Image: Luis Melgar: diplomacia, mirada, juventud

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Letras

Luis Melgar: diplomacia, mirada, juventud

8 agosto, 2017 00:00

Luis Melgar

Luis Melgar, diplomático de profesión y nómina, no pierde la mirada del escritor infantil ni en el "avispero" de Venezuela, donde se halla destinado. Ha transitado por la novela de misterio y la narrativa infantil. Su último libro usa el humor como forma de conocimiento de un país lejano y no tan desconocido: Guinea Ecuatorial. Diplomacia y Literatura, confiesa, son dos disciplinas que se retroalimentan.

Mirada aún inocente en unos ojos que han visto demasiado y que no pierden, extrañamente, la inocencia. Traje impecable, media sonrisa lanzada al fogonazo del fotógrafo y una mueca curiosa, que transmite y trasciende el posado promocional del último libro: Los blancos estáis locos: Un diplomático español en Guinea Ecuatorial. Luis Melgar hace de la burocracia de Exteriores un festín inacabable de ocurrencias literarias, y de la Diplomacia en primera persona una escuela de escritura donde lo surreal y lo tragicómico pasan por la casa consular, a la hora que sea y en el país que toque. Siendo así, con el horario cambiado de ir contra los husos (horarios) y las costumbres, Luis Melgar (Madrid, 1980) se deja perfilar en este fuera de horma. Aquel niño prodigio del Teatro Español que estudiaba en la Universidad, aquel opositor que recitaba en la compañía de Pérez Puig, se nos ha hecho escritor viajero tras haber leído en clave casi exegética La Divina Comedia, y haber revolucionado Ponferrada y Florencia al rebufo -cuestión de ventas- de Dan Brown con Los enigmas del Infierno de Dante. Claro que si Dan Brown hacía croquetillas y trampas con la Historia, Luis Melgar tenía la decencia y la valentía literaria para incluirse a sí mismo en sus tramas de misterio junto a Estefanía Nussio. Nacido en el 80, el catálogo de sus obras en la BNE nos habla de una extraña prolijidad. Tanto en temas como en tomos. Melgar transita por la literatura infantil y el misterio, más su último libro, que es donde viene a desnudarse como escritor y como diplomático con ese raro humorismo que es cortesía del filósofo y del buen escritor. Humildad del narrador frente a tanto atildamiento, tanta gravedad, que se le pone a los narradores cuando salen de Entrevías y cuentan todas las Áfricas que les salen de las mientes. Una África plural que es siempre la misma y que, salvo excepciones, no pasa de ser un safari con más o menos moralina de salón. Con Melgar hay que entender la Diplomacia como una Bella Arte-menor- de lo posible. Hay algo en la forma de afrontar el mundo presente en Luis Melgar, brillante servidor de Exteriores, que resulta tiernamente chestertoniano. Anda tomándose un respiro del polvorín de Venezuela, donde anda destinado; y contesta raudo a cuántos interrogantes y pruebas le hacemos para incluirlo en este fichero de los "fuera de horma".

Diplomacia y libros

Piensa Melgar, respecto de la mezcla y la fusión de lo profesional y lo vocacional, que "tanto la Diplomacia como la Literatura nos obligan a intentar ver el mundo desde perspectivas diferentes a la nuestra, nos fuerzan a ponernos en el lugar de otra persona, y por eso pienso que ambas disciplinas se retroalimentan mutuamente". El primer cuestionamiento que se nos viene a la cabeza es el del tiempo, del tiempo que huye y que no sabemos de qué misteriosa forma organiza Melgar en sus plurales quehaceres. Aquí cualquier cristiano andaría infartado, o malgastando la bilis y el gracejo en twitter, a pesar de la amenaza de cese. Pero Melgar se ordena minuciosamiente el tiempo, va a cenas 'en representación de', recoge la piscina, busca cocinero y come hipocalorías. Uno desconoce cómo es el diplomático tipo, pero sí conoce al escritor tipo. Melgar defiende que "hay una larguísima tradición de diplomáticos que también son literatos", y nos lo cuenta desde Venezuela, "un polvorín", del que va a evadirse unos merecidos días rumbo a Santo Domingo.

Memorias de África

Hay un momento, en 2013, en que este probo funcionario de Exteriores decide darle otro giro más de tuerca a su vida, a los ya grandes límites de su horma. Es cuando acepta irse con su marido y su perro Churchill a la Embajada de España de Guinea Ecuatorial como segundo. Aquí el escritor polígrafo, el arquitecto en primera persona del misterio histórico, cambia el tono por el del dietario de campaña, el del viaje al interior de una Embajada y al pesado ambiente ecuatorial. ("Tomé abundantes notas que enviaba a amigos y familiares por correo electrónico, bajo el título genérico de Perlas de África. Fue una de mis amigas, Susana la bibliotecaria, la que me dijo en una ocasión que me había convertido en un buscador de Perlas, así, con mayúscula, porque llegó un momento de mi vida guineana en que intentaba vivir momentos especiales, anécdotas o hechos sorprendentes con el único objetivo de traducirlos al lenguaje literario y dejarlos plasmados en negro sobre blanco").

