Anecdotario torrencial y vertiginoso del Giro de Italia
Ander Izagirre recorre la 'corsa rosa' desde sus orígenes a sus últimas ediciones con un tono entre épico, humorístico y pícaro
26 mayo, 2021 10:42Lo primero que llama la atención del nuevo libro de ciclismo de Ander Izagirre (San Sebastián, 1976) –el primero, Plomo en los bolsillos, dedicado al Tour, tiene ya casi carácter de clásico– es su título. ¿Beber sangre de buey para ganar el Giro?, nos preguntamos. Pronto desvela el motivo. Los corredores pioneros de la ronda itálica se dividían en castas. Los había que contaban con el respaldo de las marcas de bicicletas y podían costearse confortables hoteles al término de las etapas. Luego estaba la mayoría: campesinos y menestrales que se lanzaban a la carretera con una mano delante y otra detrás. No tenían ni para comer a pesar de que debían afrontar etapas de hasta 400 kilómetros. Así que Clemente Canepari, miembro de ese tropel de desheredados, no se lo pensó dos veces cuando pedaleaba a la altura de una granja en la que estaban sacrificando un buey: trincó el cubo donde caía la sangre y trasegó con ansia.
Es una de las miles de historias que conforman el volumen, esclarecedora del tono entre épico, humorístico y pícaro que lo impregna. El anecdotario es torrencial y vertiginoso. Recorre la corsa rosa desde sus orígenes a sus últimas ediciones. Contarlo es un arte en el que se han aplicado algunas de las mejores plumas italianas, como Dino Buzzati (Gallo Nero reeditó recientemente sus crónicas neorrealistas y mágicas) e Indro Montanelli, enviados ambos por el Corriere della Sera, que se volcaba en su cobertura, sabedor de que el acontecimiento enardecía a las masas y vendía periódicos. Aunque fue la Gazzetta dello Sport la que puso la carrera en marcha en 1909, inspirándose en el Tour de Francia, que había nacido sólo seis años antes. Resulta revelador que la grande boucle la alumbrara también un plumilla, Géo Lefèvre. Periodismo y ciclismo, una gran alianza, como bien demostró aquí José María García con su fijación por La Vuelta.
La ruta de Izagirre circula en paralelo a la propia historia de Italia, que gracias al Giro consolidó su unidad, cogida con alfileres a principios del siglo XX. Lo hizo bajo la mirada recelosa de socialistas, fascistas y, por si fuera poco, el Vaticano, que lo veían como una herejía ácrata. Pero su pelotón se abrió paso a lo largo de las décadas, bombeando ‘petróleo’ para habilidosos y amenos narradores como el reportero y escritor vasco, que nos desgrana las hazañas de Bartali, Coppi, Merckx, Lejarreta y compañía sin olvidar tragedias como las de Pantani, que ya no ‘bebía’ sangre de buey sino de laboratorio.