Final del viaje
Universidad de Tokio
Se despide el escritor de Tokio con ganas de no irse nunca y tras haber presentado la edición japonesa de Madrid, Distrito Federal.
La celebración continuó, tras otra larga hora de conversación, en una caminata desde la Universidad hasta Sybulla, un barrio populoso, lleno de bares, cafés y restaurantes. Un barrio glorioso donde los occidentales son felices y eternos: beben alcohol hasta casi caerse, cantan y se alegran hasta quedarse dormidos de cansancio. Ojo: no son las fiestas de San Fermín en julio de cada año y en Pamplona, pero es una fiesta como la de Hemingway en París. Todo terminó con una larga comida japonesa, una cena interminable y multitudinaria, llena de traductores, profesores y lectores de español, tal vez también aquí una lengua en ascenso.
El viaje ha sido pleno, lleno de experiencias nuevas y renovadas: juegos de la memoria y relatos de la imaginación. Colores múltiples, a veces lost in traslation, a veces tan doméstico como que confundía Tokio con París. Me siento muy bien esta ciudad de la que me despido mañana con ganas de no irme nunca de ella. Y con muchas ganas de volver dentro de unos meses. Hago votos porque así sea: cualquier excusa intelectual o estrictamente literaria es buena para visitar una y otra vez la gran ciudad de Tokio, un paraíso.