Image: Maryam Madjidi: Mientras Francia me apoya, Irán me cierra las puertas

Image: Maryam Madjidi: "Mientras Francia me apoya, Irán me cierra las puertas"

Letras

Maryam Madjidi: "Mientras Francia me apoya, Irán me cierra las puertas"

La escritora franco-iraní reflexiona sobre el exilio y las raíces en su novela, Marx y la muñeca por la que obtuvo el Premio Goncourt a la Primera Novela

23 noviembre, 2018 01:00

Maryam Madjidi

Maryam Madjidi (Teherán, 1980) tenía apenas 6 años cuando ella y sus padres tuvieron que abandonar Teherán para irse a vivir a Francia. Primero a París y más tarde a Drancy. Descendiente de padres comunistas, aquel exilio pasó a formar parte desde entonces de su propia identidad. Lo cuenta y lo ficciona en su primera novela Marx y la muñeca (minúscula) por la que en Francia le otorgaron el Premio Goncourt a la Primera Novela 2017 y el Premio Etonnants voyageurs. "Quisiera callar cuando me preguntan por mis orígenes -escribe en ella-. Quisiera contar otra cosa, lo que sea, inventármelo, mentir".

Marcada por aquel abandono y por la separación del resto de su familia, en particular de su abuela, y la pérdida de su cultura y de su propio idioma de origen, en su escritura indaga en sus raíces, en los problemas de adaptación y en los huecos de su identidad. ¿Cómo ser persa?, se pregunta en un capítulo. ¿Cómo ser francés? contesta, muchas páginas después. "Al mismo tiempo -se dice-, me revuelco en mi pequeño mundo exótico, que me procura un orgullo jovial. El orgullo de ser distinta".

Pregunta. ¿Se puede ser extranjero primero en el lenguaje?
Respuesta. De pequeña, a los seis años, que es cuando empecé a aprender francés, uno se siente extranjero en todos los ámbitos en el lenguaje. En cambio hoy no me siento para nada extranjera en mi francés. Es mi lengua de escritura y de comunicación. De hecho es mi único idioma. El persa lo hablo con mis padres. Pero nunca concedería una entrevista en persa porque no tengo los medios suficientes como para expresarme con precisión como con el francés. A pesar de ser mi idioma materno, hoy yo me siento extranjera en la lengua persa. Por eso para mí el concepto de raíces no significa nada. Es mucho más complicado que decir yo nací en tal país, yo aprendí esa lengua en los primeros años de mi vida y por tanto yo pertenezco a todo eso.

P. ¿Es el inmigrante una especie de escritor que construye su propia identidad?
R. De hecho, todos nos contamos una historia de nuestra propia identidad. Además son dos cosas muy distintas explicarse a una misma algo y escribir. Charles Morrone habla del mito de la familia que consiste en todo eso que nos explicamos, incluso dentro del grupo familiar, que forma parte casi constitutiva de nuestra existencia como individuo. Y luego está la escritura que es una cosa muy distinta. En el campo de la escritura mi historia ya no es mi historia sino que es la historia de todos. De hecho la escritura es ir más allá, escapar justamente de la cerrazón de esta estructura, de este relato personal que, al contrario, se debe volver universal. Se trata de que una señora en Francia, España, Rumanía, donde sea, encuentre algo suyo en este libro.

P. En Marx y la muñeca escribe sobre su país de origen, ¿cuál es la relación actual que tiene con Irán?
R. Ya no voy, desde 2015. Ya no voy -repite-. La publicación de este libro ha hecho que me exponga de tal manera que puede ser arriesgado para mí ir y no quiero correr ese riesgo. De hecho, es increíble, yo he escrito un libro sobre Irán y es precisamente el libro el que no me permite viajar hasta allí.

P. ¿Sigue teniendo familia allí?
R. El núcleo solido de mi familia, mis padres, mi hermano, mi sobrina, mi pareja... todos ellos están en Francia. Pero me produce mucho dolor no poder ir a ver a mi abuela. Me siento culpable y tengo que arreglarme con eso, con mi propia conciencia, porque me provoca una pena muy muy grande. Este libro se ha publicado ya en catorce lenguas, o está en proceso de traducirse. La embajada francesa apoya mis giras, que yo venga a promocionar mis libros, pero mi país de origen, en cambio, me cierra las puertas. Eso dice mucho sobre su salud mental.

