La Fundación Banco Santander rescata la faceta radiofónica de Carmen Conde
Un libro compila los textos inéditos en los que se basaron las intervenciones de la escritora y académica en Radio Nacional de España entre 1967 y 1972
21 junio, 2022 15:25La escritora Carmen Conde (Cartagena, 1907-Majadahonda, 1996) rompió dos techos de cristal en la historia de la cultura española: fue la primera mujer galardonada con el Premio Nacional de Poesía, en 1967, y fue también la primera mujer nombrada académica de número de la Real Academia Española.
Lo segundo ocurrió en una fecha tan tardía como 1979, cuando la institución ya tenía más de dos siglos y medio de vida, y ya había rechazado tiempo atrás a autoras como Gertrudis Gómez de Avellaneda y a Emilia Pardo Bazán.
A pesar de tenerlo más difícil que muchos de sus homólogos masculinos, Conde fue una autora enormemente prolífica y polifacética. Cultivó la poesía, la novela, el ensayo, el teatro y la literatura infantil. Su actividad literaria y docente (fue maestra durante casi toda su vida, y en 1931 fundó junto a su marido, Antonio Oliver Belmás, la primera Universidad Popular de Cartagena) se expandió con colaboraciones en prensa y radio. Desde 1967 —el año en que ganó el Premio Nacional— hasta 1972 colaboró en Radio Nacional de España protagonizando su propio espacio, En voz de mujer, dentro de un programa de actualidad.
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La Fundación Banco Santander rescata ahora aquellas intervenciones en el libro Levanto mi voz. Radiofonías (1967-1972). Son los textos que escribió para el programa, que permanecían inéditos y que el investigador Fran Garcerá, experto en su obra, ha encontrado en el ingente archivo de la autora, uno de los más grandes de la literatura española.
El libro forma parte de la colección Cuadernos de obra fundamental de la fundación, que en los últimos años ha destacado las obras de autoras que, si bien se habían ganado por derecho su lugar entre las figuras relevantes de su época, no habían obtenido el mismo reconocimiento que sus pares masculinos. Entre las últimas publicaciones podemos encontrar el epistolario entre Carmen Laforet y Elena Fortún o los textos periodísticos de Ana María Martínez Sagi. Dentro de esta línea de trabajo cabe destacar el proyecto audiovisual Cartas Vivas (donde también figura Carmen Conde), en colaboración con la Universidad de Exeter, que con un espíritu educativo y divulgativo recupera la historia de pensadoras relevantes a través de sus testimonios.
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La autora conservó todos sus documentos “con exquisito cuidado”, explica el investigador. “Carmen lo guardó todo. Es el archivo público más grande de una escritora que se conserva en Europa y hay que hacerle más caso del que se le hace”. Este archivo lo componen 36.000 cartas recibidas (no guardaba copia de las que enviaba), una biblioteca personal de 10.000 volúmenes, miles de recortes de prensa y fotografías y cientos de números de las revistas más importantes del siglo XX español, además de decenas de cajas con toda su producción literaria, incluyendo sus escritos para la radio.
Javier Expósito, responsable de literatura de la Fundación Banco Santander, considera que este libro muestra a “la Carmen Conde que normalmente no sale a la luz”. Son textos cortos “que abordan, desde lo lírico, reflexiones muy cotidianas”, y tratan una gran cantidad de temas: “el ruido, la sociedad narcisista, el ocio exacerbado, el consumismo, el progreso continuo, la mujer y la cultura, la sensibilidad y la juventud”, explica Expósito. Todo ello vuelve a este libro “tremendamente actual”.
El volumen se completa con una serie de podcasts en los que se dramatiza la lectura de los textos escritos por Carmen Conde. Lo único que falta es la voz real de la autora, ya que en el archivo de Radio Nacional de España no se conservan las grabaciones de esos programas. En aquella época no se concedía la misma importancia que ahora a los archivos, de modo que las cintas donde se grababan los programas solían destruirse o reutilizarse.
La poeta Ana Rossetti (San Fernando, Cádiz, 1950), gran admiradora de Conde que llegó a conocerla en persona y recuerda “el gran revuelo que causó su entrada en la RAE”, destaca del libro algunos textos que son “como pequeñas conferencias poéticas en las que hablaba de la creación literaria, de la mujer ante los libros o de la fe”.
En el libro se incluyen también algunos textos que finalmente no se emitieron. En uno de ellos hizo una defensa a ultranza del diccionario de uso de María Moliner, porque Conde fue, opina Garcerá, “una gran productora de espacios de sororidad. Donde llegaba ella, llegaban todas las escritoras”.
Aunque en ocasiones trataba temas muy serios, otras intervenciones abordaban temas cotidianos con un enfoque muy humano, ya que aquel breve espacio radiofónico se dirigía a un público muy amplio (recordemos que la radio era un medio de comunicación enormemente popular en la época).
También había “espacio para la ironía y la reivindicación”, explica Garcerá. Un ejemplo de ello es el texto en el que Conde hace referencia al caso de la escritora chilena Marta Brunet, que falleció mientras daba su discurso de ingreso en la Academia de Letras de Montevideo. Entonces Conde dice que la negativa de “los señores académicos” de la RAE a que entren en ella mujeres se debe a que “velan por nuestra conservación de la vida”, y que aquellas que fueron rechazadas “no supieron agradecer la negativa”. Conde no podía imaginar entonces que diez años más tarde se convertiría ella misma en la primera mujer en ingresar en la institución.