'El año del Búfalo': la novela de psicofonías de Pérez Andújar premiada con el Herralde
'El año del búfalo' (Anagrama) es la nueva entrega del escritor catalán, reconocida este año con uno de los premios más prestigiosos de la narrativa nacional.
20 diciembre, 2021 09:46No hay en El año del Búfalo capítulos. En lugar de estas convencionales divisiones de las novelas, Javier Pérez Andújar (San Adrià de Besòs, Barcelona, 1965) encadena sesenta psicofonías. Estos bloques de sonidos del más allá en forma de textos escritos se prestan a un discurrir caprichoso del relato en el que solo un elemento le confiere un mínimo de coherencia anecdótica. Se trata de cuatro amigos (tres de onomástica foránea, Ugo Rende, Basilitz Zhlobin, Thatos Kelkit, más uno anónimo) recluidos en un garaje de la imaginaria Suburbia y que reciben una mutante y amenazadora visita. Tal núcleo argumental se abre a mil y una sorpresas, a un caos noticioso deliberado y no debido a improvisación o falta de pericia.
El personaje anónimo (autor de una "obra maestra", "una novela río sin vocales, ni consonantes, ni signos de puntuación") va dando cuenta de infinidad de asuntos inconexos y a su labor informativo-narrativa se suma como materia principal el trabajo literario de un escritor finlandés difunto, Folke Ingo. No paran aquí los materiales de semejante –insisto, intencionado– popurrí. También echan su cuarto a espadas los familiares de los personajes, cervantinamente suma apostillas la traductora de Ingo o el propio Ingo hace acto de presencia póstuma. Todo ello se encuentra en el texto principal o en numerosas notas a pie de página, algunas muy largas, festivas y burlescas.
En este totum revolutum se encuentran los contenidos más diversos e impensables. Buena parte de ellos se refieren a horrores de la historia universal, revoluciones, cuarteladas, dictaduras, golpes de Estado, el bárbaro colonialismo europeo o la sangrienta descolonización africana. Otros no tienen nada que ver con eso. Se diserta lo mismo del arte y la vanguardia que de los bigotes, de los toros o de España. Se hace la laudatio de la anfibología y la propia novela la cultiva con fervor. Varias páginas engarzan letanías dirigidas a escritores, bastantes tan olvidados como Luis Landínez, por citar un único nombre. Se habla asimismo, y muy por extenso, del político, periodista e incisivo ensayista Gregorio Morán, quien cuenta nada menos que con un activo Club de Amigos.
Por no descender a más detalles, baste con señalar que menudean otros muchos igual de curiosos, todo ello resultado de un intrínseco gusto por la creatividad, y por un sentido lúdico sin barreras. Diríamos que Pérez Andújar hace lo que le viene en gana, sin temor a enjaretar en la información wikipédica simples ocurrencias, divagaciones antojadizas, bromas algo tontas o puros chistes, alguno bastante malo. Y lo hace así porque da por descontado un lector cómplice presto a compartir los guiños que implica su escritura, en parte en clave.
Llegados a este punto, tanta feliz y libérrima invención suscita reparos. ¿Captará el lector común la intencionalidad con que se seleccionan los autores de dicha letanía? ¿Quién tiene hoy noticia suficiente del periodista José Luis Balbín o del abogado García Trevijano como para apreciar su papel en el texto? ¿Alguien percibirá la alusión encerrada en "somos los hijos de Máximo Judas"? ¿Qué justifica anotar que ninguna personalidad acudió al entierro de Gloria Fuertes, salvo José Hierro? ¿Pondremos algún límite a las ingeniosidades o daremos por bueno sin más que "entre Isabel la Católica y la Dama de Elche no hay diferencia"? A pesar de tales reservas, esta metaficción vanguardista, irreverente y locuela de Pérez Andújar brinda un prolongado disfrute.