Roman Krznaric. Foto: Kate Raworth

Roman Krznaric. Foto: Kate Raworth

Letras

El 'pensamiento catedral' de Roman Krznaric: "Debemos meternos en los zapatos de la gente del futuro"

El filósofo australiano publica el libro 'El buen antepasado. Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista', donde propone pensar a siete generaciones vista

30 mayo, 2022 02:15

El intelectual australiano Roman Krznaric (1971) ha publicado El buen antepasado. Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista (Capitán Swing), un ensayo lleno de expresiones para enganchar al público en un clima de urgencia, un libro de método interdisciplinar y vocación activista.

Veamos: los políticos están exclusivamente pendientes de los ciclos electorales, y las redes sociales y el consumismo nos amarran al presente sin horizonte, pero, según pronósticos que Krznaric se toma muy en serio, en cien años más de Antropoceno, el planeta Tierra se degradará, ascenderán mares y temperaturas, y los campos del ancho mundo decaerán.

Así las cosas, este autor propone un “pensamiento catedral”, a muchas generaciones vista (¡siete!), una “colonización del futuro”, en el que nuestros descendientes virtuales sean oídos, y una “justicia intergeneracional” que tenga representación en asambleas ciudadanas e, incluso, aplicación legal, en tribunales.

Leemos en El buen antepasado: “Según un cálculo, han vivido y muerto unos 100.000 millones de personas en los últimos 50.000 años; si la tasa de natalidad media en el siglo XXI se mantiene durante los próximos 50.000 años, nacerán unos 6,75 billones de seres humanos. Esto supone 877 veces más personas que los 7.700 millones que viven hoy, y supera con creces a todos los seres humanos que han vivido. ¿Cómo vamos a ignorar su bienestar y pensar que el nuestro posee más valor?”. Por cierto, en la tabla de la Liga de la Solidaridad Intergeneracional encontramos a España en el puesto 14.

Pregunta. Su libro anterior trataba el fenómeno de la empatía (Empathy, 2014). ¿Proviene este libro de aquél?

Respuesta. En cierto modo sí. La empatía consiste en meterse en los zapatos del otro. Ahora me planteé cómo podemos meternos en los zapatos de la gente del futuro. ¿Podemos ver el mundo a través de los ojos de las futuras generaciones? Después de escribir aquel libro me encontré con nuevas ideas. Uno de los grandes inmunólogos, Jonas Salk, se planteó si nosotros estamos siendo buenos ancestros para la gente del futuro. Me di cuenta de que era la cuestión de nuestro siglo, del siglo XXI. ¿Cómo nos comportamos con la gente del mañana? Se trata de billones de personas.

P. Realmente, de hecho, tal y como lo plantea, parece que ser un buen ancestro es mejor que ser simplemente un buen ciudadano con los contemporáneos. En términos de números, es indudable que la población potencial es infinitamente superior a la actual.

"Muestro seis modos concretos de promover este pensamiento a largo plazo, un pensamiento a siete generaciones futuras centrado en el cuidado de la Tierra"

R. Es una de las grandes paradojas filosóficas de este trabajo. Por ejemplo, un filósofo utilitario diría lo que acaba de decir usted: ¡qué importa el presente! En todo caso, yo no creo que esto se deba de entender así. Un amigo que trabaja en una ONG me dijo que no estaba de acuerdo con este libro porque no tiene sentido preocuparse de la gente del futuro cuando hoy hay niños muriéndose de malnutrición.

La visión a largo plazo no tiene por qué mostrar un conflicto entre presente y futuro. Solucionar el problema de la polución es un problema actual, pero tendrá un impacto en generaciones futuras. En El buen antepasado muestro seis modos concretos de promover este pensamiento a largo plazo, un pensamiento a siete generaciones futuras centrado en el cuidado de la Tierra.

He querido mostrar a diferentes personas la importancia de comunicar un legado al futuro: para el utilitario se tratará de números, para el seguidor de John Rawls, de justicia, y para otros, de los hijos de sus nietos...

El mismo mensaje puede funcionar de manera diversa para diferentes tipos de gente. Lo fundamental es la colonización del futuro. Traer las futuras generaciones al presente. Tener una discusión sobre el futuro.

