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Letras

Antonio Iturbe, estampas de un pasado inalcanzable

Los recuerdos que el autor vuelca en 'La playa infinita' construyen un valioso, crítico y entretenido testimonio contemporáneo colmado de la justa emoción

12 julio, 2021 09:21

La playa infinita

Antonio Iturbe

Seix Barral. Barcelona, 2021. 360 página. 19,50 €. Ebook: 9,99 €

Pocas novelas habrá que se centren de manera tan concentrada y exclusiva en los recuerdos personales como La playa infinita. Antonio Iturbe (Zaragoza, 1967) vuelca su despaciosa mirada sobre la Barceloneta, el barrio portuario donde crecieron el protagonista, apellidado también Iturbe, y el propio autor. Este soporte en la autoficción garantiza una decantada emocionalidad, pero el libro no se queda en un relato ensimismado en intensos sentimientos. La vibración cordial del ayer, con particular atención a la edad escolar y a la adolescencia, sirve para contrastarlo con el presente y así revelar la distancia, insalvable e irreversible, que los separa. En consecuencia, lo particular adquiere una dimensión global que apunta a una estampa colectiva, a un plástico retrato de época y a un documento coral.

Andar a vueltas con la memoria tratándose de una ficción y no de un libro de memorias tiene el riesgo de perderse en la evocación complaciente y paralítica. Este peligro lo ha debido de detectar con claridad Iturbe y lo ha resuelto narrativamente bien. En primer lugar, justificando la necesidad argumental de que alguien cuente su historia. El protagonista, un físico de larga y mediocre trayectoria en centros de investigación de medio mundo, decide volver a su patria chica espoleado por un hallazgo que requiere su retorno.

En segundo lugar ideando una trama que construye una auténtica y nítida novela del doble. El autor desdobla al Iturbe ficticio estableciendo una conversación entre éste y otro condiscípulo de antaño, un tal González, que no salió al extranjero, que anida en un misterioso sótano de esta ciudad de los prodigios —fórmula en buena medida clave de la novela que homenajea a Eduardo Mendoza— y que permite una visión perspectivista de los hechos que se cuentan.

Iturbe redondea en esta novela un valioso, crítico y entretenido testimonio contemporáneo colmado de emoción

En fin, la cualidad novelesca de las evocaciones se refuerza con un anecdotario variado acerca de cómo era Barcelona en su zona popular, castiza y muy humilde y cómo es ahora, su actual personalidad “moderna”, una cáscara de especulación inmobiliaria y de turismo masivo. Esta idea —una ciudad sin carácter— sintetiza el recorrido histórico desde la Transición hasta ahora mismo con puntillosa atención a los fastos de las Olimpiadas.

El recorrido histórico de La playa infinita no es aséptico. La reconstrucción se inscribe con todo derecho en los parámetros de la novela social. Es más, pertenece a la “novela de barrio”, una novedosa modalidad específica de la “novela de la crisis”, según ha señalado algún estudioso. Por un lado está la denuncia de los ricos y de sus grandes y turbios negocios. Por otro, la simpatía y solidaridad con las víctimas, la gente modesta, los comerciantes tradicionales venidos a menos y los humildes trabajadores del puerto y aledaños. Y en medio quedan los restos del naufragio: el colegio demolido, los chiringuitos playeros arrumbados y el amor ensoñado.

Cierra la novela un inesperado desenlace. Iturbe —el personaje— hace balance de su retorno al barrio y toma una amarga determinación. No debo concretarla aunque sea esencial para la trama, pero sí diré que añade calor poético y hondura efusiva a la historia. Como si esculpiera un epitafio, afirma: “Tú eres de tu infancia”. Con ello Iturbe —el autor— redondea un valioso, crítico y entretenido testimonio contemporáneo colmado de emoción.