España, esa conversación pendiente
Manuel Hidalgo
En el volumen Pensar en España (Confluencias) Manuel Hidalgo reúne 16 entrevistas a intelectuales y creadores que reflexionan sobre los factores culturales e históricos que determinan la España actual.
Precisamente alguno de sus interlocutores se queja de que quizá uno de los defectos más recurrentes de los españoles es pensar demasiado en nosotros, cuestionarnos constantemente qué somos. "Eso forma parte del debate. Es verdad que a lo largo del tiempo ha habido un interés, pasión u obsesión, en pensar sobre España. Se suele decir que la generación del 98 fue el primer grupo de intelectuales que, al calor del hundimiento definitivo del imperio colonial, se puso a pensar sobre España. Y desde entonces hasta hoy. Pero el si es conveniente o no, si se hace de forma excesiva o no, es un tema más a debatir", opina el crítico.
Debate, que considera clave en términos absolutos. Es por ello que una de las grandes reivindicaciones del libro, más allá de opiniones, análisis e incluso creencias, es la conversación. "Quería hacer valer la importancia de la conversación, de una charla sosegada, respetuosa y con conocimiento detrás", explica Hidalgo. "En nuestra conversación, el dramaturgo Juan Mayorga dice que la parte clave de la conversación reside en la escucha, que es una de las mayores muestras de respeto, porque presumes que el otro tiene algo interesante que decir. Esto es algo que necesitamos mucho en España".
Uno de los grandes aciertos de Hidalgo se da a la hora de elegir a sus interlocutores, pues mezcla pensadores con creadores en la convicción de que "aporta tanto un pensador puro, académico, como un gran creador artístico, que inevitablemente tiene una mirada sobre su país tan interesante como la del experto". Hallamos así en estas páginas a los filósofos Fernando Savater, Javier Gomá, Aurelio Arteta y José Antonio Marina; los historiadores Carmen Iglesias, José Álvarez Junco, Juan Pablo Fusi y el hispanista Ian Gibson; los escritores Javier Marías, César Antonio Molina, Luis Alberto de Cuenca, Antonio Muñoz Molina y Jon Juaristi, el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón, el dramaturgo Juan Mayorga y el abogado constitucionalista Jorge de Esteban. Una ecléctica mezcla, con la que Hidalgo pretende hallar "raíces, antecedentes, causas, personalidades, hechos y constantes culturales e históricas que iluminen el presente de España", seleccionada bajo dos sencillas premisas. "Quería que fueran personajes de envergadura, gente con cosas que decir, y evidentemente que tuvieran cierta edad, para tener una experiencia y una reflexión de la vida española sostenidas en el tiempo, que abarcara los últimos 40 o 50 años".
Lo que pudo haber sido
Lo que consigue esta relativa homogeneidad de vida y experiencias es que aunque cada uno desarrolle una entrevista específica acorde con su campo de actuación, muchos coincidan en elementos clave o den una impresión de conjunto común, casi generacional. "En todos ellos hay un cierto pesimismo sobre el punto al que hemos llegado, una cierta decepción al ver que el esfuerzo de modernización que se hizo en los primeros años de la Transición se ha deteriorado o no ha alcanzado sus objetivos", valora Hidalgo, que apunta que, además de ese pesimismo, otro punto común es la reivindicación de la Transición, defendida particularmente por Marías. "Sin dejar de señalar problemas y defectos, la gran mayoría alaba la transición política española". Mirando a la actualidad, el aspecto que los pensadores y creadores señalan como preocupante es "la virulencia actual de movimientos como el nacionalismo y el populismo, que ya tuvieron su papel y su importancia en otros momentos de la historia del país". Y de cara al futuro, "reivindican la cultura y la educación para salir del atolladero y hablan de intentar recuperar lo mejor de la historia de España en lugar de volverle la espalda".También parecen tener todos claro lo que falla, y desde luego lo que en su día falló, que ha determinando de una manera muy significativa la evolución de nuestro país. Casi nadie elude la Guerra Civil y el franquismo, recordadno el fallido proyecto de un respetado y añorado Manuel Azaña, además de darle su cuota de culpa al "deseado" Fernando VII. Pero llama la atención que más que de lo ocurrido, existe, como dice Hidalgo, "un lamento por cosas que aquí no se dieron, las necesarias revoluciones, actualizaciones que daban paso a nuevas modernidades". Entre ellas la Ilustración, el decisivo paso para el librepensamiento y el individualismo, que no fue tan potente en España, aunque según Iglesias, desconocemos mucho de nuestro riquísimo siglo XVIII. Otros, como Savater, culpan a los curas de buena parte del atraso miope de ciertas regiones y capas sociales. "Señala el grave problema para la vitalidad y la libertad que ha sido la histórica presencia de una Iglesia muy dogmática que impedía los brotes de pensamiento espontaneo y crítico. Hay una serie de causas que siguen marcando efectos en el presente", resume el escritor.
Pero si los males pasados son fáciles de detectar e interpretar, no está tan claro con los que nos acucian hoy en día. Se habla de nacionalismos, populismos, corrupción, educación deficiente, falta de diálogo... "Pero es más complicado saber si lo que está mal pervivirá o se disipará. Javier Gomá, el entrevistado más optimista del libro, dice que a veces en la historia se da un 'tiempo eje', en el que ocurren muchas cosas y hay cierta confusión y desazón porque concurren un montón de factores nuevos", explica Hidalgo. "Un tiempo eje que va a dar lugar a otra cosa que todavía no se sabe cuál va a ser. Quizá estamos en un tiempo eje, en vísperas de que aparezcan otras ideas, otros planteamientos, que se posen y se templen y tengan un efecto duradero. No sabemos exactamente qué ocurrirá ni como se saldrá de aquí", vaticina.
El intelectual perplejo
Pero si bien el futuro puede verse con optimismo, esperando no repetir los errores arrastrados durante siglos, un grave problema es para Hidalgo el papel de los intelectuales en la actualidad, ya que a pesar de su interés por involucrarse con lo que pasa en España, presente en la gran mayoría, ya no tienen capacidad para influir en la sociedad como antaño. Algo de lo que el crítico culpa a "la enorme floración de medios de comunicación de todo tipo y de opiniones de todo tipo que estamos viviendo", que está influyendo mucho sobre la función de los intelectuales. Antes, sostiene, "el pensamiento del intelectual se filtraba misteriosamente (porque nunca hubo grandes tiradas de los libros de Ortega o Unamuno) al conjunto de la sociedad, y su posibilidad de influencia era mayor".Algo que hoy, a pesar de los avances técnicos y de capacidad de comunicación, o precisamente por ellos, no ocurre. Ahora los intelectuales están "perplejos", porque sienten que lo que ellos dicen no llega a la gente. Y al mismo tiempo, son sustituidos por una barahúnda de opiniones, muchas de ellas nada fundamentadas. "El intelectual de hoy está muy perplejo porque tiene la sensación de que 500 tuits influyen más que un libro de alguien que ha dedicado toda su vida a pensar sobre un asunto", sentencia Hidalgo.
Para el crítico, esta era de la tiranía de las opiniones afecta solo al ámbito del pensamiento. "A la gente no se le ocurre opinar de cirugía o de arquitectura, pero sí de literatura, de historia de política. Hoy en día parece que el intelectual no es un experto en nada, da igual que haya dedicado 40 o 50 años a pensar y estudiar". De ahí una vez más la pertinencia de un libro como Pensar en España, un tributo al pensamiento y a la conversación en cuyo génesis ya aporta algunas de las claves para mejorar nuestro país.