Cristian Crusat y el viaje al otro lado de sí mismo
'Europa Automatiek', híbrido entre ensayo y ficción, aborda el paso del tiempo para contar la transformación de quien viaja de un lado al otro de sí mismo
19 febrero, 2020 11:02No hay fórmulas fijas para convertir la intimidad en materia narrativa, para ensayar un modo de reflexión intrapersonal, exponer la vida y contarla. Contar, por ejemplo, la razón que impulsa a un joven malagueño que vive asentado en una rutina hecha de subsistir en medio de la precariedad, la inestabilidad y la improvisación, a tomar la decisión de apostar por instalarse en la vida y “habitarla”, lo que equivale a llenarla de acciones que otorguen sentido y coherencia a su existencia. Esta toma de conciencia de la propia biografía convertida en ejercicio de autoficción, o crónica confesional, donde el punto de vista del narrador protagonista se instala en el eje de la acción, que no consiste sino en recrear lo vivido, acaba creando, en este caso, un discurso generacional tejido con vivencias, conjeturas y digresiones, y pulido con recursos de quien maneja con sagacidad y lucidez su propia historia y la experiencia de la literatura.
Es el discurso del joven que acaba su formación y, tras vivir en Francia, Bélgica e instalarse en Ámsterdam con veintisiete años, donde ha cambiado de piso tres veces en apenas dos años, mientras divide su tiempo entre las clases en una academia de idiomas y la traducción de un libro de ensayos y artículos de Bijvanck, –asumiendo que ese ajetreo sin horizonte es el signo de su tiempo–, recompone trazos de su biografía y reflexiona sobre el curso del tiempo, el desarraigo emocional y la construcción de la intimidad. De esta materia tan frágil se nutre Europa Automatiek, la última apuesta del malagueño Cristian Crusat (1983), autor de sobrada y reconocida solvencia en el terreno del ensayo y la ficción (ahí están los relatos de Solitario empeño, 2015, Estatuas, 2016, y el ensayo Sujeto elíptico, 2019), como viene a confirmar este híbrido, tejido con recursos de ambos géneros, con el estilo para contar esa transformación de quien viaja de un lado al otro de sí mismo.
En síntesis, su asunto, como el de cualquier historia personal, es el paso del tiempo. Y su argumento, a golpe de elipsis y saltos temporales, va narrando cómo una tarde de hastío, en 2011, irrumpe en su casa una compañera de piso no buscada, Tajana, una joven croata cuya presencia pone en marcha algún tipo de narrativa desconocida para él: de habitar la casa sin mezclarse a instalarse en la rutina compartida. De mirar la vida desde un solo plano a habitar una existencia con dos alturas. Eso y todo lo que con lleva construir y habitar la existencia propia, descubrir su historia más esencial, la vida con sobreentendidos, la conciencia de que el tiempo transcurre, aceptar la existencia y que la vida actúa.
No es una lectura sencilla, ni es fácil no perderse en cierto ensimismamiento, en algunas de sus reflexiones, en la libre configuración de sus vivencias, la personal estructura del relato o la red de reflexiones metaliterarias que lo recorren (Albert Camus, Simon Schama, Claudio Guillén, Peter Handke, Martin Heidegger). Pero es un escrito “bello y arriesgado” (en palabras de Vila Matas), que se saborea por sus disquisiciones y los puntos suspensivos que colocan al lector frente a los múltiples y plurales sentidos que suscita. En eso consiste este libro, mientras recorremos el viaje del protagonista de un lado al otro de sí mismo.