Poesía en 2022: libros verdaderos
- Este ha sido un buen año poético, con publicaciones destacables de autores de distintas generaciones que componen un panorama rico y variado
- La mejor poesía de 2022
Vaya por delante que no me gustan las listas. Asumo su interés periodístico, pero resulta complicado evaluar lo que, por naturaleza, no lo es. Los libros no son entes competitivos. Más los de poesía, tan alejados de lo comercial. Para una inmensa minoría lectora. Dijo José Luis Pardo que falta en ellas “lo esencial de la crítica”: “el análisis, la argumentación”. Sin embargo, a cualquier autor le alegra ver un título suyo en alguna. Sobre todo, y aquí estriba lo importante, si ha sido obtenida mediante la suma de votos de críticos del ramo, los que frecuentan las novedades, y no, como suele ocurrir, con los de quienes leen de oídas.
Esta se confecciona sin tener en cuenta las antologías, las poesías completas (salvo que incorporen una sustancial parte inédita). Más allá de la nota, lo importante es que incluyan libros verdaderos, lo que presupone su excelencia. Así, la clasificación poco importa.
Este ha sido un buen año poético, lo que dificultaba aún más reducir a diez los destacables. ¡Quedan tantos fuera! Nos debemos al criterio. Y a lo leído, que no es ni mucho menos todo.
La máxima puntuación la ha obtenido Maestro de distancias, de Jordi Doce, un texto nada común que demuestra la solidez e inteligencia de este poeta singular y distinto que ha logrado componer una poética rigurosa y consistente, de pura resistencia ante la adversidad.
La presencia de Gimferrer señala la fe en las palabras a pesar de la edad y su férrea voluntad, dice Blesa, de “vivir” en ellas. Las de Berbel (que llega con veinticuatro años y su segunda entrega a la canónica colección de Tusquets), Bautista y Salas, con libros extraordinarios, prueba fehaciente de la prevalencia de una escritura, digamos, femenina, por más que la poesía, según creo, no entienda de géneros.
La máxima puntuación la ha obtenido 'Maestro de distancias', de Jordi Doce, un texto nada común que demuestra la solidez e inteligencia de este poeta singular
Por quinto año consecutivo, una mujer, Aurora Luque, ganó el Nacional. Otra, Olvido García Valdés, el Reina Sofía. Y María Victoria Atencia publicó –un hito– su poesía completa. En la cosecha anual, obras de Pureza Canelo, Erika Martínez, Maribel Llamero, Ángeles Mora, Ana Merino, Sandra Benito… Los nuevos volúmenes de Ramón Andrés y Eduardo Moga –mundos distintos– refuerzan su larga trayectoria. El póstumo de Cueto, que su valía era incuestionable. El último de Bagué Quílez, fresco e ingenioso, incide en “la conciencia extrema del presente”, según Luis García Montero, que acaba de publicar su postrero canto de amor a Almudena Grandes.
William Ospina representa lo mejor de nuestra poesía ultramarina, que merecería, por calidad y abundancia, su propia lista. Ahí, por ejemplo, Viejas canciones rusas, de Pablo Anadón, y A cada cual su cielo, de Fabio Morábito. Por eso celebramos el acierto de que el Cervantes haya recaído en el venezolano, este sí grande, Rafael Cadenas.
En el panorama, rico y variado, conviven varias generaciones y de todas ellas podríamos elegir libros valiosos. Del decano, Corredor-Matheos, a novísimos como Duque Amusco o De Villena, que reunió toda su poesía (tal César Martín Ortiz y José Antonio Zambrano), pasando por Enrique Juncosa, José Carlos Llop, Fernando Sanmartín, José Manuel Benítez Ariza, Marcos Díez, Antonio Moreno y, cómo no, tantos jóvenes, premiados la mayoría. Destacaría el debut de Juan de Salas con Los reales sitios. Y el de Dionisio López con Los nombres de la nieve.
Habría que añadir la inexcusable aportación de la poesía extranjera que nos acercan los beneméritos traductores. Baste con anotar La Tela y otros poemas, de Mirella Muià; Mundo, de Ana Luísa Amaral; Meadowlands, de Louise Glück, el magno florilegio La poesía del siglo XX en Rumanía y las recientes traducciones de Nordbrandt, Rukeyser, Krynicki y Elfyn.
El año de los centenarios de Hierro y Pasolini (recuperado por Galaxia Gutenberg, Ultramarinos y Nórdica), el de la triste desaparición de la revista Clarín, ha sido pródigo, ya se ve, en genuinos libros de poesía. Uno se pregunta: ¿qué fue de la parapoesía?