Temas, dolores y culpas de Fiódor Dostoievski
Pocos autores tan obsesionados como Fiódor Dostoievski con las grandes cuestiones del hombre contemporáneo, como el mal y el pecado, la felicidad o el perdón. El Cultural revisa aquí algunos de esos temas a través de sus obras, aventuras vitales y pensamientos
11 noviembre, 2021 08:29EL AMOR
“En nuestro planeta sólo podemos amar sufriendo y a través del dolor. No sabemos amar de otro modo”. Con estas atormentadas palabras explicaba el escritor su visión del amor. Tuvo tres grandes pasiones, pero las dos primeras, las que sintió hacia María Dmítrievna Isáeva y hacia Apolinaria (Polina) Súslova fueron muy desdichadas. María estaba casada y su relación se basaba en el sufrimiento que ella le infligía; Polina, a la que conoció cuando ya estaba casado con María, era 22 años menor, y, aburrida de esperar, acabó con la relación. Finalmente conoció a Anna Grigórievna Snítkinala, taquígrafa a la que dictó El jugador, y que era 25 años menor. Tuvieron una hija, Sonia, a la que Fiódor adoraba, pero su repentina muerte abrumó a la pareja, padres de otros tres hijos. Pese a las deudas y a su mal carácter, fueron felices.
LA CULPA
Si hay un tema que caracteriza la vida y la obra de Dostoievski es el de la culpa: culpa de existir, de odiar a un padre tiránico y violento, de celebrar su muerte y de jugar para olvidar, de anestesiar los sentidos y el alma, de no ser capaz de amar, o de amar demasiado. Culpa, en fin, de existir. A fin de cuentas, decía, “es culpa mía, culpa mía personal, si el mundo va mal”. Ese abrumador sentimiento se apodera de muchas de sus novelas, especialmente de Crimen y castigo, la historia de un estudiante abrumado por las deudas, Rodion Raskólnikov, que mata a una vieja usurera sin sospechar el infierno que desde ese mismo momento va a desatarse hasta alcanzar la redención.
MAESTROS: DON QUIJOTE
Internado, con sus hermanos en 1834, en Chernak, Fiódor descubre pronto su amor por la lectura: Walter Scott, Dickens, Shakespeare y Goethe se convierten en fieles compañeros de desdichas. Siente también devoción por el teatro de Schiller, Gógol, Lérmontov y, muy especialmente, por Pushkin. Mención especial merece su pasión por Don Quijote, del que llegaría a escribir en su Diario de un escritor (1876): “En todo el mundo no hay obra de ficción más sublime y fuerte que esta. Representa hasta ahora su suprema y más alta expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre, y si se acabase el mundo y alguien les preguntase a los mortales: ‘Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?’, podrían los hombres mostrar el Quijote y decir: ‘Esta es mi conclusión respecto a la vida…, ¿y podríais condenarme por ella?’”.
LA CÁRCEL
A pesar de sus numerosas deudas y de su difícil carácter, no fue el juego el responsable de que acabase condenado a muerte, sino su relación con el Círculo Petrashevski, un grupo de intelectuales que se reunía de manera ilegal en San Petersburgo y difundía las ideas de los socialistas utópicos. El 23 de abril de 1849, el zar Nicolás I ordenó la detención de un centenar de los rebeldes, y en diciembre el escritor y veinte conjurados más fueron condenados a muerte. Antes de vendarles los ojos, pudieron ver apilados en un carro los ataúdes en los que meterían sus propios cadáveres. Se trataba de un simulacro, pues de inmediato un jinete les anunció que la pena les había sido conmutada por cuatro años de trabajos forzados en Omsk, Siberia. Se dice que la presión del momento fue tal que sufrió allí mismo un ataque de epilepsia.
TOLSTÓI
Aunque fueron contemporáneos, Dostoievski (1821-1881) y Tolstói (1828-1910) no llegaron a conocerse en persona, aunque se leyeron y admiraron. Cuando Tolstói publicó Guerra y paz en 1869, Dostoievski quedó impresionado y trató de conocerle sin éxito. Incluso pensó en ir a visitarlo a su finca Yásnaia Poliana, pero Tolstói había empezado a detestar la vida social y vivía recluido. Sin embargo, cuando Tolstói leyó Memorias de la casa de los muertos quedó tan impresionado que en una carta aseguró que “era lo mejor de la nueva literatura, incluyendo a Pushkin”. Su devoción era tal que al morir el autor de El jugador, escribió: “Nunca he tenido ningún tipo de relación con él, y de repente, cuando muere, entiendo que era el hombre más cercano a mí, cuya presencia más necesitaba… Lo consideraba un amigo…”. No mentía: el último libro que leyó fue Los hermanos Karamázov.
