Image: ¿Dónde veranean las musas?

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Letras

¿Dónde veranean las musas?

20 agosto, 2018 02:00

Javier Gutiérrez en El autor, de Manuel Martín Cuenca

En la estación de los viajes y los planes de huida recorremos ciudades, espacios y aeropuertos de la mano de algunos autores españoles que nos cuentan cuáles son los lugares que les resultan especialmente inspiradores y el rincón desde el que ellos invocan a las musas.

Decía Joan Didion que en agosto el calor es tan, tan fuerte que no parece un mes sino más bien una enfermedad. Enfermedad o no, lo cierto es que el verano es la época en que el tiempo se ralentiza, el cuerpo se vuelve pesado y la mente se evade lejos. Es la temporada alta de las maletas, los viajes, el mar o la montaña. El instante perfecto para desconectar, romper con la monotonía y cambiar de entorno. También, por qué no, para escribir. Así, al menos, y de la mano de varios autores españoles, preparamos nuestro particular equipaje en búsqueda de una rutina de letras, inspiración y desconexión que ponga remedio a esa enfermedad de la que hablaba la escritora americana antes de acabar contagiados. Si es que la escritura per se no es un viaje ya en sí mismo.

De Andalucía hasta la Costa Brava, pasando por el País Vasco o Aragón hasta París, Nueva York o Roma, empezamos nuestra ruta literaria por Carboneras, en Almería. "Porque allí -dice Lorenzo Silva- se rodó una de las mejores películas de la historia, Lawrence de Arabia, de David Lean, y el espíritu perdura". También en Andalucía, se encuentra "un pueblecito de la sierra de Jaén, Segura de la Sierra, que resulta muy literario porque es donde veraneaba Quevedo y es posible que naciera Jorge Manrique", asegura el escritor Juan Eslava Galán.

Al norte, lugar de residencia veraniega de Marcel Duchamp, Salvador Dalí, Eugenio D'Ors, Pablo Picasso, Joan Miró o Richard Hamilton, Cadaqués es la debilidad de Milena Busquets."Es el pueblo de los veranos de mi infancia -explica-, porque casi todos los descubrimientos importantes los hice allí y porque es un lugar extraordinario". Y no muy lejos de ella, precisamente en Gerona, Pilar Adón encuentra también su inspiración. En particular, en Llansá, Puerto de la Selva y Begur comenzaron casi todos sus relatos. "Supongo que es por el paisaje, que me parece dramático, y por la calma -afirma-. Cuando me voy de allí, todo se queda allí. Pero los paseos y la lectura en estos pueblos hacen que se me ocurran situaciones y personajes que me interesan".

Y es que, es difícil, aislarse del todo de los lugares que vivimos. Somos, en parte, los sitios, el entorno donde hemos crecido. Así, San Sebastián, la ciudad natal de Fernando Aramburu, forma parte indiscutible de su literatura. "También, por razones personales, Zaragoza, pueblos y ciudades de Navarra y, ya en Alemania, Lippstadt, Hannover, Berlín o Gotinga. Claro que uno no pasa por lugares como París, Nueva York o Roma -añade el escritor- sin el correspondiente lamparón biográfico".

Un lamparón que, en el caso de Ana Merino, es más una cuestión de tiempo o estado de ánimo. "Curiosamente el tiempo intermedio, el de las salas de espera, o el de los viajes en autobuses, trenes y aviones siempre me ha dado muchísimo juego. Tal vez por eso mi poesía sea tan viajera", reflexiona. Es allí, en las estaciones donde, particularmente en verano, comienzan y terminan todas las historias. De hecho, su obra de teatro La redención empezó en la terminal de un aeropuerto. Cuenta que estaba viajando a una conferencia y el vuelo de conexión se retrasó. "Las horas que pasé en allí se transformaron en la ficción de un escenario donde mis personajes se pusieron a conversar. Recuerdo que anoté el arranque del primer acto en las páginas impresas de mi billete".

En casa como en ningún sitio

Pero, ¿y qué pasa con la escritura? ¿Es el verano una época especialmente productiva y creativa? "Podemos relajarnos en esta época porque parece que entre todos nos damos permiso para frenar un poco, aparcar las obligaciones y las exigencias, y dejar a un lado las prisas", reflexiona Pilar Adón. Para la autora de El mes más cruel o Mente animal no es tanto una cuestión estacional, como de los ritmos profesionales entre los que nos movemos. "Si pudiéramos aflojar de esta manera -matiza- durante, digamos, unas semanas en noviembre, también nos parecería que se trata de un periodo creativo y reflexivo porque podríamos dedicarnos a leer y a escribir sin obstáculos. Creo que en realidad todo obedece a la sensación o la no sensación de que vivimos bajo la esclavitud de las prisas y los compromisos".

