Hijos de la bonanza
Ben Clarck
10 mayo, 2013 02:00Hijos de la bonanza es desesperanza optimista. Rebelde con estudios, Clark desestabiliza el poema por el procedimiento de construirlo perfecto y a continuación romperle un par de huesos: la belleza está en la falla. La técnica poética es ciencia postdigital, y por alguna razón nos fascina el profesor de geografía que acabó con la inocencia del poeta al decretar que el número de paralelos y meridianos es infinito. "Algunos creyeron comprenderlo y abandonaron/ las canicas para siempre", dice Clark, y es tragicomedia pura imaginarse a unos niños que "como todos los niños, veníamos de la muerte/ y la conocíamos bien" rechazando la posibilidad de lo infinito, como pequeños metafísicos en revuelta. También se habla de Maupassant. Pero el geógrafo sociópata nos interesa mucho más.
Clark reclama su basura porque nadie le advirtió del fin de los tiempos, a él, hijo de la bonanza. Nos hace vernos a nosotros mismos como víctimas sólo de nosotros mismos: si el fracaso es una opción (y lo es), nadie está obligado al éxito. Ganadores o perdedores, todos compartimos este destino. Un mundo. Un infierno. Esta libertad.