Image: José Ovejero: Vivimos en una sociedad violenta

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Letras

José Ovejero: "Vivimos en una sociedad violenta"

22 septiembre, 2015 02:00

José Ovejero

El escritor madrileño, ganador del Premio Alfaguara con La invención del amor, publica Los ángeles feroces (Galaxia Gutenberg), una fábula protagonizada por una mujer inmortal

Al principio fue una imagen. Cinco años atrás José Ovejero (Madrid, 1958) se imaginó a una mujer en un rascacielos, enfrente otro edificio ardía y su cuerpo aparecía enmarcado en la llamarada. "No sabía qué hacer con esa escena y por eso dejé que pasara el tiempo", dice. La fotografía persistió y el novelista miró su reverso: "Empecé a pensar quién era ella, qué hacía allí y qué personas la rodeaban". Le puso un nombre -Alegría- e hizo que fuera inmortal. "El cuerpo de Alegría promete longevidad, salud, belleza: los bienes más preciados en la sociedad de hoy", añade. Por eso todos desean su sangre. Y por eso Los ángeles feroces (Galaxia Gutenberg) es, dice el autor, una novela de vampiros que transcurre en un presente extraño, pero real. Un presente que, si no vemos, es porque miramos en los lugares equivocados. "Llegué a la conclusión de que no quería hacer ciencia ficción", explica el autor de La ética de la crueldad. "Me interesaba imaginar el presente y no el futuro. Todo existe ya y existe ahora; el paisaje de esta novela está en nuestras ciudades, aunque quizá no en los lugares que frecuenta la clase media".

Pregunta.- En esta novela vuelve a innovar tanto en forma y fondo. ¿Cree que es importante que el novelista explore siempre nuevos caminos?
Respuesta.- Yo creo que hay muchos tipos de escritores. Los hay que, sin ser grandes innovadores, construyen novelas muy sólidas; unos dan más importancia a la imaginación y otros a la experiencia. No hay una fórmula para escribir una buena novela. Últimamente, a mí me interesa más una innovación que, sin ser experimental, me dé libertad creativa. Me gusta cambiar de narrador si quiero, introducir aquello que no cabe en la novela realista. Por eso he disfrutado tanto escribiendo esta novela, que me planteé con esa libertad desde el principio: mi única norma era dejar libres a los personajes, seguirlos, trabajar con ellos y dejar que cada uno tuviera su propia vida.

P.- ¿Cree que, con los talleres literarios, se está perdiendo esa libertad que ofrece la literatura, que demasiados escritores se atienen a estructuras narrativas ya agotadas?
R.- Es uno de los riesgos principales de estos talleres, claro. Cuando dicto un taller, yo intento enseñar las reglas y las herramientas, lo que conviene hacer y lo que conviene evitar. Pero siempre les digo a mis alumnos que se trata de que conozcan esas reglas, y las dominen, para después poder saltárselas. Y sí creo que está bien conocer esas reglas, tener ese bagaje.

P.- Los ángeles feroces es una novela exigente para el lector. ¿En qué medida hace falta, para retratar una sociedad compleja, elevar el nivel de nuestra literatura?
R.- No creo que sea excesivamente compleja; aunque no es simple. Me parece que hay una unidad narrativa que acaba ordenando la mente del lector. Lo más difícil quizás sea soportar la confusión inicial; estamos acostumbrados a que nos lo den todo mascado desde la primera frase, y aquí no ocurre eso. Aquí el lector tiene que saber que entra en otro mundo, y que tardará cuarenta o cincuenta páginas en situarse. Esa confusión del principio es la misma que se siente cuando llegas de viaje a un lugar que no conoces. Porque la novela tiene que ser eso: el viaje a un lugar que uno no conoce.

P.- La mezcla de géneros es otra de sus señas de identidad. Ha escrito ensayo, ahora se están representando sus cuentos en el teatro y en libros como Nueva guía del museo del Prado mezclaba la poesía y el arte. ¿Considera importante que se borren del todo las fronteras entre géneros o disciplinas artísticas?
R.- Tengo una visión muy poco normativa de la literatura. No sé si es la mejor visión, pero es la que me interesa. Mi cerebro funciona de esa manera: mezcla géneros, junta cosas, experimenta. Prefiero no ceñirme a las barreras y no especializarme. Pero eso no significa que todo el mundo tenga que hacerlo así.

P.- Los ángeles feroces es una novela social. ¿Ha espoleado la crisis esta literatura que parecía haber caído en el olvido?
R.- Es novela social, pero del siglo XXI. La principal diferencia es que vivimos en un mundo globalizado y lo que pasa aquí pasa en todas partes; por tanto la novela no puede centrarse en una localidad. Yo creo que este auge se debe más a que tendencias anteriores han acabado mostrando sus límites. Después de veinte o treinta años de postmodernidad, muchos se han cansado de ese juego inteligente, metaliterario, de tratar la realidad como si no tuviese importancia, como si no se pudiese incidir en ella desde el arte. Hay cierto hartazgo de ese juego que puede llevar a lo banal y, como ocurre cada cierto tiempo en literatura, se están buscando otras maneras de contar.

P.- Pero al final, aunque solo sea en la disolución de los géneros, la crítica posmoderna ha tenido una gran importancia...
R.- Claro, yo no podría escribir lo que escribo ahora si no hubiera descubierto antes el artificio de las normas, de los cánones. Hemos aprendido mucho de la crítica posmoderna, pero no te puedes quedar ahí.
P.- En esta novela hay violencia, y parece querer decirnos que la violencia no es cosa de Oriente Medio o África, sino que está muy presente en nuestras vidas.
R.- Es que vivimos en sociedades violentas, aunque esta violencia esté oculta o justificada. Me interesa indagar en eso, en la legitimidad de la violencia, en quiénes pueden ser violentos y quiénes no, en por qué aceptamos la violencia institucional y no cualquier otra. Nos dan pena los sirios refugiados pero estamos vendiendo las armas para que los bombardeen; es decir, todos, nos demos cuenta o no, aceptamos algún tipo de violencia y me interesa mostrar eso al lector.

P.- "Nunca me preocupó ser rico; convertirme en millonario fue un juego como cualquier otro", se dice en un momento de la novela. ¿Ha llegado nuestro sistema económico a parecerse más a un juego que a un sistema para que las personas alcancen un nivel de vida aceptable?
R.- Sobre todo ha ocurrido que el dinero se ha desligado del trabajo. Ocurre que el trabajo ya no tiene la función que tenía antes, tampoco la función integradora, y se convierte en una diversión más, en algo que te puede salir bien o mal y que está exento de cualquier valor.

@albertogordom