Debutantes a escena: 8 novelistas de futuro… y presente
Entre la incertidumbre y la alegría, convencidos de que hay espacio para la renovación y la apuesta, una nueva hornada de escritores españoles se ha enfrentado a su primera novela
29 noviembre, 2021 08:53Montserrat Iglesias
La marca del agua. Lumen
Madrid, 1976. Licenciada en Periodismo y Filología Hispánica, y profesora de Lengua y Literatura, Iglesias ha publicado artículos en diferentes revistas. En 2019 consiguió una beca para el máster de Narrativa de la Escuela de Escritores y ganó el Premio Alma Negra por su nouvelle El terraplén.
Un mes y medio después de salir a librerías, Iglesias reconoce que “aún vivo lo que sucede con bastante desconcierto, con una extraña sensación de ‘mi reino no es de este mundo’. Por ejemplo, presentar la obra con Julio Llamazares en la librería Alberti fue algo para mí inaudito, pero más aún cuando una semana después vi sentada en esa silla a Ida Vitale”.
La escritora asegura que recaló en la novela porque “no me quedaba otro remedio que sacar adelante esta historia y solo puedo abordar la creación, y hasta la vida, desde el camino más largo. Así que escribo novelas, casi como una forma de ser”. Esa inevitabilidad no la traslada a la industria, pues cree casi héroes a “esos editores insensatos que se atreven a publicar primeras novelas de autores absolutamente desconocidos: renovar es algo tan arriesgado que no creo que puedan hacerlo sin fe en el valor de lo que están lanzando”.
Alejandro Simón Partal
La parcela. Caballo de Troya
Estepona, 1983. Doctor en Filología Hispánica y profesor universitario, con Una buena hora, su quinto poemario, ganó el Premio Hermanos Argensola y con La fuerza viva, el Arcipreste de Hita. Autor residente en Etopia Centro de Arte (Zaragoza), ha trabajado en universidades de Francia y República Checa.
Con “incertidumbre y, ante todo, con gratitud”, ha vivido Simón Partal este debut que le ha exigido “sentarme a escribir todos los días, al contrario que otros géneros. No creo hubiera terminado la novela con dos hijos y una hipoteca”, bromea. Enfrentarse a la promoción ha sido difícil, reconoce, porque “perdí a mi padre cuando arrancó y ha sido tan duro como sanador enfrentarme a ello”.
Sobre el éxito literario de las nuevas voces, opina que “la gente busca algo que le azote y tranquilice al mismo tiempo, que le ofrezca entusiasmo, convulsión y quizá conocimiento. Todos necesitamos explorar cosas nuevas porque nuestra vida depende del asombro”. Como ejemplos recientes pone los libros de Fatima Daas y Pol Guasch o de los poetas Juan Marqués y Julieta Valero. “Que los buenos libros los escriban jóvenes o viejos no tendría que ser tan determinante como es”, sentencia.
Marta Jiménez Serrano
Los nombres propios. Sexto Piso
Madrid, 1990. Licenciada en Filología Hispánica ha cursado un máster de Estudios Literarios y otro de Lettres Modernes en Francia, donde dio clases en la Université de Lorraine. También es autora del poemario La edad ligera, accésit del Premio Adonáis 2020 y ha colaborado en revistas como Piedra del Molino o Turia.
El hueco que ha encontrado entre “lectores muy implicados y cariñosos” Los nombres propios hace muy feliz a Jiménez Serrano, que considera la novela como “una carrera de fondo”. También agradece que “bastantes medios me han dado espacio y varias librerías e instituciones culturales han contado conmigo, lo que ha ido disipando la incertidumbre”.
Aunque reconoce que “el público masivo” se inclina por los ya conocidos, “sí veo en muchas editoriales literarias una apuesta por autores jóvenes, que espero que con el tiempo se asienten. Hablamos mucho de booms y revelaciones, pero como autora lo que me interesa es la solidez a largo plazo”. En este sentido, confiesa haber seguido con “mucho interés el debut de María Agúndez, Piscinas que no cubren (Editorial 16), y ahora justo estoy leyendo Azucre, de Bibiana Candía, que me está encantando. Pero no solo leo novedades; siempre termino volviendo a autores de la tradición occidental como Dante, Cervantes o Emily Dickinson, y también tengo muy presente la hispánica. Cortázar, Alejandro Zambra o César Vallejo están siempre en mi mesita de noche”.
Jacobo Bergareche
Los días perfectos. Asteroide
Londres, 1976. Autor del poemario Playas (2004), la obra de teatro Coma (2015), la colección de libros infantiles Aventuras en Bodytown (2017) y el ensayo autobiográfico Estaciones de regreso (2019), compagina la escritura con su trabajo como productor y guionista de series de ficción.
“Solo aspiraba a tener algunas críticas amables, no esperaba llegar a una segunda edición”, apunta Bergareche, que en menos de medio año ya ha alcanzado la quinta. Define la promoción como “una road movie por las librerías más idiosincráticas de cada ciudad de provincias”, con cuyos lectores ha pasado “sobremesas memorables. He dormido en casas de desconocidos que me han hecho lubinas de siete kilos y me han regalado libros”.
“También he descubierto esa cortesía que tienen entre sí los escritores para con otros autores que no conocen merced a la cual se prestan a presentar tu libro. De esa manera he podido compartir buenos ratos con Juan Tallón en Santiago, Anton Reixa en Coruña o Laura Ferrero en Barcelona”. Y sobre todo, apunta el autor, “he aprendido que la paga del escritor apenas llega a un 5 % en metálico y el resto se cobra en cenas, ideas, conversaciones y corazones que se te abren”.
