Jorge-Semprún

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Letras

Jorge Semprún sube el siglo XX a las tablas

La dramaturgia del escritor avanzó sus obsesiones y es de un alto atractivo intelectual, pero de difícil concreción escénica

3 mayo, 2021 10:23

Teatro completoJorge Semprún

Renacimiento. Sevilla, 2021. 352 páginas. 21,90 €

Tiene algo de acontecimiento editorial esta compilación exhaustiva del teatro de Jorge Semprún (Madrid, 1923-París, 2011), rigurosamente contextualizado por Manuel Aznar Soler y Felipe Nieto. Es una veta literaria muy soterrada —recuerda un poco al caso de Camus— bajo el impacto de su narrativa, arraigada en una traumática existencia, con hitos como Un largo viaje (su debut en 1963) y La escritura o la vida (1994), en las que recogió su experiencia como recluso en Buchenwald, o Autobiografía de Federico Sánchez (1977), en la que rememoraba sus avatares como miembro clandestino del PCE. Pero mucho antes de lanzarse a la novela, Semprún empezó a hacer músculo como escritor con el teatro. Una decisión coherente con la confianza que, tras la Segunda Guerra Mundial, la izquierda mantenía en la escena como motor de concienciación, con Bertolt Brecht como sumo sacerdote.

Empapado del ideal comunista, Semprún escribió, en francés, La soledad (1947), su primer texto dramático, que ambientó en las huelgas del área industrial de Vizcaya. Es una pieza clave porque avanza temas en torno a los que girará su recorrido literario posterior: la Guerra Civil, el exilio, el totalitarismo, la infancia y, abarcando todo ese ramillete de obsesiones, la más medular de todas: la memoria. En 1952 alumbra —en español— su segunda obra: ¡Libertad para los 34 de Barcelona! Reincide en las luchas obreras. Concretamente, la de los tranvías de la capital catalana del 51.

Luego pasaría cuatro décadas alejado del teatro, al que vuelve con El regreso de Carola Neher, publicada por Gallimard en 1998. Léon Blum conversa con Goethe y el personaje llamado Superviviente aparece como un alter ego que nos incita a recordar el lager. Gurs: una tragedia europea, transcurre en el campo de retención francés homónimo, donde la convergencia de varias nacionalidades le da el pie para reflexionar sobre el Viejo Continente. La quinta y última, Yo, Leonor, hija de Carl Marx, ¡judía!, señala las contradicciones entre la vida y la obra del autor de El capital. Recorremos pues más de medio siglo hilvanado por una dramaturgia de alto atractivo intelectual pero de dificultosa concreción escénica por su carácter discursivo.