¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?
Zygmunt Bauman
14 marzo, 2014 01:00En esta entrega, Bauman aborda y disecciona una deriva que está alcanzando unas dimensiones que amenazan el difícil equilibrio social alcanzado en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial y la puesta en marcha del Estado de Bienestar: la riqueza y el poder se están concentrando en un exiguo número de personas. El dinero y las oportunidades en manos de unos pocos están creando un mundo desigual que podría estallar socialmente.
En una reciente encuesta realizada por el prestigioso instituto de investigación Gallup, se preguntó a 66.806 personas de 65 países, cuáles eran los problemas más importantes del mundo. Las respuestas señalan la corrupción como primera preocupación y, en segundo lugar, el salto entre ricos y pobres. La tercera posición fue para el desempleo. La distancia entre ricos y pobres se está agrandando a un ritmo sin precedentes. Bauman recoge, en el inicio de este volumen, datos ofrecidos por el Instituto Mundial para la Investigación de Desarrollo Económico, con sede en Helsinki, para señalar que el 1% de la población mundial es, ahora mismo, dos mil veces más rica que el 50% de la población mundial. El Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas ofrece información en la misma dirección. En la actualidad, el 20% más rico de la Tierra consume el 90% de los bienes producidos, sin embargo el 20% más desfavorecido sólo consume el 1% de dicha producción.
Tras dejar sentado que los ricos son cada vez más ricos y que amplios sectores de la clase media descienden hacia una pobreza que no hace sino aumentar, comienza la indagación de tan peligrosa "mutación". De entrada Bauman carga contra lo que implica la repetida frase: "Es la economía, estúpido". Frase acuñada por James Carville en la campaña presidencial que en 1992 enfrentó a Bill Clinton con George Bush y que asume el mantra según el cual la economía es el determinante central del voto. "El problema, sin embargo, es que esta convicción no es innata ni en modo alguno consustancial a los humanos", señala Bauman.
La solidaridad humana, una actitud clave para un mundo mejor, no puede basarse en un "crecimiento económico" que hace opulentos a unos pocos a la vez que degrada el nivel de vida y la autoestima de un inmenso número de personas. Los disparatados salarios de las "personas admitidas dentro del círculo mágico de los peces gordos de las grandes compañías" aseguran privilegios pero no beneficios públicos. Lo fundamentas no es tanto la producción de la riqueza como su distribución. Los "paracaídas de oro" con los que se compensa el trabajo realizado, tantas veces chapucero, por los altos directivos es una práctica universal tan perversa como inútil desde un punto de vista redistributivo.
Se cierra este sugerente texto con la propuesta de un mundo en el que la cooperación desinteresada y la reciprocidad cambien la creencia en un modo de vida basado en la rivalidad y la competencia en beneficio del enriquecimiento codicioso de unos pocos. Como colofón, Bauman propone, en un breve retrato final del polifacético Nobel Elias Canetti (1905-1994), un ejemplo de vida para los demás. Una muestra significativa de que un mundo mejor es posible. Los numerosos lectores del Bauman de la "modernidad líquida" quedarán sorprendidos por el giro de estas páginas. Un concreto y valiente alegato contra una de las grandes injusticias sociales que están conformando los inicios del siglo XXI.