Image: Santi Balmes: El peterpanismo cotiza al alza en el mundo de la música

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Letras

Santi Balmes: "El peterpanismo cotiza al alza en el mundo de la música"

27 septiembre, 2018 02:00

Santi Balmes.

Santi Balmes, líder de Love of Lesbian, publica su novela más ambiciosa hasta la fecha, El hambre invisible, en la que propone al lector un viaje a su ciudad interior: Bruma.

Santi Balmes (San Vicenç del Hors, 1970) ha conseguido llegar a lo más alto de la escena musical española en compañía de su banda Love of Lesbian. Para comprobarlo solo hay que atender al llenazo que lograron en noviembre de 2017 en una plaza tan difícil como el Wizink Center o al hecho de que, en cualquier festival por el que pasen, suelen congregar al mayor número de público durante su actuación. Pero, como marcan las leyes de la Física, todo lo que sube, al final, tiene que bajar y en ocasiones se estrella contra el suelo. Eso es lo que le ocurrió a Balmes en un concierto de la gira del disco 1999 (2009), que se pegó un leñazo tras lanzarse al público desde el escenario. Además de varias secuelas físicas ya superadas, Balmes encontró en el golpe el germen para El hambre invisible (Planeta), novela en la que realiza una espeleología emocional a través de un juego de máscaras. Trasmutado en el equilibrista Spinelli, el autor se dirige a Bruma, su ciudad interior, para descubrir cuál de sus alter egos ha hecho desaparecer a su musa Edith: quizás el adolescente soñador y poeta Halley, puede que el sicalíptico Román Líbid o incluso el acomodaticio Román Bourgeois. Un libro que funciona como poema épico, autobiografía, ensayo e incluso diario y en el que Balmes deja de lado el pudor para mostrar al lector las incoherencias del ser humano. Charlamos con el autor a su paso por Madrid para presentar la novela.

Pregunta.- Usted vive en Barcelona. ¿Qué relación tiene con la capital?
Respuesta.- Madrid tiene un punto canalla y por eso me da la impresión de que no habría hecho ni la mitad de discos si hubiera vivido aquí. En Madrid sales a cenar, incluso un lunes, y no sabes a qué hora va a acabar la noche. Para una persona de Barcelona es relajante venir dos días, te cambia hasta el carácter. Allí siempre hay una especie de tensión, y no solo por el procés. Es una tensión eléctrica que se detecta ya desde el taxista que te recoge en Sans. Aquí es todo más afable y eso que al principio la banda tuvo una relación difícil con Madrid. No venía nadie a vernos y era muy frustrante.

P.- ¿Se sigue sintiendo aquí como un turista?
R.- Más o menos. A los barceloneses nos falta siempre la coordenada marítima para ubicarnos. Cuando voy por la Gran Vía, aún no sé si la estoy subiendo o bajando. Madrid es la inmensa llanura en la que no sabes bien dónde está el Manzanares ni donde queda la sierra. Al final me he dejado de preocupar por la ubicación, porque además siempre hay un taxi dispuesto a llevarte a cualquier parte. Me interesa más el trato personal, que siempre es excelente.

P.- ¿Y ha conseguido ubicarse en su ciudad imaginaria, Bruma?
R.- La cuestión es que siempre transitamos por los barrios más seguros de nosotros mismos. Cuando haces una labor de espeleología en tu ciudad interior te sobrecoge el hecho de no ver los límites. Pero conocerte no es solo una labor de introspección, sino que es el resultado de enfrentarte a los demás. A veces conoces a gente que te parte en dos la cabeza y saca de ti cosas que no sabías que existían. Y normalmente es el azar lo que determina que conozcamos a esas personas.

P.- El célebre destino…
R.- El destino es muy importante. Nuestra vida puede cambiar si un día, en vez de tomar el camino de siempre al trabajo, giramos a la derecha. En esta profesión de contar historias hay que tener una mirada a mil metros de altitud que nos permita ver las oportunidades que nos ofrecía la vida en cada esquina. De la misma manera que cuando ves un vídeo a cámara lenta eres consciente de la cantidad de detalles que te pierdes a velocidad normal. Ahora todo va muy rápido. Con los likes de Instagram estamos perdiendo el pulso de la vida real.

P.- ¿Le ha servido el libro como autoconocimiento?
R.- Totalmente, sobre todo para saber de qué pie cojeo y por qué cojeo de ese pie. Otra cosa es el tema de arreglar los problemas, pero como mínimo si ha habido una reconciliación conmigo mismo. Me ha costado mucho tirar del hilo porque tenía que avivar ciertos monstruos que hay en mí, una serie de Mr. Hyde que vivían dentro del ser social, ese equilibrista que utilizamos todos. Enfrentarme a todas mis pulsiones fue un trabajo doloroso, como volver al lugar del crimen. Pero creo que al final sí que ha tenido un efecto catárquico.

