Javier García Sánchez: El asesinato de JFK fue un golpe de estado absoluto"
Javier García Sánchez. Foto: Navona
Javier García Sánchez era todavía un niño cuando vio el asesinato de Kennedy por la televisión. Desde entonces vive obsesionado. Se ha leído todo lo que hay escrito sobre el tema, y ha dado a imprenta un controvertido ensayo cuya intención es cristalina desde el título: Teoría de la conspiración (Navona)
Pregunta.- ¿Cuándo comenzó su interés por el asesinato de Kennedy?
Respuesta.- Yo tenía 8 años cuando lo mataron y desde entonces me ha obsesionado. Pero lo que me encontré en el sesenta aniversario del magnicidio fue definitivo: una mentira multiplicada y amplificada. Así que me propuse desmontarla.
P.- ¿Por qué al final decidió no hacer una novela?
R.- Empecé una narración, pero a las 30 páginas me di cuenta de que fue tal la locura de Dallas que no puede haber novela comparable. Novelas emblemáticas dedicadas a Oswald, como Libra de Don DeLillo, al final, por dejarse llevar por la corriente, cometen errores brutales. Así que vi que tenía que ser un ensayo; lo que no sabía es que sería así de beligerante.
P.- Si Oswald ni siquiera disparó, ¿cuál fue su papel?
R.- Ese es el punto más oscuro. Sabemos que Oswald no disparó, que no estaba sólo. La teoría más opuesta a la oficial es que Oswald estaba allí para evitar el magnicidio. Tenía que atrapar a un comando en teoría de cubanos -después resulta que eran mafiosos-, acusarlos de intentar asesinar a Kennedy y tener así una excusa para una segunda invasión de Cuba. Podría ser. Creo, digamos al 30%, que pudo ser así...
P.- ¿Cuándo comenzó la CIA a manipular las pruebas de lo ocurrido aquel día?
R.- En el minuto uno. El informe Warren, que debería haber servido para probar la culpabilidad de Oswald, no sólo no la probó, sino que además destapó la caja de los truenos. Oswald, el testigo más valioso, murió en directo. Debía haber sido asesinado en la hora siguiente al magnicidio, pero se les escapó vivo. Y habló seis veces con los periodistas. Sus acusaciones eran cada vez más graves, más comprometedoras. Así que hubo que cerrarle la boca enseguida.
P.- ¿No había más testigos importantes?
R.- Desde luego. Y en los años setenta empiezan a desaparecer a diario, muchos el mismo día de su declaración: muertes extrañas, suicidios; unas cincuenta personas desaparecen así. Conocemos bien la implicación de la mafia, de los militares, de Lyndon B. Johnson. Fue un golpe de estado absoluto, como defendió Oliver Stone en su película.
P.- ¿Nixon estuvo implicado en el complot?
R.- No, pero sabía, como Hoover, que JFK no saldría vivo de Texas. El FBI no sabía cómo ni dónde lo iban a liquidar, pero sabía que del sur no salía vivo.
P.- ¿Kennedy ha sido el único presidente al que quisieron matar desde las propias instituciones norteamericanas?
R.- No. Las coincidencias entre las muertes de Lincoln y Johnson son para hacer un programa de temas paranormales, por ejemplo.
P.- ¿Obama ha sido un objetivo?
R.- Es que hoy ya no es rentable el magnicidio: genera una reacción inmensa. Con buscar un escándalo ya es suficiente. Con Kennedy no podían. Cuando Kennedy llegó a la Casa Blanca, Hoover se presentó en el despacho de Bob Kennedy (al que odiaba: por católico, por progresista, por joven) y le dijo: "Tengo en mi poder material muy comprometedor sobre la vida sexual de su hermano". Bob respondió: "Yo tengo material muy comprometedor sobre su vida sexual y su afición por los muchachitos". Y Hoover concluyó: "Entonces nos entenderemos".
P.- ¿Condenó a JFK el hecho de saber demasiado sobre Hoover?
R.- Entre otras cosas. Hoover estaba deseando que lo liquidaran.
P.- ¿Qué otros motivos había para matar a Kennedy?
R.- Había desgastado a la mafia metiéndolos en la cárcel, estaba la guerra de Vietnam, el racismo en el sur. Un par de meses antes de lo de Dallas, Kennedy invitó a Luther King a la Casa Blanca. En Texas dijeron: "Hasta aquí podíamos llegar". En Dallas lo recibieron con las calles llenas de pasquines que lo amenazaban de muerte. Los habían colgado con total impunidad, él mismo pudo leerlos.
P.- ¿Cuándo comenzó la colaboración entre la CIA y la mafia?
R.- Con los nazis. Los mafiosos tenían a los mejores tiradores de Europa. En la CIA, que aún no se llamaba así, pues era la agencia de inteligencia de los Aliados, lo sabían y empezaron a colaborar. Cuando acabó la guerra los mafiosos pasaron de ser cazadores de nazis a cazadores de cualquier cosa, puros sicarios. Y así fue hasta los años ochenta.