P. En el libro, usted cita a Edmund Burke [autor de Reflexiones sobre la revolución francesa, 1790], que defiende que una comunidad real era el contrato social entre vivos, muertos y la gente por venir. Es curioso que el padre de los pensadores conservadores inspire ideas progresistas, como en El buen antepasado, ¿es así?

R. No [con simpatía]. ¡Sí y no! Es decir, él defendió los valores de la aristocracia durante la Revolución. Burke puso el énfasis en el legado del pasado y de la tradición en la discusión política. Tenemos que pensar qué tenemos que salvar del pasado y qué no. Este libro, efectivamente, también habla de los legados. Pensemos en el legado del mencionado Jonas Salk, que descubre vacunas. Este libro trata sobre cómo expandir nuestro círculo moral.

P. Por otro lado, hablar de empatía con el futuro genera algunos problemas. Al fin y al cabo, el pasado, lo ya sido, tiene un grado de realidad mayor que el futuro, por decirlo así. El futuro parece más cercano a lo virtual o a la ficción que el pasado, defendido por Burke.

R. Mi traductor en Japón es un monje budista que me explicó que en su país el peso del pasado ancestral es muy potente, y no el del futuro… Pero el futuro existe más de lo que creemos. Cuando doy conferencias hago siempre el experimento de cerrar los ojos e imaginar a una niña ahora, e imaginarla dentro de 30 años, y dentro de 80… Quizá en mi caso esto es muy natural, puesto que tengo hijos de 13 años. Pero, aunque desde el punto de vista filosófico el futuro pueda parecer un lugar vacío, antropológicamente somos seres multigeneracionales. Esta es mi experiencia.

P. A lo largo del ensayo usted parece insinuar incluso una moral que va más allá de la especie humana. Habla de la Madre Tierra, etc. ¿En qué medida este pensamiento del largo plazo, a siete generaciones vista, como usted defiende, está vinculado a estas otras consideraciones? Da la impresión de que no se decide a entrar en la cuestión a fondo.

"Dedicarme a la ciencia política me dio una visión antropocéntrica del mundo. Después fui evolucionando. En esto influyó mi contacto con las culturas indígenas"

R. Muy cierto. Decidí no entrar en la moral más allá de la especie humana o en la bioempatía. Si soy brutalmente honesto, yo me dedicaba a la ciencia política y he estado siempre interesado en los derechos humanos (trabajé como activista en Guatemala): en definitiva, esto me ha dado una visión antropocéntrica del mundo. Después fui evolucionando. En esto influyó mi contacto con las culturas indígenas, como los nativos americanos…

P. Porque preservar la especie humana no tiene por qué tener que ver o incluso, eventualmente, ser compatible con preservar todas las formas de vida del planeta...

R. Esto es posible. Pero, simplificando, yo creo que el pensamiento ecológico y el pensamiento a largo plazo para la especie humana (antropocéntrico o no) está vinculado con la necesidad de sobrevivir gracias al lugar natural que se ocupa, el sistema ecológico.

Los seres humanos hemos destruido el nido, el ecosistema. Si queremos pensar en tiempo largo no tenemos que pensar sólo en el tiempo, sino en el lugar: la deforestación, el cambio climático… El ser humano debe aprender a enamorarse de praderas y de ríos... De este modo, el biocentrismo [todas las formas de vida son valiosas] y el antropocentrismo [el equilibrio de todas las formas de vida son valiosas para el planeta en el que vive el hombre] convergen.

Se debe trascender el límite de lo humano. Dos árboles generan aire para cuatro seres humanos. Esos árboles son como mis pulmones externos. Mi yo trasciende la carne y huesos de lo que soy.

Dicho esto, yo no procedo de la cultura indígena. Y esta noción de conexión con los vegetales, minerales y animales de la naturaleza es algo así como un reto para la mayoría. Creo que, en todo caso, debemos empezar con el ser humano.

P. El libro es un trabajo muy pluralista. Se escuchan muchas voces y es multidisciplinar.

R. Mi modelo es pensamiento multidisciplinar y me cuesta pensar de otra manera. Cuando era profesor académico de política me empecé a interesar por la pregunta de la empatía. Yo empiezo con una pregunta general: en este caso me frustraba encontrar la fórmula de “pensamiento a largo plazo” en los periódicos y que nadie me la explicara.