P.- ¿Da la impresión de que lleva escribiendo este libro toda su vida?
R.- Hay fragmentos que están escritos hace muchos años. Por un lado ha sido una labor casi de documentación. He actualizado algunos escritos de cuando tenía 19 años, he tenido que ponerme en la piel de esa persona que era con 30 años e incluso he tenido que proyectarme hacía el futuro con ese Román Buorgeois. Ha sido un trabajo muy arduo que se lleva gestando casi 10 años.

P.- La llegada a Bruma se produce por una caída…
R. Hay leyes de la Física y de la Química que se aplican al éxito y a los ciclos vitales. Cuando estás en el momento de subida tienes una sensación engañosa de impunidad. Mi caída se produjo en ese momento en el que pensaba que hiciera lo que hiciera no me iba a pasar nada. Por eso el golpe me hizo entrar definitivamente en el mundo adulto. Puede que fuera un poco tarde, pero en este mundo de la música cotiza al alza el peterpanismo.

P.- ¿Qué porcentaje de verdad hay respecto a todo el anecdotario que despliega el libro?
R.- En el libro todo es una verdad enmascarada. He alterado los años y los nombres de las personas que aparecen, pero todo es real. Por ejemplo, el capítulo de la asesoría laboral en la que mantengo relaciones sexuales con mujeres diez años mayores que yo es totalmente cierto y fue muy instructivo. Me hizo descubrir que el entorno burgués es simplemente decorativo y que detrás hay un mundo acojonante, casi siempre peor que el que muestran las casas trabajadoras. Era como Belle de jour, la película de Buñuel.

P.- La novela funciona como el clásico whodunit del género negro. ¿Por qué ha utilizado esa estructura?
R.- Fue César Pérez Gellida, autor del prólogo, quién me sugirió la trama policíaca y me apeteció mucho desarrollar la idea. Hasta ese momento lo que estaba haciendo era una especie de ensayo desde varios puntos de vista y esta estructura me permitía generar atención y crear un final que fuera poco esperado.

P.- ¿Cree que ha establecido una clasificación de alter egos que vale para todo el mundo?
R.- No, creo que cada uno debería hacer su propio mapa porque algunos coincidirían con los míos y aparecerían otros que yo no tengo.

P.- Pero todo el mundo tiene dentro un Román Líbid, ¿no?
R.- Sí, porque estamos continuamente controlando el deseo. Vivimos en un mundo que huye del caos a través del deseo. Si nos dedicáramos a saciar esa necesidad sexual desde los 15 a los 19 años, incluso hasta los 25, creo que acabaríamos tan hartos que seríamos más felices. Podríamos emplear después nuestra energía en encontrar de verdad nuestra vocación. En esta sociedad el sexo está implicado en cualquier toma de decisión.

P.- Al poeta Halley ya lo conocíamos del último disco de Love of Lesbian. ¿Cómo ha sido reencontrarse con él?
R.- El joven Halley es un pardillo, tiene el orden de sus prioridades completamente distorsionado. Piensa que todo el mundo está equivocado, lo que es una postura demasiado extrema. Y lo peor es que yo era así en la adolescencia. Todos hemos dicho alguna vez que no estaríamos con una persona a la que no le gustara la misma música que a nosotros, pero he empezado a huir de esos prejuicios. La gente es mucho más que sus gustos culturales. A veces tendemos a un clasismo que nos puede convertir en alguien insoportable. Ese joven Halley es un arrogante, un protosnob al que los fracasos de la vida van poniendo en su sitio.

P.- ¿Le da miedo ese futuro burgués que escenifica Román Burgeois?
R.- Me voy a dejar llevar. Voy a adoptar esa velocidad del paseante, de esa persona que ya no quiere cambiar el mundo, que ya hizo lo que pudo en su época y que ahora ya sabe que es el turno de los jóvenes. Román Burgeois es simplemente un tipo que ha subido un peldaño y que ve desde ahí las pulsiones del deseo sexual y de la ambición.

P.- ¿Qué es el hambre invisible?
R.- El hambre invisible es esa fuerza que te empuja a continuar día a día. Es esa esclavitud o ese pretexto que te hace avanzar. También el ansia vital y la insatisfacción forman parte del hambre invisible.

P.- ¿Podemos pensar que sus canciones son la punta del Iceberg, y este libro es el iceberg completo?
R.- No creo que en este libro muestre todo el iceberg pero sí que ha asomado un poquito más. No quiero pensar que soy un libro abierto. He dejado mucho material aparcado por pudor y por otros motivos. No me gustan las biografías desgarradoras. Para mí la introspección era una excusa para ejecutar un experimento literario, para encontrar varias voces y llevarlas al extremo.

P.-¿Siente muy diferente este libro de los anteriores?
R.- Para mí este libro es el tercer lado de un triángulo que completan el disco El poeta Halley y el poemario Canción de Bruma. Por eso es el final de una etapa. No voy a indagar más en mí mismo. El hambre invisible son 400 páginas de un trabajo muy doloroso y no tengo ganas de pasar por ahí otra vez.

@JavierYusteTosi