La pesadilla que no acaba nunca: El neoliberalismo contra la democracia
Christian Laval y Pierre Dardot
21 julio, 2017 02:00Escena cotidiana de la bolsa de Nueva York
Este nuevo libro de los profesores Christian Laval (París, 1953) y Pierre Dardot (1952) continúa la senda del anterior. Transmite un mensaje de considerable alarma ante un mundo dominado por una pesadilla que se refuerza y perpetúa. Se llama "neoliberalismo", y es contrario a la democracia, aumenta la pobreza y pretende disminuir el gasto público. Como es fácilmente verificable, hay más democracia que nunca, el número de pobres ha disminuido en cientos de millones durante las últimas décadas y el gasto público se mantiene históricamente elevado.La izquierda extrema también comparte algunos diagnósticos de estos destacados intelectuales, como: "nunca el dinero ha sometido tanto la política de los gobernantes a su ley". Lo que indican los datos es que nunca los gobernantes han arrebatado tanto dinero a sus súbditos como en nuestro tiempo.
Todas las crisis son utilizadas por el Estado para reforzarse a expensas de los recursos de sus súbditos. Pero según Laval y Dardot se ha aprovechado la crisis para "reforzar el poder del capital". Parece que estamos dominados por las multinacionales, como si a usted le quitara el dinero a la fuerza Amancio Ortega, y no la Agencia Tributaria.
Afirman que "las políticas neoliberales son sistemáticamente favorables al capital", lo que es dudoso, y lamentan que la izquierda socialdemócrata haya adoptado ideas perversas como "el fetichismo de la moneda estable" -podrían preguntar en Venezuela.
Mientras insisten en que lo que hay es "gobierno para los ricos", no analizan la realidad, en especial el Estado, cómo es de grande y poderoso ese ente que pretenden que ha sido prácticamente jibarizado por el capital financiero.
Avanza el volumen, y también las contradicciones de los autores. Se declaran enemigos de los Estados "neoliberales", pero apuntan: "Los Estados de la Unión Europea tuvieron que movilizar 4,5 billones de euros, es decir, el 37 % del PIB, para evitar el hundimiento del sistema bancario". Es decir, les han creído a esos mismos Estados cuando justifican sus usurpaciones de los bienes de sus súbditos. En un párrafo en la página 26 acusan a los malvados neoliberales de responsabilizar al Estado de la crisis, y a la vez afirman que el Estado precipitó dicha crisis.
Señalemos algunos otros juicios aventurados: no hay democracia hoy porque el pueblo no puede elegir democráticamente cuánto habrá de expandirse la oferta monetaria; la democracia es "el gobierno ejercido por la masa de los pobres" y el "ejercicio directo del poder legislativo por el pueblo" (y critican a Hayek por no ser demócrata). Dos errores económicos apreciables son analizar la deuda sólo desde el punto de vista de los acreedores, como si fuera una imposición oligárquica, y no una decisión interesada de los Estados (recordemos que su admirado Varufakis llegó a identificar a la troika en Grecia con la represión comunista en Praga; hay que ser catedrático para soltar según qué burradas). Y el ejemplo de la falacia de la suma cero es la incapacidad de comprender que las personas crean riqueza, porque estamos en un "planeta finito, totalmente conocido y ocupado".
Los autores nos advierten del fascismo, pero no de sus coincidencias con Podemos, partido que les suscita simpatías. Invitan abiertamente a la lucha social: debemos "recuperar la iniciativa en la guerra de clases, con el fin de derrotar a la oligarquía e imponer la democracia". Y creen que la violencia terrorista es fruto de la globalización."Los fundamentalismos religioso y mercantil constituyen dos versiones complementarias de la reacción moderna". En serio.
@rodriguezbraun