Lo que nadie cuestiona, es que el verano es la época del descanso. "Es el momento del año en el que me fuerzo para no escribir -confiesa Marta Sanz-. Voy a la playa, nado, bebo cerveza, paseo, sesteo, procuro aburrirme y atocinarme: lo necesito porque el invierno es muy, muy largo". La autora de títulos como Amor fou, Farándula y Clavícula escribe siempre desde casa. "Me gusta escribir sobre esas cosas pequeñas y vulgares que se hacen visibles a través del lenguaje literario. Huyo de la excepcionalidad publicitaria y esa huida puede aplicarse hasta a mis preferencias a la hora de emprender el proceso de escritura: mi casa, mi mesa, mi ventana y todos los ruidos que me llegan a través de ella. Ese es el espacio que necesito y busco", dice.

Con ella coinciden varios autores como Lorenzo Silva. El escritor, que acaba de publicar Lejos del corazón, aprovecha el verano para ordenar y dar el punto final a algunas de sus ideas. Suele escribir más en invierno, en su casa de Illescas, en Toledo, en una habitación grande con un escritorio amplio y algunas mesas más para poner sus libros. "Tiene un silencio que casi había olvidado. Y cuando empieza y acaba la jornada, tiene esa luz del crepúsculo de La Sagra, que no es cualquier cosa", describe.

Y es que el silencio, aliado inconfundible, es uno de los mayores reclamos a la hora invocar a las musas. También para el autor de Patria que, rodeado de libros, trabaja en casa con las persianas bajadas. "El sitio no tiene ningún misterio -revela Aramburu-. Se trata de una oficina espaciosa, fresca en verano, bien caldeada en invierno, donde no me resulta difícil hallar la debida tranquilidad". Los meses estivales son, en su caso, particularmente productivos, ya que, más bien a contracorriente, aprovecha para dejar de viajar y encerrarse a escribir.

Truman Capote descansando en una habitación de hotel. Foto: Steve Schapiro

Manías las hay, aunque ninguna tan estrambótica como la afición de Truman Capote por trabajar en la cama o de Agatha Cristie en la bañera. Al contrario que Milena Busquets, que puede escribir desde cualquier sitio "bonito, desconocido y confortable", Felipe Benítez Reyes sostiene que él solo puede hacerlo desde su casa. Concretamente en su despacho y en su silla. "En cuanto salgo de allí me convierto en ágrafo. A veces he tenido que escribir algún que otro artículo de prensa durante un viaje, pero fue como si lo escribiese un extraño. Un extraño de dedos temblorosos y de pensamiento titubeante".

"Escribir es algo que se hace todos los días, a todas horas, siempre que se puede", matiza Pilar Adón, quien suele trabajar en Madrid, donde tiene su residencia habitual. "Lo que sí hago, no por un afán bucólico sino por pura necesidad, es irme a una casa que tengo en el pueblo de mis padres para rematar las novelas o los libros de cuentos. Es lo que llevo haciendo los últimos años y lo hago así porque el sitio está relativamente cerca de la ciudad y porque allí no hay ningún tipo de reclamo externo. Ese aislamiento me viene bien para cerrar los textos. A pesar de que respondo correos y las llamadas habituales de la editorial, las horas allí se estiran, y puedo dedicarme días enteros a rematar y a ver los libros con distancia. Suelo terminar agotada después de esos encierros".

Tres meses, tres "largos meses llenos de trabajo" según Ana Merino, es lo que dura un verano. Sin embargo, la poeta cuenta que siempre intenta pasar al menos una semana en la playa "para limpiar la mente y pensar en el futuro como un poema por escribir". "La ilusión es un ingrediente clave de mi creatividad y para reencontrarme con ella necesito serenarme", añade. En esto, el mar de Almería, las playas de Cabo de Gata en San José, son su mejor aliado.

Hasta el sur, se desplaza también el escritor Juan Eslava, para quien el verano es su periodo más creativo. Entre sus lugares favoritos, señala, está la sierra de Cazorla-Las Villas en Jaén, "un bosque portentoso con estupendos senderos, pueblos pintorescos donde se come bien y nada de calores agobiantes". Pero tal vez, no obstante, después de todo no haya que irse tan lejos. "Escribo encerrado en mi biblioteca -confiesa Gabriel Albiac-. Con total indiferencia hacia las épocas del año. Blindado herméticamente del exterior. Sin mis libros al alcance de la mano, no sería capaz de trazar una letra. El universo está en la biblioteca, no en la calle. Al menos, para mí", concluye. A fin de cuentas el viaje más largo que emprenden los escritores es el que realizan hacia ellos mismos.

@mailouti