Bernardo Atxaga, nuevas fábulas de un mago verbal
'Desde el otro lado', su primer libro tras anunciar el abandono de la novela, es un ejercicio de libertad imaginativa absoluta donde los animales roban el protagonismo a las personas
10 abril, 2022 02:50Noticias relacionadas
Obabakoak, el libro que dispensó en 1988 fulgurante notoriedad a Bernardo Atxaga (Asteasu, Guipuzcoa, 1951), era un cuento de cuentos, un largo relato hilvanado de historias sorprendentes y aliento fabulístico. En aquel volumen acreditaba una doble capacidad: moverse con completa soltura en el mundo de lo imaginario y dominar las formas breves del relato. Para entonces ya había escrito algún texto con estas mismas características y ha continuado en esa tónica hasta la fecha.
Desde el otro lado reúne cuatro narraciones cortas. Algunas retoman el paisaje de Obaba, si bien dejando constancia de los efectos del paso del tiempo. Ahora el presente marca dicho escenario con la presencia de una recientemente añadida extensión geográfica, Ugarte. El espacio ha crecido en población (en 2020 ha quintuplicado el número de habitantes de 1970) y lo legendario se ha barnizado con modernidad (existe la televisión, enfatizaba Atxaga en su anterior novela, Casas y tumbas). Otro cuento se desplaza, sin embargo, a un territorio lejano, el parque seminatural de Reno, en el norteamericano estado de Nevada, aunque conserva el estigma de lo raro.
Entre los cuentos existe algún nexo que no impide su independencia. “Dos hermanos” habla de la maldad y se relaciona con “Conferencia sobre la vida y la muerte en el cementerio de Obaba-Ugarte”, donde se distorsionan hasta el sinsentido paradójico las creencias acerca de ambos sustantivos conceptos. “La muerte de Andoni a la luz del LSD” revive el fallecimiento de una persona cercana desde una perspectiva alucinada. Y “Un crimen de película” desvela el grave secreto que subyace a la actividad de un asesino en serie, un maníaco que degüella y crucifica variados animales.
El título de la compilación, Desde el otro lado, parece apuntar, y no hay que descartarlo por el margen de ambigüedad o imprecisión deliberada grato al autor, a una visión del mundo desde más allá de las apariencias empíricas de la realidad. Pero también se debe, al menos, a otra razón. Al punto de vista predominante en todas las piezas. No las narran seres humanos.
“Dos hermanos” hace un despliegue extraordinario de miradas: eslabona el relato de un pájaro, de ardillas, de una estrella, de una serpiente y de una oca salvaje. Y la historia policial convierte a un búho, símbolo antiguo de la sabiduría, en un chismoso detective con radar. Cuando lo hace una persona, en la peripecia de Andoni, ésta la aborda desde su mente alterada por los estimulantes. Por lo demás, tampoco el narrador tiene certeza de si lo que dice es verdad o el resultado de algo anormal: el de la dislocada conferencia no sabe qué le pasa, si padece un ictus, si está soñando o bebido o si ha tomado un ácido.
Narrar sin límites
Una libertad imaginativa absoluta acompaña a estos rasgos. Los animales roban el protagonismo a las personas. Hechos insólitos ocurren. Con todo ello vemos a un autor que ejerce sin límites su derecho a contar, que disfruta haciéndolo y que busca que el lector participe de ese placer. A tal fin, Atxaga pone en marcha además el humor, la paradoja y la broma burlesca.
El disparate marca el debate mencionado sobre vida y muerte: un tipo grotesco, el doctor Mortimer, predica que la muerte es una madre y que produce un “subidón” de amor. Los policías citados se traen un divertidísimo juego con la semántica. No todo, sin embargo, es deporte intranscendente. “¡Qué extraña cosa es el hombre!”, leemos en el cuento criminal. A ese misterio se asoma un inspirado Atxaga con arte de prestidigitador verbal.