemática, La lluvia amarilla, que hasta hace poco tiempo formaba parte de los planes lectivos en la asignatura de Literatura en los institutos (ahora es difícil saber). Para conmemorarlo Seix Barral publicará una edición especial que incorporará un documental que recorre los lugares del pirineo oscense en que está ambientada. En la promoción editorial de Las lágrimas de San Lorenzo se aprovecha la efeméride para afirmar que el que regresa ahora a las librerías es el Llamazares de La lluvia amarilla. ¿Y qué piensa el autor de esa asociación? ¿Traída por los pelos? "Bueno, las promociones son como son, pero es cierto que esta novela también está contada a partir del flujo de la memoria".

Llamazares pone a funcionar la suya para recordar aquel éxito, mucho más resonante de lo esperado. "La verdad es que había cierta expectación sobre mí, porque mi primera novela, Luna de lobos, tuvo muy buena acogida. Pero yo pensaba que no llegaría muy lejos con aquella historia de un viejo solitario que se está volviendo loco en mitad de las ruinas de un pueblo abandonado. Eran los años de la Movida, festivos y desenfados. Presentarme en ese contexto con un libro así no era desde luego nadar a favor de corriente". Sin embargo, La lluvia amarilla fue ganando lectores rápidamente y hoy día es un hito en la narrativa nacional del último tramo del siglo XX. Hay que tener en cuenta, por lo demás, que en esa época los españoles empezaron a concentrar sus intereses en escritores de aquí, tras haber venerado en décadas anteriores lo que llegaba sobre todo de Hispanoamérica (con mención especial a los componentes del boom).

Tras el trauma de la guerra y la dictadura, existía la necesidad de contarnos a nosotros mismos. El país gozaba de las libertades cívicas recién adquiridas y de una economía que permitía el asentamiento y bienestar de una amplísima clase media, siempre garantía de estabilidad. Ahora parece que todo eso vuelve a tambalearse. En estos tiempos críticos los maquillajes se descorren y emergen de nuevo algunos de los vicios esenciales de la sociedad española. "A mí el que más rabia me provoca es el cinismo. Es peor incluso que la corrupción. Aquí cuando a alguien le pillan in fraganti en lugar de marcharse lo que hace es echarle más caradura todavía. También está muy sobrevalorada la mala educación. Por eso convertimos en ídolos a tipos como Mourinho".

No está cómodo Llamazares en la España de hoy. Para nada: "Cada vez me siento más extranjero. Y no lo digo con prepotencia, de verdad, lo digo con pena. Pero yo es que miro ahí fuera [hace el gesto de voltearse para asomarse al ventanal] y no me siento identificado con casi nada. No sé". Aun así, Llamazares no tira la toalla. Su inclinación natural al pesimismo no le hunde el ánimo del todo: "En este país hemos superado una guerra civil y una posguerra militar. Esta crisis, en comparación con aquello, es una broma".