Image: Modo linterna

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Letras

Modo linterna

Sergio Chejfec

30 mayo, 2014 02:00

Sergio Chejfec. Foto: Archivo

Candaya. Barcelona, 2014. 224 páginas, 16 euros

El argentino Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956) tiene a Juan José Saer grabado en el frontispicio de su literatura y Enrique Vila-Matas puede ser, de algún modo, su embajador en España (pero no su gemelo): no es que Chejfec quepa plenamente entre esas dos referencias, pero desde luego son útiles. La suya es una trayectoria que arranca en 1990, y en España hemos accedido a él sólo en los últimos años gracias a la editorial Candaya, que ha publicado cuatro títulos suyos desde 2008. Modo linterna, magnífico conjunto de nueve cuentos, podría ser el mejor de ellos.

He aquí un escritor que camina, porque la caminata es "la experiencia corporal con mejor sintaxis para acompañar la vida" (leíamos en Mis dos mundos, 2008), y que en su caminar va topografiando la realidad, dibujando el mapa del espacio. Pero ese espacio, que en Saer era una constante, aquí es lábil, deslocalizado. El arranque de Modo linterna lo deja claro: un narrador argentino llega a Caracas "como si" fuera la primera vez, aunque no lo es, atraviesa "los accesos de la periferia" y se interroga sobre "lo dejado atrás, el territorio interior", es decir: la provincia. ¿Qué es provincia y qué centro? ¿Cuál es el territorio Chejfec? ¿La Nueva York en la que vive, la Venezuela que lo acogió durante muchos años, la Argentina que nunca deja de estar presente en su literatura? Y si fuera esta última, y dado su ascendencia porteña, ¿qué Buenos Aires, la que el narrador trata de reconstruir sirviéndose de las guías telefónicas de los años treinta en el magistral "El testigo", o esa otra Buenos Aires que, en el mismo relato, parece aplazar "las acciones verdaderas" hasta que el narrador regrese a ella? ¿Son territorios Internet, la tecnología, la Historia, el tiempo? Etc. Aunque insuficiente, no está mal imaginar a Sergio Chejfec como un narrador del territorio sin territorio; o mejor, con el territorio que su propia deriva va abriendo y cuestionando.

Escritor denso que ha constituido una voz-personaje, Chejfec es un narrador de poca trama, morosidad en la explotación del desconcierto anecdótico y ritmo evocador, reflexivo, también exigente. De vez en cuando, hay algo vagamente mágico en su mirada (aunque no es lo primero que nadie dirá de él, y aunque las preguntas sobre el realismo y el documentalismo recorren con gran ambición su literatura); pero al decirlo no pienso en el primer relato de Modo linterna, "Vecino invisible", en el que los habitantes del apartamento contiguo se le aparecen al narrador con todas las mañas de la invisibilidad del cine fantástico, sólo para que Chefjec concluya que en nuestra época todo eso es "insustancial, casi irrelevante". En este primer relato, como en Baroni: un viaje (2010), una bolsa de papel arrugado que sólo ha servido para envolver otra cosa acaba considerándose un documento cultural revelador. En el caso que nos ocupa, lo que se revela es "nuestra definitiva condición invisible".

Todos los relatos del libro me han interesado, tanto aquellos en los que toma protagonismo el paisaje urbano (periférico, suburbial, conector, paradójicamente "natural") como aquellos en los que la escritura y los escritores se convierten en materia cartografiable. Pero vale la pena subrayar el motivo del título, Modo linterna: en el cementerio de París, un teólogo ilumina el nicho en penumbra de Juan José Saer con su móvil encendido en "modo linterna". Así, una expresión definitoria del trabajo del escritor que tiene connotaciones tremorosas de grabado antiguo aparece, no sin ironía, vinculada a un dispositivo tecnológico. Chejfec, cuyo narrador había confesado páginas atrás el miedo a que las "tendencias tecnológicas" historizaran y fecharan su vida hasta despojarla de "densidad", decide que la literatura se manifieste en la pantalla amniótica de un celular, como dicen que hacen ciertos fantasmas.