"Bastante bocazas"

Guinea Ecuatorial, las estrecheces de la Embajada, el modo de vivir guineano y la particular forma que España ha tenido de descolonizar nos muestran a un Melgar escritor, dietarista, que se sorprende de todo. Hemos dicho que a un soldado de la Diplomacia como el que retratamos nada le sorprende, pero el día a día de Guinea acostumbra por salirse de horma y el escritor/diplomático opta por meterle humor a eso 'de vivir para contarla': "soy un diplomático bastante bocazas. Puede que sea cosa de la juventud: en ese momento yo tenía treinta y dos años, aunque desde entonces han pasado otros cuatro y no hay síntomas de mejoría".

Surrealismo mágico

Melgar habla del surrealismo mágico de Guinea, y esa sociedad africana a la que no le faltan los resabios españoles, que van del idioma a la lectura del HOLA. Por el relato de los días guineanos, de su prólogo y su epílogo, desfilan Margallo, Teodorín Nguema, y una África a la que se asoma Melgar para escribir sin complejos, con humor, con la misma óptica de un chaval que quiere mejorar en lo posible las cosas. Melgar relata su experiencia en la confección de un taller de escritura en Malabo, en la organización de una Feria de Abril en la Guinea Española: "Llegó el día de la fiesta. Muchas mujeres vinieron vestidas de faralaes y hasta hubo algún caballero con sombrero cordobés. Los colegas de la Embajada americana (...) se sintieron como Hemingway en la Alhambra, los alemanes le hicieron fotos a todo, y para gran desilusión (...) no cantamos la 'Salve rociera' al acabar el jolgorio. A pesar de ello quedó claro que Sevilla tiene un color especial, sobre todo en Malabo".

Juvenil de pasaporte y mirada

La juventud de Melgar también lo sitúa fuera de todo encasillamiento, de todo corsé. Melgar ha escrito literatura infantil y con esa mirada blanca al presente y a la existencia vamos comprendiendo mejor su paso por la Guinea española. Esta premura en lo literario y en lo diplomático la explica el propio autor: "Para mí, escribir es más que una vocación, es una necesidad. Un lenguaje, una forma de expresarme. Siempre he escrito, desde que era muy pequeño. A los tres años les pedí a los Reyes Magos mi primera máquina de escribir, me trajeron una Olivetti color rojo que me acompañó muchísimo tiempo. Cuando tenía cinco años, a mis padres les dio por hacer una obra en casa y yo me dediqué a perseguir a uno de los albañiles para apuntar todo lo que hacía; con mis notas escribí una especie de biografía suya que llamé Miguel el Obrero. Toda mi infancia estuvo llena de proyectos literarios, a cual más disparatado: un guión de cine que llamé El misterio del pergamino y era en plan Indiana Jones, una revista de la cual edité varios números y que se llamaba la revista de la calle, mi primera (y obviamente inédita) novela titulada La búsqueda de Ávalon... Con esto te quiero decir que la vocación de escribir la he tenido siempre, desde que tengo uso de razón, aunque no empecé publicar hasta los dieciocho años más o menos."

La destrucción o el humor

Y a todo, al horror, al canibalismo, a la doble moral, al colonialismo 'regulero' y a la vida le pone la gotita necesaria de coña marinera. ("Los humanos tendemos a tomarnos la vida demasiado en serio, y eso suele ser un problema. Ahora bien, el auténtico humor consiste en reírse siempre de uno mismo, nunca de los demás. Eso es lo que he intentado en Los blancos estáis locos, reírme de mí mismo y de las tonterías que hacemos los blanquitos, siempre obsesionados por cosas que no tienen la menor importancia. ¡Espero haberlo conseguido! Hablando de diplomacia, hay que reconocer que algunas de sus facetas como la ironía o incluso el absurdo han sido de enorme utilidad en muchos momentos históricos importantes, y ha habido grandes maestros como Winston Churchill que han sabido emplear la ironía como un arma política de primera magnitud.")

La forma de ver

Ahora, agosto del presente, Melgar descansa unos días. Después volverá a Venezuela. Dijo Umbral que el espanto puede dar lirios, y comprobamos que el espanto de las calles venezolanas no le enturbia una forma de ver. De escribir. De salirse de horma en Fernando Poo o en la Alcarria. @JesusNJurado