Image: Las letras catódicas (y rentables) de David Leo García

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Letras

Las letras catódicas (y rentables) de David Leo García

14 julio, 2016 00:00

David Leo García. Foto: Laura Rosal

Premio Hiperión en 2006, el poeta malagueño se ha convertido en un fijo en los concursos culturales de la televisión. Aunque vive actualmente en Barcelona, su casa natal en Málaga está a cincuenta pasos de la tumba de Jorge Guillén. Su vocación enciclopédica ha encontrado en televisión un cauce triunfante y lucrativo. ¿Se llevará estos días el bote de 'Pasapalabra'?

Ahora vive en Barcelona este poeta que habita aún sus mocedades, pero su infancia sí que son recuerdos de una casa en la trasera de la plaza de toros de Málaga, donde las gaviotas se vuelven locas los días de Levante, y gritan cosas típicas de gaviotas rodeando el albero de la plaza de Toros ("Supe que esta ciudad quería cubrirme/ de baldosas y mirlos legionarios/ al contemplar a sordos comisarios/ en desfile hacia mí por convertirme"). Es un barrio, éste de Reding y la Malagueta, que se parece un tanto a París, o lo que la burguesía de antaño creyó que era París; hay un cierto aire a la mejor Costa Azul, tanto que allí los ultramarinos venden sal Maldon o sidra de Normandía. En este barrio los tenderos son líricos, y dan a sus locales nombres poéticos y sugerentes: "La manzana de oro"... ("pero he sabido hoy, que desentraño/ el alma de tenderos y clientes,/ que ser igual a todos los presentes/ y reírles la risa año tras año..."). Es ésta la Málaga del Este, donde un nutrido grupo de poetas (o de bohemios elegantes y heráldicos) venían a conjurarse en torno al Bar de Emilio, frente al cementerio inglés donde están enterrados Jorge Guillén o Gerald Brenan. Por esta zona de acacias soleadas, se crio hasta hace relativamente nada David Leo García (Málaga, 1988), XXI Premio Hiperión (ex aequo con Ben Clark) y muy afamado concursante televisivo. Quiere decir uno que es el menos inquieto -por poeta- de una familia de inquietos: citaremos que su hermano José Pablo es dibujante de cómics y publicista, y que acaba de llevar a cuatricomía y a tebeo la Guerra Civil de Paul Preston; ya lo hizo sobre la vida y milagros de Joselito y refundando algo así como el cómic cañí o Cine de Barrio en fanzine. Más el hermano mayor, ingeniero y cerebro, junto a José Pablo, del conjunto musical ISBERT (en claro homenaje al mítico actor). Mamando de esta torrentera familiar y creativa, David Leovigildo García recibiría cursando el Bachillerato la noticia de su premio Hiperión. Claro que en todo esto, la primera sorprendida sería su profesora de Literatura, Cecilia Vega -experta en Delibes y negrita en las dedicatorias-, que vio en el día de la coronación de Leovigildo algo así como el culmen de su profesión o el paso de un cometa. Ese mismo día, mi hermana pequeña andaba en su misma clase, un colegio castrador de madres asuncionistas, de trazas neogóticas, y que mira al Mediterráneo desde una colina. 'Melancolía de mar tras los cristales y tal...' Con esa gloria relativa (relativa por carecer de retribución) del Premio Hiperión, aquí el joven Leo García hacía sus cosas, su vida, con los primeros bares y las primeras lisonjas de un mundo -el de las letras- de navajeros consumados. Más, si cabe, en provincias. Y más, aún, en una de las cunas nacionales de la impresión lírica. Viene a ser un lugar común que en la ópera prima de un poeta se destaque la madurez, pero con Leo García este adagio se convierte en una inquietante realidad. Pecaremos de redundancia si decimos que David Leo García es poeta urbano al enunciar su poemario Urbi et orbi, pero en su libro todo es un canto a la ciudad que es un mundo, y al mundo que es toda ciudad. ("Cruzando esta ciudad cruzando estáis mi vientre./ Mi cuerpo es la calzada, los dos nos poseemos/ la quiera o no la quiera, me encuentre o no me encuentre./ Si la ofendéis a ella me resultáis blasfemos"). Y a pesar de sus 27 largos en estas fechas (cumplirá 28 el 31 de agosto con algún que otro boquetillo tapado, que se ha embolsado ya cerca de 96.000 euros), de llevar alternativamente sombrero, de haber vivido el borbotón poético del Sur de Lavapiés y demás, David Leo García tiene cuero televisivo. Es, de alguna manera, una suerte de mito de los concursos culturales. Desde 'Saber y ganar' a 'Pasapalabra', no hay programa de este pelaje donde no haya salido triunfante nuestro protagonista. Si todo poeta es de natural tendente hacia un cierto ombliguismo pequeñoburgués, DLG sabía que a sus ansias de conocimiento, a sus saberes enciclopédicos, había que darle una salida y una rentabilidad. Y para eso, los concursos catódicos en TDT. Algunos compañeros del bando poético recelan de este Larousse que camina entre el verso y el zapping, lo cual nos da ya esta rareza, esta salida de horma vital, de David Leovigildo. El personaje de hoy ilustra perfectamente esta sección de escritores que vienen a alejarse de lo común. Un animal televisivo de los concursos, un superdotado que reta a palíndromos a su hermano el dibujante, que estudia la RAE y que no pierde el hilo de la contemporaneidad, ni del famoseo, ni de las redes sociales. Cuando redacto estas notas, David Leovigildo García Gil ha batido récords en 'Pasapalabra', programa que vende el buen rollito entre letras; programa donde alguna que otra celebridad demuestra las carencias del sistema educativo a pesar de las sonrisas de su presentador, Christian Gálvez, que es a su vez un novelista obsesionado por el Renacimiento italiano y por su mujer, bella ex gimnasta según consta en el cuché. Cuando redacto este #FueraDeHorma, D. Leovigildo García va ya por el 'Pasapalabra' número 76 y subiendo roscos y cifras y letras ("De pronto, una azafata depresiva/ de escote largo y gris como agonía/ a mi imperio de enredos se aproxima/ quebrantando este claustro de silencio/ y hablándome de usted: - ¿Puedo ayudarle en algo?/ -Haga usted el favor y mátese."). @JesusNJurado

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