Image: Calle Berlín, 109

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Letras

Calle Berlín, 109

Susana Vallejo

13 septiembre, 2013 02:00

Susana Vallejo. Foto: Sergi Viciana

Plaza & Janés, Barcelona, 2013. 320 páginas, 17'90 euros

El fotógrafo L.B. Jefferies hubiese disfrutado de lo lindo si su ventana indiscreta hubiese dado al 109 de la barcelonesa calle de Berlín que describe Susana Vallejo (Madrid, 1969) en su apuesta noir más sólida hasta la fecha, una novela coral que toma trazos de la psicosis vecinal que Álex de la Iglesia imprimió en La Comunidad y de lo fantasmagórico y siniestro de algunos edificios del Ensanche barcelonés (y aquí entraría en juego el Mientras duermes de Jaume Balagueró y, por qué no, la primera y segunda entrega de Rec, sin zombis de por medio). El hallazgo casual del cadáver momificado de María Eugenia, con un agujero en la sien, pone en alerta a los vecinos (Gustavo, el asesino a sueldo; Gabi, la prostituta; Emilio, el oficinista suicida; Encarna, la madre separada; Doña Luisa, la anciana que cuida de un marido senil) y confirma las sospechas del ex mosso Gerard Tauste, improvisado detective de esta historia, a quien su amigo Pep le aseguró poco antes de morir que algo raro estaba pasando en el edificio.

Vallejo juega con la figura del fantasma (María Eugenia se pasea por el edificio y presiente que no tardará en dejar de estar sola a ese Otro Lado) y la intriga comunitaria, a la manera de un Misterioso Asesinato en Manhattan que huyera del absurdo y se centrara en las relaciones que se establecen entre los bien delimitados personajes, todos ellos víctimas de una existencia solitaria condenada a vivir encerrada en las cuatro paredes de cada uno de sus pisos hasta el momento en que se descubre el cadáver de María Eugenia. En ese sentido, la muerte de María Eugenia es la llave que abre todas las puertas, revelando los secretos que tan celosamente habían guardado sus inquilinos, y es precisamente esa reunión de secretos lo que distingue a su autora del resto. Vallejo delimita así su propio territorio en el thriller psicológico, un territorio donde el suspense se construye a partir de esa tupida red de relaciones que establecen sus (desesperados) protagonistas, un suspense al que le trae sin cuidado quién sea el culpable (el culpable de la muerte de Pep al que persigue Gerard, tomando notas y tratando de convertirse en el falso agente enviado al lugar de los hechos para aclarar las circunstancias de la muerte de María Eugenia).

Es probable que el protagonista de La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock, el mencionado Jefferies, tuviese más de un vecino favorito, si se diera el caso de que sus prismáticos pudiesen pasearse por el 109 de la calle Berlín, porque, sí, hay personajes más atractivos que otros, y en ese sentido el colombiano Gustavo, que aún recuerda a qué olía la última mujer que mató, ocuparía el primer puesto, porque, después de todo, estamos dentro de un noir y que el asesino confiese en su primera intervención es toda una declaración de intenciones.

Pero la historia de Susana Vallejo no es un mero ejercicio de voyeurismo literario (y criminal), pues ambiciona la recreación de un momento, el presente, en un lugar, la Barcelona del Ensanche, que es en realidad la verdadera protagonista de la novela, el motor de una historia que funciona como una auténtica bomba de relojería.