El escritor portugués José Saramago (Azinhaga, 1922-Lanzarote, 2010) tenía 51 años cuando en su país triunfó la Revolución de los Claveles. Con motivo de la efeméride que simboliza el restablecimiento de la democracia en Portugal, la Caja de las Letras del Instituto Cervantes se ha abierto este lunes 25 de abril para recibir el legado del Nobel en el año del centenario de su nacimiento.
Galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1998, el autor de Ensayo sobre la ceguera se ha convertido en el primer portugués cuyo legado ingresa en la antigua cámara acorazada del Banco Español del Río de la Plata, aunque la primera lusófona fue la escritora brasileña Nélida Piñón. Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, ha recibido a su viuda, Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago y traductora de sus obras al castellano, para depositar el material en la caja de seguridad 1.670.
“Cada una de sus novelas es una alegoría sobre el mundo hostil”, ha dicho García Montero. Sin embargo, el Nobel “no se limita a la queja”, sino que “nos ilumina con su ejemplo”. La novela La balsa de piedra, por la que "la península ibérica se desgaja, sellando una especie de destino común de españoles y portugueses", nos recuerda su ferviente compromiso con los derechos humanos.
Saramago, que “supo mirarnos sin piedad, pero con compasión" y "creía más que nadie en la democracia”, según el director del Cervantes, “representa dos valores fundamentales: la hermandad entre Portugal y España y la conciencia de que los idiomas no son solo nuestros, sino que nuestra nave debe orientarse a esa alma que vive al otro lado”.
Pilar del Río agradeció el “discurso bello y emocionante” de García Montero antes de explicar el motivo del legado y describir cada uno de los elementos que lo componen. Una obra de Antonio Vieira, “el padre jesuita que se atrevió a escribir la historia del futuro”, dijo Del Río, fue el primer objeto al que se refirió.
“Nadie ha escrito un portugués tan bello” como Vieira, habría dicho Saramago, y aunque la primera edición de su obra póstuma História do futuro (Historia del futuro, 1718), considerada la primera publicación de ciencia ficción en portugués, se trata de un ejemplar “un poco estragado y antiguo, es lo mismo que decir que es inmortal”, remató Del Río.
Os Lusíadas, “publicada contra los intereses de la corte y de la época”, es la obra mayor de Luís de Camões. “¿Qué haré con este libro?” fue la pregunta que, según Saramago, se habría hecho su compatriota al terminarlo, lo que condujo al Nobel a escribir una obra de teatro, cuya acción se desarrolla en Almeirim y Lisboa entre abril de 1570 y marzo de 1572, que narra las peripecias de Luís de Camões para publicar Os Lusíadas.
Las pruebas de imprenta corregidas a mano de Qué haré con este libro eran la segunda parte del legado. “No tenía la intención de mistificar o romantizar a Camões, sino de traerlo a nosotros para arrojar algo de luz reveladora sobre el presente”, dijo el Nobel tras la publicación.
“No podía faltar Fernando Pessoa”, exclamó Del Río. Efectivamente, “el poeta de todos los fingimientos” está representado desde este lunes en el Instituto Cervantes, de la mano de Saramago, con un texto que el Nobel escribió sobre el autor de los heterónimos.
El año de la muerte de Ricardo Reis “es un libro sobre la soledad, la tristeza, sobre una ciudad triste, sobre una época triste: 1936”, dijo Saramago al concluir su obra en la que dialoga con “el poeta que hizo más grande el siglo XX y la literatura universal”, según las palabras de su viuda.
Conferencias, artículos y reflexiones sobre sus maestros completan el riquísimo legado que desde este lunes alberga la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Textos sobre el propio Miguel de Cervantes y Jorge Luis Borges, y también sobre sus amigos a uno y otro lado de las orillas del Atlántico: Rafael Alberti, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Donoso… Además, una dedicatoria a Julio Cortázar: “Si es cronopio, se llamará Julio”.
También forma parte de la donación la frase “Eso es lo que dicen los muertos: edúcate para la paz si no quieres que otros vengan a educarte para la guerra”, escrita por el Nobel en un texto para ser grabado en un monumento homenaje a los conflictos bélicos.
Se despidió Del Río referenciando una agenda de 2022 y una libreta de direcciones de 1986 rellenada a mano por el autor, además de una tarjeta en blanco, un lápiz y un sobre con el sello Saramago “por si alguno de los habitantes de esta caja quiere comunicarse”.
Era el colofón al homenaje a la figura de Saramago con motivo del 48º. aniversario de la Revolución de los Claveles, un éxito que sucedió a su persecución como opositor a la dictadura de su país. Sin embargo, la celebración no había terminado.
El acto, al que asistieron el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa; los ministros de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, y de Cultura y Deporte, Miquel Iceta; y el secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe y el Español en el Mundo, Juan Fernández Trigo, se cerraría con una conferencia magistral en el salón de actos.
Saramago y Cervantes, unidos por el deseo
Organizada por el Instituto Cervantes junto a la Embajada de Portugal y la Fundação José Saramago, la sorprendentemente designada “mesa redonda” consistió en la intervención de Carlos Reis, comisario del Año Saramago y catedrático de la Universidad de Coimbra, que presentó y dio la palabra a Antonio Sáez Delgado, profesor y traductor en la Universidad de Évora.
Bromeó al inicio: “antes de empezar a hablar, me gustaría decir unas palabras”. Con esta frase de Mario Moreno "Cantinflas" introdujo Sáez Delgado su brillante conferencia, donde adelantaba que “Saramago nació en una familia de campesinos sin tierras”.
“Cervantes y Saramago: del deseo a la acción” era el título del análisis, pletórico de referencias con las que explicar las abundantes analogías entre los autores, que “habitaron un territorio creativo personal e intransferible”. El deseo es el tema central, donde sus vidas y obras hallan mayor correspondencia.
Con el objeto de situarnos en el tiempo, contó el profesor que en 1581 Cervantes estuvo en Portugal tras el cautiverio argelino. Y, además de que el autor del Quijote “hermana a Camões con Garcilaso”, Los trabajos de Persiles y Sigismunda da cuenta de su relación con Lisboa. Un personaje de la obra dice sobre la capital portuguesa: “Aquí el amor y la honestidad se dan la mano y se pasean juntos”.
“Llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”, habría escrito Cervantes, mientras que Saramago el 31 de mayo anotó en sus diarios: “Aunque no lo quiera confesar, cualquier lector desearía ser Don Quijote”.
A propósito, la locura, “que tanto preocupó a Saramago” y es el eje que vertebra la obra mayor de Cervantes, constituye una de las principales consignas de Ensayo sobre la ceguera, “una biblia laica” del autor portugués, según definió Sáez Delgado. “Una especie de Quijote en tiempos de pandemia”, añadió.
En definitiva, “en ambos hay un deseo de cambiar la realidad aparente”, aseguraba el conferenciante hacia el final de su intervención, además de una “inequívoca voluntad ética de compromiso con la humanidad”.
Saramago tiene desde este lunes un lugar privilegiado en la casa del exponente mayor de la literatura española. “Sin Cervantes, la península ibérica sería una casa sin tejado”, habría dicho el Nobel, según recordó Reis, pero lo cierto es que la literatura en esta misma península tampoco se entendería hoy sin el legado del autor portugués.