Hasta la muerte de su madre, Jo Nesbø (Oslo, Noruega, 1960) no se atrevió a publicar relatos. “Una novela puede escribirla cualquiera”, le habría dicho, “pero el arte está en el relato corto”. A medio camino entre la nostalgia y el sentido del humor, el rey del noir en el país escandinavo, de promoción este miércoles en Madrid por El hombre celoso (Reservoir Books), asegura que su madre nunca leyó sus obras.
“Era bibliotecaria y mi casa estaba llena de libros”, cuenta Nesbø, pero cuando el bisoño escritor dejó en la mesa de la cocina el manuscrito de su primera novela, le advirtió: “No quiero leer tus novelas porque odiaría que no me gustaran”. Cuando volvió del baño, le confesó que las páginas que había leído “no eran tan malas”.
Era 1997 y la carrera de Nesbø despegaba con El murciélago, la primera entrega de la serie protagonizada por el policía alcohólico Harry Hole. Desde entonces, el ex futbolista, cantante —su banda de rock, Di Derre, acaba de cumplir 20 años— y agente de Bolsa —es graduado en Economía—ha sido aclamado como una de las voces más influyentes del género policiaco, aunque esta vez asume un cambio de registro.
El Espacio Fundación Telefónica acogía la presentación de El hombre celoso, doce relatos distribuidos en dos bloques, “Celos” y “Poder”, las dos consignas que se ensamblan en este nuevo ejercicio de exploración del alma humana, rasgo diferencial de su narrativa. El mal y la violencia, anclados en sentimientos como el racismo, emergen en cada uno de estos textos, que mantienen en vilo el aliento del lector con su característico estilo conciso, de frases lacónicas y diálogos brillantes.
Dice el autor de El reino que “si eres un buen pintor como Picasso, en un par de líneas consigues representar a un personaje”. Es la analogía que establece con el “arte del relato corto”. Después de 16 novelas para adultos, más de cincuenta millones de ejemplares vendidos internacionalmente y haber sido traducido a cincuenta idiomas, Nesbø no se conforma con el género que tantos éxitos le ha reportado.
“Mi obra es muy importante para mí”, tercia, como “el carpintero que va al trabajo, ve la casa que ha construido y se siente recompensado”. Aunque “la gente no sepa que él lo ha hecho”, matiza, tanto que “yo estaría dispuesto a emplear dos años de mi vida en escribir una obra maestra que fuera anónima”. Ahora bien, “si me pusieran un revólver” y las opciones fueran “dejar de escribir o que disparen”, aclara que “dejaría de escribir”.
Del innegociable respeto por su oficio nace El hombre celoso. Tomando como punto de partida los acontecimientos más recientes, como la pandemia o el asalto al Capitolio en los Estados Unidos, logra construir tramas donde la ficción se difumina con la realidad en textos de seis páginas —el cuento “La cola” es una fantástica alegoría sobre la discriminación— o de hasta 113, como “La isla de las ratas”.
El mensaje de este relato, que casi pasa por una novela breve, es que “no hay que dar por regalados derechos como la libertad”. Y es que “si el asalto al Capitolio hubiera tenido éxito, ¿qué habría pasado?”, se pregunta Nesbø, que esgrime una ucronía a propósito “en lo que parece la democracia más sólida del mundo”. En general, “hemos entendido que el Estado de Derecho estaba consolidado”, lamenta Nesbø, pero la realidad es que “desde la Guerra Fría hemos vivido unos años en una situación muy pacífica y, por tanto, anómala”.
“Putin ha tenido más apoyo de Rusia que cualquier otro hombre de Estado en el mundo”
Donald Trump, expresidente de Estados Unidos y referente de aquella movilización, es uno de esos “demagogos que hablan hacia el lado malo, el nacionalista”, dice Nesbø, que lo compara con Milosevic en Yugoslavia. “Cuando estuve de joven, era una sociedad completamente funcional”, hasta que el presidente empezó hacer declaraciones en televisión y “un país construido tras la II Guerra Mundial en solo seis meses se fue al garete”.
Y si aquello es susceptible de hacer literatura para Nesbø, ¿lo es también la Guerra de Ucrania? Recuerda el escritor que en 2014 escribió la idea de la invasión rusa a Noruega para una serie de televisión: Occupied. “El embajador dijo que era un insulto, porque Noruega no tenía que sentirse amenazada por Rusia”, cuenta. Hoy le resultaría más difícil defender su postura. “En Ucrania hay voluntad de luchar contra una potencia mundial por estándares de vida que creemos seguros en esta parte del mundo”, plantea el noruego, pero “¿qué estaríamos dispuestos a sacrificar para luchar por estos ideales?”
Por otro lado, recuerda que “hay individuos que necesitan una justificación de la población para hacer una guerra y Vladimir Putin lo tiene”. Incluso “ha tenido más apoyo de Rusia que cualquier otro hombre de Estado en el mundo”, añade. O sea, los conflictos no solo parten de “un interés económico”, sino que “cuando se hace un análisis de la historia, compruebas que hay egos personales que provocan estos conflictos”, concluye.
“Desde la Guerra Fría hemos vivido unos años en una situación muy pacífica y, por tanto, anómala”
Influido por Honoré de Balzac, Mark Twain, Charles Bukowski, Ernest Hemingway y, por supuesto, su paisano Karl Ove Knausgard, en el plano de la novela negra es admirador de Jim Thompson y Karin Fossum, su favorito entre los noruegos. Lo que no ha leído al completo es el Quijote. No le importa reconocerlo y, con tono jocoso, le espetó al periodista que, con motivo de la inminente efeméride, le había preguntado: “¿Y tú, lo has leído?” “Sí”, respondió. “Vaya por Dios”, dijo el traductor que dijo Nesbø. “Solo he leído partes”, aclaró, pues “es un libro bastante tocho”.
Sobre si había leído a escritores españoles de novela negra, se excusó aduciendo que acababa de empezar a aprender español. “Pero muchos están traducidos”, le insistieron. “Vamos a hacer un trato: la próxima vez que nos encontremos, habré leído al menos a dos autores españoles”, se comprometió.