Bibiana Candia
Azucre. Pepitas de Calabaza
A Coruña, 1977. Ha publicado los poemarios La rueda del hámster (2013) y Las trapecistas no tenemos novio (2016), el libro de relatos El pie de Kafka (2015) y el artefacto narrativo Fe de erratas (2019). Colabora con Jot Down, Letras Libres y The Objective y ha recibido el Premio Carmen de Burgos 2020.
“El verdadero impacto de este debut lo sabremos cuando pueda colocarse en el contexto de una obra más amplia”, opina Candia sobre su novela, que lleva desde el 1 de septiembre recibiendo elogios de libreros, lectores y crítica. Un apasionante desafío “en forma y fondo”, explica, aunque “más que sentir vértigo por el género literario lo sentí, y muy intenso, por la historia que estaba contando. Enfrentarse a la narración en completa soledad, es adictivo”.
Sobre la importancia de las nuevas voces, la escritora cree que “hablando de mercado corremos el riesgo de olvidarnos de que la fuerza más poderosa es una buena historia bien contada. Por eso sigue habiendo editores dispuestos a abrir la puerta y hay un público que responde de manera entusiasta al reencuentro con la narración pura”. De esta hornada, sus favoritas son “Debimos ser felices, de la uruguaya Rafaela Lahore y Los nombres propios de Marta Jiménez Serrano”.
Dimas Prychyslyy
No hay gacelas en Finlandia. Espasa
Elisavetgrado, 1992. Graduado en Filología Hispánica ha publicado el poemario Mudocinética (2010) y participado en las antologías Piel Fina, poesía joven española y De la intimidad (2019). Ese mismo año fue galardonado con el V Premio Logroño de Narrativa para Jóvenes Escritores por su libro de relatos Tres en raya.
Premio 25 Primaveras, Prychyslyy considera su novela “ambiciosa por encima de mis posibilidades. Verla publicada, y premiada, me resulta algo inverosímil. He intentado dar un giro al género y homenajear a algunos autores que me han marcado, desde Fernández Mallo y Unai Elorriaga, hasta Calvino, Bolaño y Cortázar. Otro atrevimiento, culpa de las lecturas de juventud, que espero no me tengan muy en cuenta”, bromea. No obstante, alaba la libertad que da “una primera novela, que es un género en sí, un género en el que se permiten y se perdonan muchas cosas, por eso es un género que solo se practica una vez. Luego uno se vuelve más prudente y más cobarde”.
El riesgo es algo que valora mucho, especialmente en los editores, pues afirma que “los lectores son menos arriesgados que los editores, y mientras menos lea ese hipotético lector menos atrevido será. Si me leo tres novelas al año, lo más sensato es ir a lo seguro. Sin embargo, un autor que quiera hacer algo distinto, algo complejo, es todo lo contrario a una apuesta segura. Y esa apuesta ‘no segura’ es la única esperanza de renovar el género y, por consiguiente, el sector”, reflexiona el autor, que recomienda no perderse entre sus coetáneos “la incursión de Alejandro Simón Partal, la obra de Guillem Santacruz La conjetura de Rainer, ganadora del Premio Ateneo Joven de Sevilla, y Furia, de la mexicana Clyo Mendoza, un debut que explota las disidencias desde todos sus ángulos”.
Ianire Doistua
Una casa de verdad. Tres hermanas
Bilbao, 1980. Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas, ha trabajado como creativa publicitaria durante 16 años, y en la actualidad lo compagina con la enseñanza de escritura creativa. Es autora del álbum infantil Pan con aceite y miel, además de relatos breves en diversas antologías y revistas.
“Una casa de verdad acaba de publicarse en noviembre, así que aún estoy en medio del torbellino”, asegura Doistua, ilusionada por la buena acogida de la novela que ha agotado su primera edición en solo una semana. Autora de relatos, confiesa que le gustan “los retos cuando escribo, ponerme a prueba, experimentar…, así que he disfrutado resolviendo las dificultades que plantea una historia de largo recorrido”.
Pese a su experiencia, reconoce que “para un escritor novel sigue siendo complicado que su manuscrito se tenga en cuenta. Las editoriales reciben tal cantidad de ellos que están desbordadas, por lo que son muy selectivas”, reflexiona la autora, que de esta nueva hornada recomienda leer a Gabriela Consuegra, Alejandro Simón Partal y Marta Jiménez Serrano. “De hecho, bastantes tienen colgado el cartel de que se no se aceptan textos no solicitados porque les resulta imposible leer todo lo que reciben”.
Vicente Monroy
Los Alpes marítimos. Lengua de Trapo
Toledo, 1989. Licenciado en Arquitectura es autor de varios poemarios, entre ellos El gran error del siglo 21 (2015) y Las estaciones trágicas (2018), y del ensayo Contra la cinefilia (2020). También ha sido profesor de cine, guionista y arquitecto, además de colaborar con revistas como Cineuá y Transit.
“Los Alpes marítimos está siendo una fuente inagotable de alegrías y de encuentros”, celebra Monroy, que reconoce su “miedo de mi primera novela porque soy muy obsesivo. He descubierto que es un género que tengo muchas ganas de seguir explorando con ambición. Después de publicar dos libros en dos años puedo presumir de sentirme cada vez más libre en un mundillo literario a veces muy hostil”, valora.
“Se perpetúan muchos prejuicios con los jóvenes, pero el relevo generacional es inevitable”, opina. No obstante, apunta que “se publica demasiado. La función de la literatura es crear memoria, pero el mercado literario se alimenta del olvido. Por eso me parecen tan importantes los Episodios Nacionales de Lengua de Trapo, que reivindican la literatura como una forma de escribir la memoria colectiva. La próxima entrega, Madrid será la tumba, el debut en novela de Elizabeth Duval, es un ejemplo combativo y comprometido”.