Cuando empiezas con ese tipo de pregunta tienes que crear tu propio modelo de libro. Leí que había 27 tipos de pensamiento a largo plazo… Para mí hay seis. En fin, la urgencia de esta cuestión me llevó a plantearme este trabajo, que puede ser el punto de inicio para una conversación…

Volviendo a la pregunta, yo he tenido que leer sobre neurociencia. Pero es muy difícil. Necesito ayuda. Necesito hablar con especialistas sobre este tema o sobre otros temas. Soy un intelectual de preguntas generales [wide achiever], no un especialista. Estoy contento con ello.

P. Usted defiende la filosofía como un ejercicio interdisciplinar.

R. La filosofía que me interesa es interdisciplinar. Hace muchos años, cuando, como estudiante, acudía a clases de filosofía de la mente, no leímos neurociencia. ¡Cómo pudo ser eso!

"Me gusta la idea de la filosofía pública. Escribir sobre cómo deberíamos vivir como sociedad, no como individuos"

Las respuestas requieren mucha exploración. Yo creo en la filosofía en el sentido de que creo que es la actividad del conocerse a sí mismo, pero no como individuo sino como sociedad. Me gusta la idea de la filosofía pública. Escribir sobre cómo deberíamos vivir como sociedad, no como individuos.

P. En este libro habla de justicia interdisciplinar y de cómo se ha llevado a los tribunales.

R. En varios países del mundo, como Alemania, Portugal o Pakistán se ha llevado a los tribunales al gobierno teniendo en cuenta a las generaciones futuras. A propósito de un atentado contra el medio ambiente, en la corte suprema de Pakistán se me citó, se habló de la necesidad de “colonizar el futuro”. Es extraño.

P. En el libro, hace referencia a los “derechos” de los ciudadanos del porvenir. Sin embargo, la noción de derecho debe ir ligada, por fuerza, diría yo, a la de “deber”. Ahora bien, los ciudadanos de las generaciones nonatas tienen “derechos” y no “deberes”: ¿no estaríamos hablando más bien de solidaridad moral y no de derechos civiles?

R. Esa pregunta me la han hecho algunos abogados. Si prefiere usar ese término por mí no habría ningún tipo de inconveniente. Es curioso, porque en la encíclica del Papa Laudato si' de 2015 encontré exactamente el lenguaje de la solidaridad y la justica intergeneracionales. La idea principal es que la Tierra es algo prestado. En el libro pongo que me entrevisté con gente en el Vaticano. Al parecer, sí existe un cambio de perspectiva en la Iglesia Católica.

P. En el libro usted señala que la mayor parte de los regímenes que observan la justicia intergeneracional son democracias. Aunque esta relación no se da siempre.

R. La experiencia dice que son las democracias las que atienden más a la justicia intergeneracional, y uno se puede preguntar por qué. Quizá se deba a la fragilidad de los sistemas autoritarios, quizá a la capacidad de expresión de los ciudadanos en democracia, a su flexibilidad o a su descentralización.

P. A propósito de esto último, usted sostiene que en el futuro las ciudades van a tener mucho más peso que los estados.

"El fenómeno de la ciudad-estado (como las griegas, pero sin esclavos y con igualdad entre sexos) puede revitalizar los sistemas democráticos"

R. Las ciudades van a ser el centro de la toma de decisiones políticas. El auge progresivo de las ciudades es muy claro. Creo que el fenómeno de la ciudad-estado (como las griegas, pero sin esclavos y con igualdad entre sexos) puede revitalizar los sistemas democráticos. En el largo plazo las ciudades se tienen que diseñar a sí mismas.

P. El pensamiento a largo plazo, tal y como usted lo formula, parece más propio de especuladores que quieren transformar la realidad que una inquietud popular...

R. Puedes pensar el futuro tecnológico como algo especulativo. El futuro especulativo. Es difícil. Pero en términos ecológicos no es tan incierto: sabemos mucho sobre el futuro ecológico. Miles de científicos medioambientales han hecho pronósticos sobre los próximos decenios. Hoy tenemos una idea bastante aproximada de cómo será el año 2100, del nivel del mar y del estado del Planeta… Esto nos devuelve a la idea de lugar, de preservar el lugar. Al fin y al cabo, se trata del único planeta que conocemos donde hay vida.