Grandes éxitos
Antonio Orejudo
18 mayo, 2018 02:00Antonio Orejudo
Hay una página de Grandes éxitos en la que Antonio Orejudo, cuando lleva ya más de doscientas comentando su vida y su obra sin darles mayor importancia que la de existir, decide aplicarse una mirada de crítico literario, que para él es sinónimo de homogeneizadora (es cierto que en este gremio no solemos dar para más). Orejudo dice suponer que el elemento unificador de su escritura es "la mirilla del francotirador. Todas mis novelas están escritas contra algo: contra la tradición, contra mis hermanos mayores, contra la generación de los cuarenta, contra la trascendencia literaria, contra las ideologías, contra la universidad y finalmente contra mí mismo".Y el presente libro, que es una especie de antología comentada que el mismo Orejudo ha elaborado con fragmentos de toda su trayectoria, confirma con bastante exactitud esa intuición, siempre que le demos una vuelta de tuerca: habrá que imaginar a un francotirador que, en la soledad del parapeto, acaba reconociendo en su diana más bien a un interlocutor. O si se prefiere, a un objetivo digno de recibir un disparo que, como la bala mágica que atravesó a JFK, tenga el poder de rebotar en muchos puntos de la realidad dibujando una trayectoria insospechada, y que además no se limite a matar cuando acierta (ese sería un talento, aunque indudable, menor), sino que provoque alguna transformación: Oswald transubstanció a Kennedy en mito y cuando Orejudo enfila el mundo académico español, el resultado es que lo desencripta, quiero decir: que lo saca de la cripta en la que yace para reconectarlo con la literatura y con la vida. O si parodia a Javier Marías, acaba siendo más Orejudo que nunca. Etcétera.
Digamos entonces, siguiendo al propio autor en sus disquisiciones a propósito de Cervantes, que en Grandes éxitos disparar es dialogar con balas que hieren menos que el juicio de un tribunal de oposiciones amañado. Que de estos también los hay en el libro, aunque se travistan de duelo al sol en un poblado de western.
La escritura de Orejudo es juguetona, irónica, y no extraña que el nombre del crítico Bajtín nos salpique un par de veces, dada la tendencia carnavalesca del narrador: he aquí un transformismo múltiple de géneros (literarios), lenguajes (psicóticos, realistas o distópicos) y voces. De hecho, el mismo título es un juego: yo no sé si la industria discográfica seguirá editando greatesthits pero, mientras lo hizo, consistieron siempre en ejercicios de mera actualización comercial e identitaria, nunca en reconfiguraciones o relecturas irónicas: que son, en cambio, las características de estos Grandes éxitos. Combinando los viejos pasajes seleccionados con otros nuevos que los comentan, contextualizan o desacralizan, Orejudo se permite teorizar en tono leve sobre la autoría como desdoble de la biografía o proyección pública problemática; rescata pasajes sorprendentes (o tenazmente normales) de su vida; e incluso se permite evocar amistades truncadas o algún ajuste de cuentas resignado con sus críticos, algo que me resulta, dicho sin sombra de ironía, divertidísimo y tierno. En uno de los relatos, un ciudadano español afronta el siempre sórdido interrogatorio de un oficial de aduanas neoyorquino, que resulta conocer al dedillo su vida y tener muchos consejos amicales que darle; en otro, el organizador de un concierto y el mánager de un grupo famoso se ponen de acuerdo en las condiciones contractuales hasta que sus intereses divergen y aparece la violencia; en otro, una pareja está a punto de conocerse en un autobús y el narrador congela la escena para explicarnos que un día los asesinará su futuro hijo. Ya ven: uno nunca sabe si aquí se está disparando o conversando.
@Nadal_Suau