P. ¿Tiene esperanzas de que cambie en algún momento la situación?
R. Sí. Tengo la esperanza de que todo cambie algún día en todo el mundo, no solo en Irán. Aún no he caído en la desesperanza de que pueda haber un cambio. Eso no. Pero resumiendo, lo que encuentro más abyecto de ese régimen es la ausencia total y absoluta por los derechos humanos.

P. En su libro, menciona que no acaba de entender cuando le hablan sobre la riqueza de tener una doble cultura, ¿a qué se refiere?
R. Más bien no acabo de entender el entusiasmo de la gente que opina cuando en realidad no sabe mucho. Ellos piensan que tener dos culturas está bien. ¿Tú qué sabes? Lo dicen desde un lugar que no le corresponde. En ese sentido, no es porque hable de dos culturas en general. La cuestión es el entusiasmo, hay que conocer la historia de la persona a la que se lo comentas. Una parte del exilio es el dolor, es el sufrimiento. Entonces no entiendo muy bien a qué se refieren cuando se emocionan ante una cosa de ese tipo. Es algo que es superficial. Es como si yo a un chico que viene de Senegal le digo que qué bien, que eso es una riqueza. No se me pasa por la cabeza. Imaginemos si viene de Yemen. Es una forma de exotismo idiota.

P. Ya que lo menciona, habla del sufrimiento del exiliado, ¿ha superado ya ese dolor o es algo con lo que uno tiene que vivir siempre?
R. No es un dolor permanente, no hay que exagerar. Pero es constitutivo de mi identidad. De hecho cuando veo lo que ocurre con los refugiados y lo que tienen que hacer para llegar a Europa siento que yo no me puedo permitir el lujo de quejarme de mi experiencia. Incluso con los iraníes jóvenes que ahora intentan salir del país o los que consiguen hacerlo y rehacer su vida, tampoco puedo permitirme ese lujo. El sufrimiento relacionado con el exilio es como una ola, aparece, se va, pero no me impide hacer mi vida, disfrutar de otras cosas y de las personas.

P. En Marx y la muñeca habla también de las políticas de integración en las escuelas, usted trabaja con menores, ¿han evolucionado según su experiencia?
R. En el plano de la metodología de la enseñanza el método ha cambiado. Hay más espacio para un intercambio cultural y hay un mayor reconocimiento de la cultura del otro. Pero, como todo, depende mucho también del docente y del tipo de enfoque que aplica.

P. Hizo su tesis sobre el poeta iraní Omar Jayyam, ¿le influyó en algo en su escritura?
R. En mi escritura no, pero en mi concepción de la vida sí, muchísimo. Como yo, era crítico de la religión y tenía el concepto filosófico de que todos nos vamos a morir, de que en realidad estamos ya en el polvo y, por lo tanto, hay que disfrutar del momento presente porque la vida no es otra cosa que eso.

P. Y si no es Jayyam, ¿quiénes le han influido?
R. Cada libro que leo, me haya gustado o no, me influye. No tengo autores en el panteón. Soy el resultado un poco de todo lo que he leído. Duras, Pessoa, Roman Gary... ellos son más bien compañeros que me acompañan en mi soledad de escritora pero no están en el panteón. Durante un tiempo estuve convencida de que era Kafka y después llegué a la conclusión de que no, que era demasiado complicado, necesitaba algo más ligero. Ahí apareció Italo Calvino. De hecho, todo libro es algo que nos acompaña a lo largo de nuestra vida y por lo tanto también depende mucho del humor o del momento de la vida en la que te lo encuentras.

P. Dedica su novela a Abbas, que es alguien del que en un momento dado de la obra, escribe algunos párrafos, ¿por qué se lo dedica a él precisamente?
R. Yo no quiero que se le olvide, porque de hecho representa a miles, a millones, que se han opuesto a algo y que les han cerrado la boca.

@mailouti