Image: Sonetos del amor entero

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Letras

Sonetos del amor entero

17 mayo, 2019 02:00

Alejandro Roemmers. Foto: Archivo

Alejandro Roemmers Visor. Madrid, 2019. 120 páginas. 10 €

Si uno se acerca a la figura proteica de Alejandro Guillermo Roemmer (Buenos Aires, 1958) parece fácil caer en la neblina o en la fascinación. Un hombre capaz de levantar una obra como Franciscus, sobre San Francisco de Asís, o de dialogar con Saint-Exupéry en El regreso del Joven Príncipe -una novela traducida a más de treinta idiomas en la que el escritor argentino se imagina qué habría pasado si un príncipe ya adolescente hubiera regresado para volver a hablar con su amigo aviador-, mientras sigue escribiendo poemas con una constancia de diario en íntimo fulgor, no parece llamado a la estrechez de las categorías. Digamos que hay artistas que encuentran sólo un surco, un cauce, un registro, y hay otros que contemplan la infinitud de un mundo de posibilidades, sentido y valentía en la manera de encarar el magma. A esta segunda naturaleza, poliédrica y en continuo crecimiento por innovación, pero profundamente lírica, responde el escritor y empresario argentino, que presenta en España Sonetos del amor entero (Visor) como quien nos ofrece la médula latente de toda su creación. “No puedo evitar ser siempre extranjero. Entre los poetas por ser empresario y entre los empresarios por ser poeta. Siempre he sido diferente”. En esa diferencia consciente y asumida, osada en sus contrastes, se contiene su radicalidad: porque si en todo poeta auténtico asistimos a un desvelamiento, Sonetos del amor entero nos descubre la esencia y la tensión de un hombre que sólo parece tener miedo a no aguantar el pulso de la vida, a dejarse sus márgenes vacíos. Leyendo estos sonetos amorosos, de sonoridad rítmica y danzante en la naturaleza introspectiva que es tejido sacro de una respiración, tenemos la impresión de estar asistiendo a la descripción honda de un temperamento sensorial que percibe -da y recibe- el amor como la plenitud de vivir. No es casual la conexión que establece Luis María Anson en su brillante prólogo entre Alejandro Roemmers y Whitman, Neruda, Borges, Lorca y Miguel Hernández. Cercana en su profunda ligereza a la poesía de Luis Alberto de Cuenca, hay en Roemmers una aspiración a la totalidad del decir y una sublimación del amor que se sustenta en la melancolía de los placeres perdidos o futuros, y en la carnalidad de la emoción que ahora nos mirará desde el pasado. Pero también está el amor de padre en los espléndidos sonetos para su hijo, como un testimonio de perduración, de puro amor por la vida, de exaltación salvaje y corporal de cuanto la existencia nos ofrece a manos llenas, por un lado, y también de la armonía necesaria para asistir al alba tras el fuego que nos quema las manos; pero hay que entrar ahí, o eso parece decirle y decirnos, a modelar el barro que queremos vivir. La factura impecable de los sonetos no es una novedad en la poesía de Alejandro Guillermo Roemmers. Los mensajes que llegan son redondos, como lemas cosidos en el pecho entre destellos de fulguración. Amor oscuro, claro, entero, ese portazo que nos deja vacíos, la soledad en el cosmos más sombrío, el corazón de piedra desde su sangre fría, el deseo de ser recordados por un cuerpo de olvido, un libro del cielo que nos nombra, el amor que nos salva incluso en su dolor embravecido, con su herida de guerra y un mundo que se ahoga en la garganta. Amanecer, los ojos, la libertad de ir reconquistando el paso. Serena gratitud, María Magdalena y la vuelta de Lázaro: hay resurrección en estos versos, un epitafio azul bajo el árbol frondoso, hay un hombre que sale de la tierra para dar testimonio del silencio. Las meditaciones nos conducen por un camino abierto y sin fronteras, sin alambre de espinos para la libertad de escribir el poema.

Amor entero

Amor oscuro, claro, amor entero, que a todo da valor y da sentido. Un fuego que jamás será extinguido nos enseñó a servir por ser primero. A veces ciego y sordo y aún certero. Se oculta cuanto más es perseguido. Es libre en la amistad como en un nido, este amor fugitivo, aventurero. Guerrero más humilde que arrogante, va desnudo, sonriente y elegante, este amor infinito y pasajero. Capaz de sorprenderte y de turbarte, misterio de la música y el arte, no es perfecto, mas siempre verdadero.