Foto: Nico Smit

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Letras

¿Qué quedará de nosotros cuando hayamos muerto?

David Farrier explora en 'Huellas' qué legado dejará la raza humana cuando desaparezca de un planeta que está destruyendo

11 mayo, 2021 09:28

Huellas. En busca del mundo que dejaremos atrásDavid Farrier

Traducción de Pedro Pacheco. Crítica. Barcelona, 2021. 288 páginas. 20,90 €. Ebook: 10,99 €

La mirada sombría sobre la Humanidad y sus ínfulas tipo Ícaro han tenido su público desde que el mundo es mundo. No sólo en la tradición grecorromana sino, por supuesto, la judeocristiana. A pesar de los esfuerzos de muchos autores en hacernos ver que nuestro planeta, a pesar de todo, avanza, hay un amplio nicho de lectores siempre dispuesto a darse golpes en el pecho por toda la irresponsabilidad, soberbia y codicia de la que hacemos gala. Y quién mejor para procurárselos que un profesor de literatura sensible y concernido. David Farrier (Tauranga, Nueva Zelanda, 1982) lo es de literatura inglesa en la Universidad de Edimburgo y, a través de un relato ágil y bien estructurado, trata de adivinar cómo nos juzgarán en el futuro.

La idea de “fósil del futuro”, meollo de este libro, no es especialmente original. Pero el autor consigue encandilarnos entre viajes y anécdotas personales y familiares. Cargado de las referencias literarias y poéticas que domina su oficio, parte del descubrimiento en Norfolk de huellas humanas fosilizadas que datan de hace 850.000 años hacia un itinerario de ensoñación apocalíptica. El mundo que nos es familiar colapsará y dejará vestigios que analizarán futuros ¿terrestres?

Sí, El planeta de los simios, vende. La fugacidad de lo que parece indestructible ha sido un tema para la fascinación y la poesía. “Nuestros fósiles del futuro son nuestro legado y, por lo tanto, nuestra oportunidad de elegir cómo seremos recordados”, escribe Farrier. Quien se pasee por aquí mañana descubrirá una herencia de capas estratigráficas de redes de carreteras y autopistas y megaciudades olvidadas y aplastadas en un “estrato urbano” de hormigón pulverizado y vidrio.

“Nuestros fósiles del futuro son nuestro legado y, por lo tanto, nuestra oportunidad de elegir cómo seremos recordados”, escribe Farrier

“Después de cien millones de años, lo que queda de Nueva York o Mumbai puede ser un depósito no más grueso que el extremo poco profundo de una piscina”. Descubrirán consternados el vertido de material atómico en diversos lugares del planeta, los efectos de la quema de combustibles fósiles y los cientos de miles de piezas de basura espacial microscópica que orbitan alrededor de la Tierra.

Nuestras intervenciones negligentes en la vida del planeta (desde el pastoreo, la agricultura, la construcción, la minería, la fundición, las fábricas o la comunicación) han degradado su belleza y diversidad. Naturalmente, nuestros desechos radiactivos enterrados seguirán siendo mortales hasta la eternidad. Quienes van a juzgarnos “registrarán si continuamos sin prestar atención a pesar de los peligros que sabíamos que nos aguardaban, o si nos preocupamos lo suficiente como para cambiar nuestro rumbo”, asegura, algo incongruentemente.

Con resonancias de añoranza de la Edad de Oro, el autor no disimula su querencia por un mundo preantropocéntrico, pero incluye en el texto algunos relatos francamente sugerentes como el capítulo sobre la vida de una botella de plástico desechada y las aventuras que conocerá durante los próximos milenios hasta regresar a sus orígenes, en un lento retorno químico al petróleo del que nació.

'Huellas' sabe entretener canalizando la angustia contemporánea en los remordimientos por nuestro efecto nocivo en el planeta

Todo lo que conmueve literariamente en esta obra decepciona por su poca exigencia de datos científicos. Pero Farrier es un crítico literario y no un científico, y el libro está destinado a lectores legos que no aspiran a más concreción. De ahí su catastrofismo estereotipado con la energía nuclear, esos corales que “están muriendo en todo el planeta” (la única referencia en la bibliografía es un artículo sobre arrecifes del Caribe) o incluso su crítica a “la triste uniformidad de nuestra biomasa colectiva” con “las pocas especies que nos gusta comer” (no creo que tengamos la culpa de no dedicarnos a la caza y de limitarnos al estrecho rango de nuestra ganadería).

Huellas es un libro que sabe entretener canalizando la angustia contemporánea en los remordimientos por nuestro efecto en el planeta. Pero ¿quién nos juzgará? ¿Quién levantará esos estratos y nos descubrirá? Como hemos inventado la fotografía, el audio y el vídeo, y sus sofisticados soportes ya han dado el paso incluso al almacenamiento en la nube, esas Huellas de Farrier dan por sentado el cataclismo. Aunque pretende ser un canto de esperanza, el futuro que nos enseña es la novela de Pierre Boulle antes mencionada y el Cántico por Leibowitz de Walter Miller. Ni más ni menos