Isaac Bashevis Singer. Foto: Dan Hadani Collection / Israel Press and Photo Agency

Isaac Bashevis Singer. Foto: Dan Hadani Collection / Israel Press and Photo Agency

Letras

La pasión de una prostituta y un veinteañero virgen: se publica en España la novela inédita de Singer

Los personajes de la obra del judío, único escritor en lengua 'yiddish' en ganar el Nobel de Literatura, podrían malvivir hoy en cualquier rincón miserable de una gran ciudad

17 julio, 2023 01:35

Al Nobel Isaac Bashevis Singer (Radzymin, Polonia, 1904 - Surfside, Florida,1991) nunca le importó que le tuvieran por un escritor judío con un halo de pesimismo. “Como hijo de un pueblo que ha recibido los peores golpes que la locura humana puede infligir, me veo obligado a reflexionar sobre los peligros venideros”, afirmó.

Keyle la Pelirroja

Isaac Bashevis Singer

Varios traductores. Acantilado, 2023. 360 páginas. 24 €

Y sin embargo no trató de documentar en sus novelas el nazismo ni el genocidio contra los judíos. Sus personajes son judíos polacos en el gueto del pasado o adaptándose a los nuevos territorios de la diáspora. Supervivientes en los márgenes, su frecuente dilema moral es conservar la fe en un Dios que aún pueda ser misericordioso.

Hijo y nieto de rabinos de una región de Polonia bajo influencia rusa hasta 1918, Isaac B. Singer abandonó el gueto de Varsovia en 1935, cuatro años antes de la ocupación nazi. Singer siguió a su hermano mayor, Israel Joshua Singer, también escritor, establecido unos años antes en Nueva York. América, como menciona Bashevis Singer en sus memorias, representaba un continente donde ni Hitler ni Stalin resultaban ya una amenaza.

El escritor se reconoce como un pesimista salvado por la literatura. En su discurso de aceptación del Premio Nobel en 1978 lo matiza : “Algunos de mis camaradas de la cafetería cercana al Jewish Daily Forward en Nueva York me tienen por pesimista y decadentista, pero la resignación siempre esconde un rescoldo de fe. Encontré consuelo en pesimistas y decadentistas como Baudelaire, Verlaine, Edgar Allan Poe y Strindberg”.

Lo cierto es que las ficciones del único escritor en lengua yiddish en obtener el Premio Nobel de Literatura se nutren de existencias de judíos, cuyos destinos se forjan bregando con todo tipo de dificultades. Esas dificultades llegan a ser tan abundantes e inesperadas que la mirada del autor esconde una tortuosa ironía. El abatimiento de sus personajes, frente a un golpe de la fortuna detrás de otro, tiene un punto de perplejidad, lo que les convierte en antihéroes o antiheroínas cuyos ánimos se vuelven a encender al menor signo de esperanza.

[El "otro" Singer y su infancia judía]

Singer transmuta el desfallecimiento en un débil aliento para seguir adelante. En su discurso al recibir el Nobel explica esa voluntad del arte para no abismarse en el barro de la desesperación: “El pesimismo de las personas creativas no es decadentismo, sino que se trata de una enorme pasión por la redención del hombre”.

Su novela Keyle la pelirroja, inédita hasta ahora en nuestro país, no solo se salva del paso del tiempo, sino que los dos personajes principales, o mejor, los tres, puesto que se trata de un complicado triángulo, podrían malvivir hoy en cualquier rincón miserable de una gran ciudad. Parias en su localidad de origen y expatriados luchando a brazo partido en una urbe soñada, donde tratan de escapar de la miseria humana.

Hacia 1911, la prostituta Keyle y el joven intelectual Búnem, hijo de un piadoso rabino, van a huir juntos desde el asfixiante mundo del gueto de Varsovia, amenazado por el hostigamiento ruso y polaco, para buscar fortuna en Norteamérica. Cruzarán clandestinamente la frontera con Alemania para embarcar con destino a Nueva York . Cada uno escapa de sí mismo y de un pasado que tratará de alcanzarlos.

En la primera parte se describe a la prostituta Keyle en su sórdido ambiente en la plaza de la calle Krochmalna, zona del gueto que conocía bien B. Singer por haber vivido allí con su familia. La llamaban Keyle la Pelirroja, “debido a sus flamígeros cabellos”. Con un trazo, el narrador resume la vida de la chica: “Keyle la Pelirroja, a sus veintinueve años, ya había pasado por tres burdeles”.

Singer se muestra convencido de que salir del gueto psicológico es tan duro como escapar de las circunstancias adversas del origen

En el submundo de parásitos, vividores y tugurios sórdidos, Keyle quiere abandonar la vida depravada y se ha casado con Yarme el Espino, un alcohólico vago que la ama, con el acuerdo de sentirse libre para otros escarceos. Yarme se tiene por un hereje, pero “Keyle sí creía en Dios, en los demonios, en los espíritus y en el mal de ojo”.

El destino pone a Keyle la Pelirroja frente al hijo de un rabino jasídico, perseguido por la policía zarista acusado de anarquismo. Búnem tiene apenas 20 años, es virgen, podría ser pintor, pero su voluntad es débil. Queda impactado por la libertad sexual, la promiscuidad alegre de la bella prostituta que quiere ser redimida y huir del embrutecimiento de su vida anterior. La pasión desbordada entre ambos, los cataclismos que ambos temen, ella por la persecución del marido traicionado, él, acosado por la policía y con su novia anarquista en la cárcel, les empujan a abandonar un mundo que ya no es el suyo.

En la segunda parte de la novela, encontramos a los dos amantes malviviendo en Nueva York. Ella se coloca como criada y Búnem trabaja diez horas en una fábrica. Siguen sin participar en la fiesta de la gran ciudad, escondidos con otros pobres diablos en las ratoneras de los que cada vez tienen menos espacio para los sueños. Las reglas de juego son distintas a las de Polonia, pero las estrecheces de la vida son parecidas. Búnem, por venir de un medio educado, lo tiene más fácil, pero las circunstancias van a destruir un plan tras otro.

La novela nos muestra a un Singer convencido de que salir del gueto psicológico es tan duro como escapar de las circunstancias adversas del origen. La idea de que el pasado siempre nos persigue está aquí en la entraña de la historia. El narrador no evita envolvernos en una atmósfera de imposibilidad de mejora, pero como se dijo antes, hay una luz de esperanza en los personajes cuyos conflictos se acumulan. Isaac Bashevis Singer es un consumado contador de historias y Keyle la Pelirroja está construida con los materiales de esas que consiguen mantenerse frescas, vivas y conmovedoras, pese al paso de los años.