EL JUEGO
Cuenta la leyenda que la ludopatía del escritor nació en 1863, en la ciudad balneario de Wiesbaden. Desesperado por el fracaso de su relación con su joven amante Apolinaria Súslova, se jugó en el casino unas monedas y ganó 10.000 francos… que perdió casi de inmediato, porque creía tener un método infalible. Pronto las deudas se acumulan, firma un contrato draconiano con un editor por el que le cede los derechos de sus obras, mientras su situación se hace insoportable: “En el hotel han dado orden de no servirme ni comida ni té ni café. […]todos los empleados me tratan con desprecio indecible. Para un alemán, no hay peor crimen que no tener un céntimo y no pagar a tiempo”.
EL SÉPTIMO ARTE
El cine ha encontrado en las novelas de Dostoievski argumentos excepcionales para numerosas películas. Así, en 1935, Josef von Sternberg y Pierre Chenard dirigen sendas versiones de Crimen y castigo; Akira Kurosawa se atreve con El idiota en 1951, respaldado por un reparto encabezado por el legendario Toshiro Mifune. Protagonizadas por Marcello Mastroianni, Luchino Visconti se luce con Noches blancas en 1957 y un año después se estrena la mejor versión de Los hermanos Karamázov, filme de Richard Brooks protagonizado por Yul Brynner. A finales de los años 60 será Robert Bresson quien se atreva a versionar Un alma dulce (1969) y Cuatro noches de un soñador (1971), con mayor fortuna que Andrzej Wajda con Los poseídos (1987).
LA TRADUCCIÓN
Como en el caso de Tolstói y Turguénev, a lo largo del siglo pasado gran parte de las traducciones más populares de sus obras no eran traducciones directas del ruso, sino del francés o el alemán. A pesar de que han aparecido nuevos traductores (Víctor Gallego, Fernando Otero, Marta Rebón, Marta Sánchez-Nieves, Mabel Velis, Bela Martinova, etc.), la obra de Dostoievski sigue apoyándose, básicamente, en la reedición de las antiguas traducciones de Cansinos Assens, J. Laín Entralgo, Augusto Vidal y Juan López Morillas. Quizá por eso vale la pena destacar especialmente las versiones que Marta Sánchez-Nieves ha realizado para Nórdica de Noches blancas (Premio Esther Benítez de Traducción) y de Una historia desagradable.
DOSTOIEVSKI EN LIBRERÍAS
Biblioteca Dostoievski (Alianza). Alianza rescata los mejores títulos del narrador ruso de ese esplendido fondo que es su colección de Libro de Bolsillo: Los demonios, El Gran Inquisidor, El eterno marido, El idiota, La aldea de Stepánchikovo, Noches blancas, Crimen y castigo o El doble, vuelven de nuevo a circular en traducciones renovadas y solventes.
Memorias de la casa muerta (Alba). Vertido al castellano por Fernando Otero Macías, se trata del relato autobiográfico, apenas disfrazado, de su atroz experiencia en la cárcel de Siberia en la que pasó cuatro años condenado a trabajos forzados tras haber sido conmutada su pena de muerte.
Diario de un escritor (Páginas de Espuma). Publicado hace más de diez años con abundante material inédito, Páginas de Espuma celebra el bicentenario recuperando en dos volúmenes sus mejores críticas, apuntes, artículos y crónicas, traducidos por Eugenia Bulatova, Elisa de Beaumont y Liudmila Rabdanó.
Una historia desagradable (Nórdica). Como explicaba hace poco Manuel Hidalgo en su blog, se trata de una novela corta, entre la farsa y la tragedia, publicada entre Humillados y ofendidos (1861) y Crimen y castigo (1866), en la revista El Tiempo. La traducción, impecable, es de Marta Sánchez-Nieves.
Cuentos (Penguin clásicos). Además de sus títulos más conocidos, Penguin ofrece los relatos de Dostoievski en edición ejemplar de Bela Martinova, traductora, ensayista y una de las grandes especialistas globales en la obra del escritor ruso.